En estos últimos días los partidos políticos llamados de “centro-izquierda se han abocado al ritual de la autocrítica, con motivo de la derrota, en la segunda vuelta, en las elecciones presidenciales, autocrítica meramente formal que no conduce, a mi modo de ver, a cambios substanciales a las verdaderas causas que originaron la derrota.
La primera condición para una crítica es ver la realidad tal cual es: la derrota del 17 de diciembre no es un hecho eventual, sino que toca las raíces de una izquierda que se alejó no sólo de los movimientos sociales, sino también de su relación con los sectores populares que, históricamente, han representados por los partidos que se autodenominan de izquierda.
Mientras los partidos políticos que componen la izquierda no sean capaces de visualizar con claridad la magnitud de la última derrota en toda su profundidad, pasarán el tiempo culpándose entre sí, lo que permite vislumbrar una oposición tan inútil como la que hizo la Concertación durante el primer gobierno de Sebastián Piñera, que si no hubiera sido por el movimiento estudiantil y el de las provincias, a partir de 2011, el gobierno de la derecha tenido el camino abierto para actuar a su antojo. De la derrota de diciembre no se puede culpar solamente el haber tenido un candidato débil e inexperto, sumado a un equipo programático sin visión ni proyecto de país que, en los días sucesivos a la primera vuelta se dedicó a contradecir al candidato en aspectos fundamentales de sus propuestas, en vez de convencer con un programa sólido que lograra interpretar e involucrar a la ciudadanía.
Mientras la izquierda no sea capaz de medir la magnitud de la derrota y más bien busque un alibi para justificarse, le seguirá regalando a la derecha más éxitos electorales.
Por primera vez desde 1920, las comunas carboníferas de Lota y Coronel habían dado siempre el triunfo a la izquierda. En esta última elección, por primera vez en la historia, el candidato Sebastián Piñera aventajó a Alejandro Guillier. No podemos culpar a los antiguos mineros del carbón – hoy convertidos en peluqueros y en otros oficios que no les son propios – de esta debacle.
Si leemos y analizamos La geografía electoral de Chile, publicada por Ricardo Cruz-Coke, Edit. Del Pacífico, y las obras más recientes de Germán Urzúa Valenzuela, comprobaremos que las provincias de Tarapacá y Antofagasta, mineras por excelencia, a partir de los años 30 siempre ganó la izquierda. Hoy, en ambas provincias, más Atacama y Coquimbo dieron su voto al candidato Piñera. Sólo el triunfo de la derecha en la Araucanía es más explicable, pues la derecha ha ganado en varias ocasiones, pero la cifra del 62%, en la última elección, da para meditar qué se hizo de malo para que la región más pobre de Chile y, además, amenazada con la intervención militar, al menos por parte del fascista José Antonio Kast, diera su contundente resultado en favor de la derecha.
Que las comunas ricas sumaban el 80% de la concurrencia a las urnas, mientras que las populares no llegaban ni a la mitad, da qué pensar: los “caballeros” de Chile y la clase media emergente tiene mucha más conciencia de clase que los pobres y marginados de la sociedad. De nada sirve recordar el análisis de “la clase en sí y para sí”, de Carlos Marx, o lo de el “lumpen burguesía y lumpen proletariado”, de los años 60, (la expresión de “fachos pobres” es muy buena para sacarse el pillo, pero no da cuenta de la desastrosa conducción de los líderes de izquierda durante la campaña electoral).
El mea culpa por parte del Comité Central del Partido Socialista – realizado el domingo último – es bastante inútil, pues no va directamente a la vena: llamar a la unidad desde los democratacristianos hasta el Frente Amplio significa un abstracto piadoso deseo si no va acompañado de un verdadero plan político que refunde la unidad política y social del pueblo y, además, un cambio radical en los partidos, hoy burocráticos y cada vez más lejanos dela sociedad en su conjunto, utilizada solamente para los procesos electorales.
La Democracia Cristiana, hoy reducida a dimensiones liliputienses, es incapaz de atraer a las capas medias emergentes, que se movilizan por el miedo a perder sus prebendas y, como diría Thomas Mann respecto de la burguesía, “siempre funciona como el equilibrista a punto de caer en la cuerda floja. Hay que reconocer que Piñera y la derecha, no sólo fueron capaces de mostrarse unidos, sino también interpretaron bien a los ciudadanos que querían cambios, con la condición de asegurar que no se pusiera en peligro lo ya conquistado.
La izquierda, tal como se encuentra hoy, está condenada a ser subalterna y derrotada, por consiguiente, si se pretende volver a reconquistar el poder, habría que repensar la visión y proyecto de país y superar el “despotismo ilustrado”, propio de los líderes de la izquierda tradicional. Nada se consigue con llorar ante lo perdido, ni menos, rezar cinco jaculatorias a la virgen Bachelet.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
10/01/2018
Bibliografía
Cruz – Coke Ricardo Geografía electoral de Chile Pacifico
Cruz – Coke Ricardo Historia Electoral de Chile Jurídica 1984
Urzúa Valenzuela Germán Historia política de Chile y su evolución electoral Jurídica 1962
Voto Comunista
|
1941 |
1961 |
1965 |
1965 |
Tarapacá |
31,87 |
23,8 |
37,4 |
31,9 |
Antofagasta |
41,36 |
20,7 |
21,2 |
23,1 |
Arauco |
34,9 |
24,2 |
21,3 |
23,4 |
Voto Socialista
|
1953 |
1957 |
1961 |
1965 |
Tarapacá |
20,3 |
12,4 |
7,3 |
15,5 |
Antofagasta |
11,05 |
11,05 |
15,3 |
|
Arauco |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Partido Conservador
|
1953 |
1957 |
1961 |
Tarapacá |
1,99 |
1,30 |
5,6 |