En 1904 se publicaba en Chile La raza chilena, de Nicolás Palacios (1858-1927), un libro escrito por un chileno para los chilenos. Palacios fue discípulo de Charles Darwin, Edmund Spencer y Arthur Gobineau, (este último era autor de la obra Ensayo sobre la disparidad de las razas humanas). Palacios sostenía que el roto chileno era producto de la mezcla de los conquistadores españoles que, lejos de ser latinos, eran teutones, godos, pertenecientes a una raza de guerreros, rubios, de ojos azules y considerable estatura. La sábana materna correspondía a los valientes mapuches.
En esa época hubo una importante ola de inmigración en Chile: para Nicolás Palacios la peor raza y la más depravada estaba formada por latinos – italianos y españoles preferencialmente – y Chile debería cerrar sus puertas para no contaminar al roto chileno, mezcla de teutones y mapuches.
Palacios trabajó mucho tiempo como médico en las salitreras, donde aprendió a conocer y admirar al roto chileno, capaz de laborar 12 horas continuas y, además, soportar los bruscos cambios de temperatura de la pampa – de 30 grados a bajo cero extranjero -. En 1907 Palacios escribió en forma brillante la denuncia de la masacre de Santa María de Iquique, publicada en el diario El Chileno, un periódico católico que, diariamente, publicaba novelas por entrega, en que “la enfermera se enamoraba del doctor”, y correspondía al apelativo del “diario de las cocineras”, por ser el predilecto de las empleadas domésticas.
La mayoría de los chilenos somos hijos o nietos de inmigrantes. En el siglo XIX el Estado de Chile auspició la inmigración europea, en la misión de Vicente Pérez Rosales; posteriormente, se favoreció la inmigración boliviana y peruana, en el Norte; croata en los extremos norte y sur, y después de la Guerra del Pacífico el ejército vencedor se sintió portador de una misión civilizadora que consistía en expulsar a los mapuches de su propia tierra, a fin de instalar colonos europeos. Nunca hay que olvidad que los gobiernos liberales fueron los más brutales contra los pueblos originarios, y el intelectual argentino, Domingo Faustino Sarmiento, que nuestros pueblos deben elegir entre la civilización o la barbarie.
En los años 30, el gobierno de Pedro Aguirre Cerda encargó a Pablo Neruda embarcar en el Vapor Winnipeg a los refugiados republicanos españoles, que han hecho un gran aporte en los campos de la ciencia, las artes y la cultura chilena.
Se calcula el número de inmigrantes en Chile actualmente en unos 500.000; si sumamos los ilegales, se podría llegar a 800.000, es decir, un 0,4% de la población chilena cifra que comparada con los chilenos en el exterior, es mucho menor – más de un millón -.
El racismo es una de las características de Chile, así sea universal y de procedencia muy antigua: en el siglo XVIII, Voltaire decía: “…Es una pregunta sería si los africanos son descendientes de los monos o si los monos son descendientes de ellos…” Georges Couvier sostenía que “la raza negra… está marcada por su complexión, cabello rizado y cráneo comprimido. Se aproxima evidentemente a la tribu de los monos”.
En la actualidad, los fariseos racistas chilenos jamás emplearían esta frase: todos dicen – de dientes para afuera – no ser racistas y, ahora, con el éxito que obtuvo al recibir el Oscar a la mejor película Una mujer fantástica, en la cual participan dos hijos de Hernán Larraín, todos los oportunistas momios son partidarios de la Ley de Identidad de Género, (si seguimos haciendo buen cine, y Dios mediante otro Oscar, es posible que un director presente una película sobre el tema del matrimonio homosexual y capaz que el congreso chileno lo apruebe).
Los racistas chilenos anti-inmigración se han lanzado con denuestos contra los haitianos, dominicanos y colombianos de la zona Pacífica, precisamente porque, en su mayoría, son negros. La “doctora Cordero sostiene que muchos de ellos son portadores de sida, la tuberculosis, (no sé si a la inefable doctora o a otro colega matasanos se le ocurrió que podrán portar la lepra, <antiguamente en Chile los enviaban a la Isla de Pascua, donde murió el padre Damián, Santo Patrono de Los Sagrados Corazones>).
Recientemente, un racista chileno filmó un video en el cual mostraba la llegada de un chárter con más de 150 ciudadanos haitianos, con sendos sobres amarillos, muy sospechosos para el comentarista del video. Otros nacionalistas han denunciado a varias Líneas Aéreas, responsables de transportar, en masa y de distintos lugares, a inmigrantes haitianos, entre ellas, One Airline, Law, Copa Airline, Avianca y algunas otras. Los vuelos entre Puerto Príncipe y Santiago fueron suspendidos por la Dirección de Aeronáutica hasta tanto se investigue la acusación de transporte ilegal de pasajeros.
La campaña anti-inmigrantes, que siempre tiene éxito en los sectores más incultos e iletrados, no sólo en Chile, sino en todo el mundo, está terminando por generar hechos dramáticos, como la batalla campal, en la Estación Central, en el centro de Antofagasta, contra ciudadanos colombianos, y sobre todo lo acaecido el lunes 5 de marzo, cuando fueron retenidos en el Aeropuerto de Santiago 170 haitianos, entre ellos mujeres, niños y, en su mayoría hombres. La Ley de Extranjería debiera exigir que la Línea Aérea se hiciera del trasporte hacia su país de origen; en todo caso, ante el problema humanitario, Chile debiera encargarse de la alimentación y salud de los retenidos en ese recinto. (Vale la pena ver la película sobre un personaje retenido en el Aeropuerto de Nueva York hasta tanto no se resuelva el problema en su país de origen).
Cabe preguntarse si el avión que traía gente de color hubiese traído españoles, francés y/o alemanes hubieran convertido ese video en viral; la respuesta es lógica: nadie reclama contra esta tipo de inmigración, o bien blanca venezolana, por ejemplo, por el contrario la alaban por el aporte profesional que pueden hacer al país.
Otros chauvinistas pretextan algo tan estúpido como el hecho de que los haitianos pertenecen a otra civilización y, además, hablan un idioma que nadie comprende – el Creole, que se creó para los esclavistas, en 1804, no los pudieran entender; es una mezcla de varios idiomas, entre ellos inglés, francés, español, además de terminología propia -, y no falta el retardado mental que desprecie el multiculturalismo.
Haití logro terminar con la esclavitud 1804 y Chile logró la independencia en 1818. Sin la ayuda de Alexandre Pétion Simón Bolívar nunca hubiera podido liberar la gran Colombia
Los muy hipócritas conservadores chilenos, que no quieren quedar en vergüenza, repiten que la inmigración es buena para Chile, pero “selectiva”, (ojalá alemanes, como le hubiera gustado a Nicolás Palacios), es decir, profesionales, ojalá derechistas, mejor si son fanáticos (antichavistas, los venezolanos), y ojalá con mucho dinero.
A los racistas les encantan las teorías conspirativas: ahora se les ocurrió, nada menos, que comentar que la oleada de inmigrantes haitianos corresponde a un plan maquiavélico planificado por Naciones Unidas, y su agente en Chile, la Presidenta Michelle Bachelet.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
07/03/2018