Luego de bendecir a argentinos y paraguayos durante su vuelo, el papa Francisco tocó la tarde de este lunes suelo chileno a las 19:14 hora local, en el inicio de una visita de tres días. Recibido en calidad de jefe de Estado por la presidenta Michelle Bachelet, en el aeropuerto internacional Arturo Merino Benítez, la máxima figura del Vaticano descendió sonriente por la escalerilla de la nave.
Jorge Mario Bergoglio, de nacionalidad argentina, estudió en Chile durante un año y retorna a este territorio en calidad de Sumo Pontífice con una apretada agenda que lo llevará también a las ciudades de Temuco e Iquique.
Para no variar en su estilo, rompió por lo menos dos veces el protocolo para saludar a alcaldes agrupados entre las autoridades y a numerosos representantes de los más de mil voluntarios que se dieron cita en la terminal aérea.
Luego se detuvo junto a Bachelet para escuchar a la Orquesta Sinfónica Juvenil de la dirección cultural de La Moneda, que interpretó la Segunda Canción Vaticana y acompañó a la niña Constanza Wilson en un Clásico Villancico.
Wilson recibió un beso del Pontífice e igualmente de la dignataria, antes de dirigirse a un auto azul de mediano tamaño, al cual subió en el asiento delantero al lado del conductor, otro hecho poco habitual en estos niveles.
Ya en el vehículo, accedió a responder preguntas ante la insistencia de numerosos periodistas: ‘Muy contento de volver a Chile, les doy a todos los habitantes de este país mi bendición’, anotó.
Su Santidad, en su sexta gira por América Latina, inició su primer recorrido hasta la Parroquia San Luis Beltrán en la comuna de Pudahuel, antes de proseguir hacia la Nunciatura Apostólica, donde pernoctará.
Allí será objeto de una ceremonia de bienvenida, aunque en el propio avión que lo trajo a la nación sudamericana intercambió a su llegada con el nuncio apostólico, el arzobispo italiano Ivo Scapolo, elegido por Benedicto XVI en 2011.
Vallas, afiches, banderolas y grandes carteles adornan hoy a la capital chilena, donde numerosos fieles rodearon la Parroquia de San Luis Beltrán, donde Francisco I rindió homenaje en su tumba al llamado obispo de los pobres, Enrique Alvear.
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