Noviembre 16, 2024

Fama y memoria de Bachelet

Para Santiago del Campo (padre), Valdivia fue el “conquistador conquistado” y amó tanto a esta tierra que, en una carta a  Carlos V, cuenta mentiras tales como que “en Santiago siempre hace un clima templado y muy agradable”. Fue el más renacentista de los conquistadores – sabía engañar muy bien a sus compañeros y seguidores -. Sus amores con Inés de Suárez fueron destruidos por  su mujer, Marina Ortiz de Gaete, quien lo acusó ante el rey por las aventuras de este extremeño.

 

 

El poder es un vicio como adicción al cigarrillo: no puede dejarse fácilmente; don Arturo Alessandri se desesperaba, a los días previos al término de su mandato, pues como ocurre en la mayoría de los casos, hay que entregar la piocha a su enemigo, por ejemplo, en 1938, tuvo que hacerlo en la persona de don Pedro Aguirre Cerda, y decía “no quiero, ni puedo, ni debo”, pero siempre aceptaba la postulación a la presidencia. Alessandri lo fue tres veces, de las cuales perdió una elección  y ganó dos. Su ruta ha sido seguida por Eduardo Frei Montalva, tres veces candidato; Salvador por este mismo número de veces y, últimamente, por Marco Enríquez-Ominami y por Sebastián Piñera.

Los dos alicientes que mueven a un político para llegar a la Casa “donde tanto se sufre” son el poder y el dinero. A ningún mandatario le  gustaría pasar a la historia sin dejar fama e “historia de mí”. Esto no sólo le está ocurriendo a la Presidenta Michelle Bachelet en día deba entregar la piocha a su rival, Sebastián Piñera, sino es hecho que le ocurre a todos los Presidentes de Chile. Juan Luis Sanfuentes – pillín de siete suelas, especulador de la Bolsa – cuando le entregó la Banda a Arturo Alessandri, en 1920, fue pifiado por sus enemigos, incluso, la mención de su mismo nombre era un insulto cuando Alessandri, ya en el poder, era abucheado por los estudiantes de la FECH.

Hay Presidentes que dejaron mala fama y otros que pasaron sin pena ni gloria, (es el caso del bailarín de samba, Gabriel González Videla quien mal aconsejado por el Presidente Henri Truman, promulgó la “ley maldita”; Germán Riesco hubiera pasado desapercibido, si no huera sido por las feroces matanzas obreras; a Pedro Montt lo salvó la muerte de tener por su pésimo gobierno y por la  “Matanza de Santa María de Iquique”; por el contrario, a José Manuel Balmaceda y a Salvador Allende el suicidio los llevó a la gloria; Pedro Aguirre Cerda debe su buena fama al haber muerto (de tuberculosis) durante su mandato; quien más sufrió al entregar la Banda a Salvador Allende fue Eduardo Frei Montalva, quien se creía el Kerenski chileno, (por un panfleto de Plinio Correa de Oliveira, que lo acusaba de tal).

No se ha  conocida en la historia política de Chile un segundo período que se haya caracterizado como bueno: Arturo Alessandri dio la orden de asesinar a los estudiantes del Seguro Obrero; Carlos Ibáñez del Campo, muy anciano, terminó con demencia senil. A un día de entregar el mando, Michelle Bachelet pasó del 80% de apoyo en el primer gobierno, al 40% del presente; es muy probable que  Sebastián Piñera siga los pasos de sus predecesores, (como lo he planteado muchas veces, los Presidentes no deben ser reelegidos y, además deberían serlo sólo por un año, revocable).

Es lógico que Michelle Bachelet quiera dejar fama y memoria de sí – no voté por ella pero tengo que reconocer que pretendió realizar cambios modernizadores que ningún otro Presidente de la Concertación se atrevió – tal vez por miedo a los milicos -. Las tres reformas estrella eran fundamentales – la tributaria, la educacional y el aborto por tres causales -, pero lamentablemente, la “quinta columna inserta en su gobierno, integrada principalmente por los democratacristianos de derecha, como también de muchos ministros incapaces y, por último, el caso Caval, en que reaccionó en forma inapropiada e inoportuna, hechos todos que empañaron sus buenas intenciones.

Ninguna reforma que se quiera emprender en Chile puede triunfar sin el apoyo de los ciudadanos que, precisamente, fue el “talón de Aquiles” del gobierno de Bachelet: quiso reformar la educación sin los profesores, alumnos, apoderados y paradocentes; dejó manejar la reforma tributaria en la cocina de Andrés Zaldívar, enriquecida con té y ricas galletas, aportadas por Andrés  Fontaine; cuando el gerente de CODELCO  dijo que “no quedaba un puto peso”, no se le ocurrió nada mejor que elegir el camino de la “restauración”, con el nombramiento de Jorge Burgos en Interior y Rodrigo Valdés en Hacienda.

Cuando trascurra el tiempo y se apaguen los odios de la derecha y de Sebastián Piñera y los mediócratas aspiracionales vean que el millonario Presidente trabaja para él y no para ellos, valorarán algunas obras modernizadoras de Bachelet, como el caso del aborto en tres causales, la gratuidad en la educación, así sea de un 60% de cobertura, y en cierto grado, la reforma tributaria – se ha probado, perjudicaría a los más ricos -.

Desgraciadamente, Michelle Bachelet quedó en deuda con el cierre de la cárcel de Punta Peuco, uno de los ejes de su campaña en el tema de derechos humanos.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

10/03/2018      

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