Noviembre 15, 2024

Ernesto Galaz, un soldado del pueblo

Ha muerto un gran chileno, el Comandante en retiro de la Fuerza Aérea de Chile  Ernesto Galaz Guzmán. Sus funerales se efectuaron hace pocos días y la ceremonia se inició con un acto al aire libre, con la presencia de un pequeño contingente de la Fuerza Aérea y una sentida intervención del Capitán Raúl Vergara, ex compañero de prisión, torturas y condena de muerte del Comandante Galaz.

 

 

Dicho acto al aire libre era previo a una solemne ceremonia organizada en honor de don Ernesto por sus compañeros de la Logia Masónica a la que él pertenecía y con la participación de otras instancias masónicas. También se escuchó a sus más cercanos familiares y a un dirigente del Partido Socialista en que él militó toda su vida.

Fue en esa actividad previa cuando luego de escuchar a la banda de la Fach, la rendición de honores, saludo oficial y disparos al aire, ocurrió un hecho que deseo evocar y remarcar porque le considero expresión auténtica y legítima de nuestra concreta realidad nacional en la que, a 45 años del golpe de Estado, todavía no conseguimos plenamente ni toda la verdad ni toda la justicia ni menos toda la reparación necesaria a las víctimas y sus familiares.

Un tema recurrente en nuestras conversaciones con el Comandante Galaz con el que tuve el privilegio de una amistad iniciada hacía años y la satisfacción de haber podido asesorarlo en algunos de sus varios e importantes combates judiciales.

El hecho a que me refiero es que, apenas producidos los disparos al aire una solitaria compañera que formaba parte del público  y que se encontraba a un par de metros de los soldados que dispararon gritó con fuerza y emoción ¡¡ asesinos!! Era notorio que le salía del alma, nada estaba planificado.

Está claro que se trata de jóvenes soldados de hoy, ajenos a la responsabilidad de los criminales del 73 y años siguientes, pero eso no inhibe la circunstancia de que forman parte de institutos del Estado con un vergonzoso pasado reciente y cuyas más altas autoridades hasta nuestros días no han colaborado como debiera ser al esclarecimiento de tantos y tantos crímenes.  Los que disparaban no eran los culpables de tanto crimen, pero , más allá de los buenos deseos, evocan un pasado doloroso que jamás se olvidará.

Escuché discretos comentarios aislados que no compartían aquel firme grito de esa compañera que no se movió de su lugar. Pero, conociéndolo, creo que Ernesto Galaz, ha de haber estado de acuerdo con lo ocurrido, como yo lo estoy. En el sentido que nada está olvidado, el dolor está vivo. Y es que además, no sabemos si aquella compañera lo hizo sólo por una cuestión de principios o si, además, es ella misma familiar de algún ejecutado o detenido desaparecido, o torturado.

De don Ernesto fui amigo como lo he sido de muchos oficiales y suboficiales de la Fuerza Aérea de Chile que, demócratas  y patriotas de verdad, sufrieron duros años de prisión tortura, condenas de muerte, exilio, e injusta deshonra de la que hasta hoy no acaban de recibir justa reparación más allá de algunos gestos simbólicos. ¿Su culpa? Haberse opuesto a esa traición a la patria que fue el golpe del 73.

Aquel fue un sangriento quiebre del orden constitucional y legal para derrocar a un gobierno legítimo que llevaba adelante un proceso de cambios de fondo, dentro de los cauces legales, causando admiración en todo el mundo y preocupación al imperio norteamericano que se las arregló, como siempre ha sido, para comprar empresarios, partidos políticos y medios de comunicación que crearan las condiciones que justificaran la intervención armada contra el pueblo.

Cualquier parecido con la situación venezolana de hoy no es mera coincidencia y que lamentable ha sido el papel de la Cancillería chilena jugando en favor de la oposición golpista en ese país.

El Comandante Ernesto Galaz, junto a numerosos oficiales y suboficiales de la FACH, fué ilegalmente detenido el 14 de septiembre de 1973, torturado y sometido a un ilegítimo Consejo de Guerra y condenado por traición a la patria con sentencia de muerte, luego modificada y tras años de prisión y tortura finalmente desterrado, sufriendo un exilio de más de 10 años.

Nos conocimos en el  exilio, reuniones en La Habana, ciudad de México y otros puntos de América Latina; él formaba parte de quienes dieron vida a la Organización de Militares  Democráticos de América Latina, OMIDELAC, en la que participaron destacadas figuras del continente, entre ellos Gerónimo Cardozo del Uruguay, Hugo Chávez de Venezuela, Richileu Le Voyer  de Ecuador, los chilenos Alamiro Castillo, Raúl Vergara, Efraín Jaña.

En México se produjeron publicaciones en las que él participó y en las que me cupo colaborar en un equipo que encabezaba el compañero, civil,  Jacinto Nazal. Las revistas sobre temas específicamente militares que fueron editadas en México, tuvieron amplia difusión y hoy se las encuentra en los archivos del Museo de la Memoria en Santiago de Chile.

Años más tarde volvimos a encontrarnos en el país y fuimos testigos – y ocasionalmente acompañantes –  de su infatigable combate por la Justicia. Porque Ernesto Galaz y los suyos no descansaron jamás. Nunca se dieron por vencidos.

En búsqueda de Justicia llegaron ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos la que, por sentencia de 2 de Septiembre de 2015 resolvió que el Estado  debía adoptar  “las medidas  legislativas, administrativas, o de cualquier otra índole que sean adecuadas para poner a disposición de las personas condenadas por los consejos de guerra durante la dictadura militar chilena un mecanismo que sea efectivo para revisar y anular las sentencias de condena que fueron proferidas en procesos que pudieron tomar en cuenta pruebas y/o confesiones obtenidas bajo tortura”.

La Corte Suprema de Chile, actuando en consecuencia, anuló las sentencias del falso “Consejo de Guerra” en octubre de 2016. Es más, hizo extensiva dicha nulidad a todos los fallos de todos los irregulares consejos de guerra con los que Pinichet  y los suyos trataron de encubrir sus crímenes.

El Comandante Ernesto Galaz fue un ejemplar militar democrático, como los generales Schneider, Prats, Bachelet, como el comandante Araya. Soldados de honor, soldados de su pueblo, soldados democráticos.

 

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