“Aceptamos con relativa serenidad que se hable de ‘muerte de Dios’ dado que esas palabras no significan gran cosa; pero nos sentimos zarandeados hasta las entretelas cuando Nietzsche blasfema contra las formas de fe en Dios que seguimos profesando, que no logramos dejar de profesar: la identidad personal, la razón científica, las lecciones y el sentido de la historia, las categorías gramaticales, la compasión, la autoinmolación, los derechos del hombre, el democratismo humanista… ¡Qué profundamente cristiana es nuestra sociedad cuando Nietzsche agita contra ella el tirso del paganismo! ¡Qué cristiano debió verse Nietzsche a sí mismo cuando se miró en el espejo de Dionisos! ¡Qué ingenuo es ese ateísmo que cree poder prescindir de Dios como de una creencia manteniendo intactas las gramáticas y los justicieros ideales éticos! Nadie amenaza tanto como Nietzsche la satisfactoria imagen que cultiva de sí misma la sociedad ‘laica y materialista’. (1)
Traigo a colación este párrafo del filósofo Fernando Savater, debido a que después de la derrota de la Nueva Mayoría en las elecciones presidenciales recientes, los análisis se siguen dando vuelta dentro de las categorías sociológico-políticas del mismo paradigma neoliberal, que obviamente no nos llevará a ninguna parte. Esto, obviamente no sucede sólo en nuestro país. En un artículo publicado en este medio con fecha 13-11-2015, con el título “Todo el poder a los ciudadanos”, le replicaba al sociólogo brasileño, Emir Sader que planteaba “una crisis del pensamiento crítico latinoamericano, que no ha sabido defender los logros de estos gobiernos progresistas ante las críticas de personajes como Vargas Llosa o Fernando Henrique Cardoso”, mi réplica consistía en que lo que está en crisis es el llamado ‘progresismo’ y sus gobiernos, no el pensamiento crítico, que a pesar de las censuras y de no contar con los medios de comunicación necesarios, está vivito y coleando.
Es que está más que claro que con los gobiernos progresistas, lo único que progresa y se profundiza es el sistema capitalista en su estado cada vez más neoliberal. Es más, cuando la derecha se autodefine como “centroderecha”, lo hace porque está consciente de que la extrema derecha no cuenta con la mayoría de los votos necesarios en cada elección (aunque tiene cada vez más adeptos), pero esa definición es para la galería, pues toda su actuación política es de extrema derecha (Gobiernos, Congreso, Tribunal Constitucional cuando pierde la votación en el Congreso, etc.). Por el contrario, cuando los gobiernos “progresistas” se autodefinen como “centroizquierda”, su accionar político (incluyo, por supuesto el económico), lo encauzan por la senda del centro, cuya señalización (cosmovisión), sólo les permite virar a la derecha.
Sobre el concepto de modo de producción
Carlos Marx en el Prólogo a Contribución crítica de la economía política, de 1959, concluye que “en la producción social de su existencia los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de esas relaciones de producción forma parte de la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se eleva un edificio jurídico y político y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. (2)
Existe consenso en varios estudiosos de la obra de Marx ((Fioravanti, Sereni, Luporini, Althusser, etc.) para describir que un modo de producción comprende tres niveles o instancias: la económica o infraestructura, la político-jurídica y la ideológica. Estas dos últimas constituyen la superestructura.
Es de hacer notar, que los dos niveles o instancias que constituyen la superestructura, siempre estarán determinados por el nivel o instancia económica que constituye la infraestructura. No obstante, que si bien el nivel económico es determinante, no necesariamente surgirá como dominante. El mismo Marx plantea en El capital, que “mi opinión de que el modo de producción de vida material domina en general el desarrollo de la vida social, política o intelectual… es justa para el mundo moderno, dominado por los intereses materiales, pero no para la Edad Media, donde reinaba el catolicismo, ni para Atenas o Roma, donde dominaba la política”.
Superestructura ideológica
Respecto de las relaciones de producción, Carlos Marx y Federico Engels, plantean en La ideología alemana, que “el modo como los hombres producen sus medios de vida, depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir”. Y más adelante prosiguen: “Lo que son (los individuos) coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por lo tanto, de las condiciones materiales de su producción.” (3)
Si tomamos en consideración, como veíamos anteriormente, que la ideología es un concepto del modo de producción ligado al nivel de la superestructura en una estrecha unidad dialéctica con los otros niveles (el económico y el jurídico-político), debemos analizar las relaciones de esta unidad dialéctica. Refiriéndose a esta relación, Marx y Engels afirman que “los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etcétera, pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias”. (4)
Si Antoine Destutt de Tracy acuñó, en 1801, por primera vez el término ideología, para referirse a la teoría de la formación del pensamiento o “ciencia de las ideas”, Marx y Engels se encargaron de supeditarlo (45 años más tarde), al poder material dominante: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, son también las que confieren el papel dominante a sus ideas”. (5) (Manuel Acuña esbozó en su primer artículo “Elementos para el análisis de las elecciones presidenciales de 2017”, un par de líneas sobre este tópico, cuyo párrafo he reproducido en su extensión).
La instancia o nivel ideológico es la estructura del modo de producción en que se realiza la producción ideológica. Esta pone en una doble relación al hombre: por una parte, establece una relación entre el hombre y el conocimiento y, por otra, establece una relación entre el hombre y la realidad. Ambas relaciones están interrelacionadas y no existen una sin la otra, puesto que todo individuo participa en el conocimiento y en la sociedad sea cual fuere su actividad productiva. En base a lo anterior, podríamos decir, entonces, que es la producción ideológica la que mantiene a los hombres en relación con el mundo, es ella la que les proporciona un cierto tipo de conciencia en relación con su medio de vida y con el medio social en que se desarrolla.
Cuando hablamos de la producción ideológica, nos referimos a una producción de ideas orgánicas para la sociedad, es decir, aquella producción que tenga una cierta influencia en una determinada masa de individuos con un cierto peso social, y no como producto de un fenómeno aislado salido de la mente de un individuo o de un pequeño grupo. Hemos de tener en cuenta que en la historia de la humanidad no han existido siempre las mismas regiones ideológicas dentro del cuerpo ideológico. Éstas han ido transformándose, desapareciendo y dando lugar a otras nuevas con características propias. En la sociedad actual, por ejemplo, el consumo intensivo es un fenómeno ideológico relativamente nuevo, propio de lo que se ha dado en llamar, sociedad de consumo. Existe, evidentemente una ideología de consumo que, incluso, se extiende a la ciencia y a la tecnología.
En referencia a la constante evolución de la producción ideológica, en el Prólogo a la contribución, hay un pasaje que explica con meridiana claridad esta cuestión: “Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo y, del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco, a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción”. (6)
En la segunda parte de esta nota, me referiré más específicamente a la necesidad que tiene la izquierda, la verdadera, es decir la izquierda de izquierda, de trabajar desde la superestructura a través de la educación (por diversos medios), con el objetivo de lograr contrarrestar la hegemonía ideológica de la clase dominante.
Notas:
1) Fernando Savater, Así hablaba Nietzsche, Áltera, Barcelona, 1999, 2ª. ed. p. 20.
2) Carlos Marx, Prólogo a contribución crítica de la economía política, Pasado y Presente, Córdoba, 9ª. ed. pp. 76-77.
3) Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, Pueblos Unidos, Buenos Aires, 1973, pp. 19-20.
4) Ibid., p. 26.
5) Ibid., pp. 50-51.
6) Carlos Marx, Prólogo a contribución crítica de la economía política, op. cit., p. 77.