Los Hermanos Maristas se instalaron en Chile en 1906 con el objetivo de cumplir su tarea en el área de la educación. Su misión se extiende a Argentina y España y a otros países del mundo. Se han instalado en distintas ciudades de Chile, y el primer colegio fundado en Chile tuvo si sede en la ciudad de Los Andes; en Santiago se hicieron cargo del Colegio Alonso de Ercilla y otro en la comuna de La Pintana, destinado este último a niños más pobres.
Tanto en Chile como en Buenos Aires y Barcelona han salido a la luz una serie de denuncias de atropellos sexuales y abuso de poder de algunos Hermanos Maristas; en el caso de Buenos Aires, que tiene un elegante colegio en el barrio La Recoleta, casualmente el rector de la Congregación fue descubierto del delito de haber manoseado a un niño, hace treinta y cinco años: un padre de familia al inscribir a su hijo en dicho Colegio descubrió que el rector había sido el abusador en su infancia. Como es lógico, se hace difícil determinar el número de abusos realizados en esos treinta y cinco años. En Barcelona se han levantado varias querellas contra los Hermanos, y uno de ellos usó gorro pasamontañas para ocultar su identidad.
Uno de los Hermanos, el español Abel Pérez, profesor de Matemáticas, muy estricto y respetado por los alumnos, confesó ante la Congregación haber abusado de 14 alumnos. Durante muchos años estos delitos se mantuvieron en silencio y, legalmente, estos delitos están prescritos. En esa época la solución de la iglesia ante los delitos de pederastia era alejarlos de las aulas encargándoles tareas administrativas o bien, enviarlos a otros recintos de la Congregación en otras ciudades o a un país más lejano, (en el caso de Abel Pérez, lo enviaron del Colegio Alonso de Ercilla al de La Pintana y, posteriormente, lo destinaron a la administración).
Los niños abusados eran conminados a mantener silencio sobre los abusos, so pena de ir al infierno; afortunadamente, en una de las reuniones de ex alumnos, Jaime Concha, narró a los compañeros sobre lo ocurrido con el Hermano Pérez; a partir de este encuentro comenzaron a surgir varios testimonios de otros compañeros.
Jaime Concha, actual médico de la Atención Primaria, denunció en el programa de Televisión Nacional Muy Buenos Días, que había sobrevivido a las violaciones y abusos de algunos de los Hermanos Maristas, que se realizaban en distintos lugares – la sala de clases, la oficina, la Capilla, como también en los paseos, en las Carpas de Lobatos -. Jaime Concha hizo una muy buena comparación entre el pacto de silencio de los Hermanos Maristas y la iglesia católica, y el de los militares durante la dictadura. Las fechas de los abusos coinciden: 1974-1977.
Los niños abusados no se atrevían a contar a sus familias, y adoptaron como estrategia de sobrevivencia bloquear en su cerebro estas dramáticas experiencias que los marcaría para toda su vida, provocándoles trastornos, como pesadillas, insomnio, dificultad para mantener relaciones afectivas permanentes, desconfianza en los demás y misantropía, entre otras secuelas, y no pocos adoptaron el camino del suicidio.
Algunos testimonios prueban la asociación ilícita entre los Hermanos pedófilos y los curas seculares, que se traspasaban mutuamente víctimas infantiles. Al menos, Concha acusa a Cristián Precht y Miguel Ortega, con el pretexto de hacerles un examen de “vocación sacerdotal”, de haberlos desnudado y vestidos luego con una túnica.
La valentía de las víctimas de Fernando Karadima, de luchar denodadamente contra una jerarquía eclesiástica encubridora, ha motivado la decisión de víctimas, no sólo de los Hermanos Maristas, sino también de Salesianos y de otras Congregaciones, entre ellas la de Los Legionarios de Cristo, (“pedófilos de Cristo”), de Marcial Maciel y de John O´Reilly.
En los primeros casos de pederastia, normalmente se daba una relación clasista entre los curas abusadores y los abusados, en el sentido de que los sacerdotes abusadores eran amantes del dinero, arribistas, amigos de los ricos de Chile, pastores de ancianas millonarias y de empresarios con colleras y colonias sofisticadas, y los niños bonitos, rubios y “pelolais”, ningún roto calificaba en estas orgías, (Karadima era íntimo amigo del nuncio Ángelo Sodano y del general Pinochet, entre otros peces gordos, y trataba de “Panchito” al cardenal Errázuriz”).
En la actualidad la pedofilia se ha extendido a las capas medias altas, como es el caso de salesianos y Maristas, (incluso, a algunos pobres, como es el caso de los Maristas en La Pintana).
La pedofilia debería inscribirse en una nueva ley en que se aumenten las penas y el delito no prescriba, o como se hace según el Código Penal argentino, los años de prescripción se cuenten a partir de la denuncia y no desde la comisión del delito.
Ya es hora de que el Estado defienda a la infancia y a la adolescencia y no se convierta también en cómplice de los sexuales contra los vulnerables de la sociedad.
La Congragación de los Hermanos Maristas se ha comprometido a crear una comisión de la verdad y denunciar todos los casos de abusos sexuales en sus distintos colegios.
Ya está bueno que terminemos con el “Cristo ginecólogo”, que condena a las mujeres a la cárcel y, en cambio, protege a los pedófilos, y sea reemplazado por el Jesús verdadero que decía: “¡Ay de aquel que escandalice a los niños, pues más le valiera ponerse una rueda de molino en el cuello y arrojarse al mar”!
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
06/03/2018