Es el Teatro del Silencio reanimando nuestra tan enorme animita (como la de Romualdito) llamado Museo de la Memoria en Matucana.
Parte de la memoria del trabajo de Mauricio Celedón. Desde que partieron en Chile el año 1987 presentando en el galpón de Matucana 19 la obra TRANSFUSION a este homenaje a Beckett, pasando por Radrigán, dice Mauricio, que mira concentrado el desarrollo de la obra que dirije, al lado donde la banda de música realiza su trabajo.
Treinta años después presenta Oh Socorro!
Por esa época no estaba el Museo de Memoria.
No estaba la Democracia. Esperábamos a Godot. Esperábamos en el segundo piso del edificio matucanero ver si reaparecía por la calle con su guitarra el maestro Víctor Jara.
Está su poema escrito en el viejo Estadio Chile transformado en un campo de concentración.
Es Radrigán, uno de los maestros de Celedón que el mismo resalta con la chica columpiándose en el aire. Herramienta de juego de algunas plazas de infancia. Herramienta de circo. Mientras la chica se columpia, la banda del teatro mudo comienza a interpretar “A Desalambrar” de V. Jara y el público que repletaba la enorme mano de piedra del Museo, lentamente la comienza a tararear.
La avenida Matucana vivía otro de sus ritos de identidad Mapochina.
Por la matucana de piedras picunches pasaba el grupo transfusionando x el horroroso nocturno milico de esos años. Pasaban arrastrando en carros de la vega un ramillete de mestizos actorazos y a medio morir saltando. Antes los carros de la vega, ahora las sillas de ruedas. La misma desde donde se levanta la bestia a la bajada del avión.
Celedón ríe en sus 30 años matucaneros y mundiales. Cuenta que la obra está viva y tendrá variantes en la excárcel de Valparaíso en este enero de Teatro a mil.
Y mientras se balancea también murmura lo que canta la de la banda. Que la tierra es mía, tuya y de aquel. Y otro actor subido al árbol de la avenida de la memoria pregunta a los transeúntes si conocen a Godot. Si conocen al Pérez que se balancea en matucana 100. Si no les pasa que a veces se nos pone la piel de gallina. Marrichiweu!