Este es el argumento que se utilizó para retirar el cuadro “Hilas y las ninfas” de John William Waterhouse de la Galería Manchester de Inglaterra. Se explicó que la obra de arte constituía un atentado a la dignidad femenina. Me apresuré a buscar el cuadro al óleo en Internet y debo reconocer que posee belleza, sensualidad; y cuanto se arguye diciendo, que su mensaje es inquietante para la dignidad de la mujer, constituye una falacia.
En el Metropolitano de Nueva York, la censura puso los ojos de la Santa Inquisición en un cuadro, donde una niña, posa en actitud sugerente. Se dijo: “Es perturbador darle un sentido sexual a la infancia”. ¿Hacia dónde nos quieren arrastrar con estas majaderías sacadas de regímenes totalitarios, donde se mira con lupa el arte? Los nazis hablaron del arte degenerado, pero igual lo robaban de los países que invadían. En nuestro Museo de Bellas de Santiago, se encuentra en exhibición -suponemos que todavía- “La perla del mercader” del chileno Alfredo Valenzuela Puelma. En ella el artista representa a un mercader que en el zoco, vende a una bella esclava, la cual posa desnuda, sentada en una alfombra. De seguir el criterio de la dirección del museo Manchester, debería ser retirada. O en cambio, poner ahí a un hombre exhibiendo calzoncillos, comprados en el Mall.
Si quienes están empeñados en borrar de la plástica, de la literatura, de la danza, del cine o de la música, cualquiera situación que denigre a la mujer, van a tropezar con ingratos escenarios. En la Biblia, (Génesis 19) las hijas de Lot le dan de beber vino a su padre hasta emborracharlo y que después las posea, porque necesitan descendencia. Han perdido a su madre que se ha convertido en estatua de sal. “Y pensar que Lot la amaba por su dulzura”. Si hilamos fino, podemos encontrar otras situaciones análogas, que impulsen a las censoras a expurgar de La Biblia, estos relatos libidinosos. ¿Qué hacer con las esculturas de Miguel Ángel? Ni hablar del tesoro de obras de arte que hay en el Vaticano, cuya temática bien podría denigrar a la mujer. Hay que arrojarlo todo al basurero de la historia. La música de Bach también puede caer en desgracia, pues su Aleluya es una incitación al pecado carnal. Ni hablar de las óperas, donde hay mujeres asesinadas, gitanas quemadas en la hoguera.
Por este y otros caminos, podemos llegar a la literatura erótica, donde nos vamos a tropezar con “Las Mil y una Noches”, con Henry Miller, el Marqués de Sade, la poesía de Neruda, Parra y Gabriela Mistral, donde no solo hay guiños de amor sensual, sino también de fina voluptuosidad. De seguir en esta riada de éxtasis por eliminar todo cuanto dañe a la dignidad femenina, deberíamos tachar el Diccionario de la RAE. Fuera todas las palabras de contenido sexual, los sinónimos de prostituta, lesbiana, sumisa, abusada… ¿Qué va a suceder con las majas de Goya? A la desnuda la van a vestir y desnudar a la vestida.
Se ha elegido un pésimo camino para defender la dignidad femenina, impulsada por el beaterío de la extrema mojigatería, que ingresa de contrabando en el feminismo. Lo infiltró. ¿Cuál es la actitud de estas censoras cuando ven a una mendiga pidiendo limosna en la calle, a las vendedoras ambulantes ofreciendo ropa usada en las cunetas, para sobrevivir? ¿Saben acaso de aquellas madres que oscurecen la pieza de los niños para que se duerman, pues no tienen a veces qué darles de comer?
El arte, aunque les duela a estas puritanas disfrazadas de feministas, es una manifestación estética de la libertad de expresión, creación, donde se formulan ideas, emociones sin límite. Visión totalizadora del mundo en que vivimos. Por algo el arte menoscaba a la dictadura. Si alguien se enfrenta al cuadro “La creación del mundo” de Gustave Coubert, no puede quedar impávido. Durante años se mantuvo oculto, sin ser exhibido en Francia, aunque usted lo dude. Las cúpulas de infinidad de edificios y templos de distintas culturas a través de la historia de la humanidad, son falos como símbolo de la fertilidad, señoritas beatas, disfrazadas de feministas.