Diciembre 26, 2024

“¿En qué momento se jodió el Perú?”*

La novela transcurre en la época de la dictadura del general Manuel Odría. (Aún recuerdo que en Chile, los opositores gritaban “Ibáñez, Perón y Odría, es la misma porquería”; los años 50 se consideraba uno de los tantos decenios en el mapa latinoamericano estaba plagado de militares en el poder).

 

 

 

En el Perú se da el caso contrario al que describía Aníbal Pinto Santacruz, en  la obra Chile, un caso desarrollo frustrado editorial pacifico; según el autor, en nuestro país existía un sistema político según los estándares europeos, con partidos históricos, pero una economía subdesarrollada. En Perú ocurre justamente lo contrario: una política funesta y un desarrollo económico, que Chile envidiaría – los peruanos pretenden alcanzar el 4%, mientras que Chile llega, apenas, al 1,7% -.

 

Marcelo Odebrecht viene de confesor que aportó a todas las candidaturas presidenciales del Perú, desde Alberto Fujimori hasta Pedro Pablo Kuczynski – Fujimori, Alán García, Alejandro Toledo, Ollanta Humala y el actual Presidente, PPK-. Según el testimonio de Odebrecht, él mismo había asistido a una conferencia que dictaba el actual Presidente, en calidad de consultor de su empresa.

 

El indulto otorgado recientemente  por PPK al dictador Fujimori carece de toda validez jurídica, toda vez que en fallo se incluye el secuestro agravado del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer. Esta figura penal impide a un gobernante dictar un decreto de indulto humanitario. Por otro lado, en el mismo fallo, referido a los crímenes de La Cantuta y de Barrios Altos, se les califica como crímenes de lesa humanidad, lo que no permite la prescripción, ni el indulto.

 

Sobre este mismo tema, en el plano internacional la Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó este indulto y, por otra parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que había rechazado los indultos al grupo criminal Colina por la masacre perpetrada en La Cantuta y Barrios Altos, deberá realizar el caso en el mes de febrero de 2018. De ser contrario el fallo al gobierno peruano, terminaría muy dañado, pues los Acuerdos  internacionales siempre se incorporan a la legislación nacional.

 

El gobierno de PPK, en 2018, tendría que enfrentar tres escenarios posibles: en primer lugar, que Alberto Fujimori logre unificar su familia y su partido, Fuerza Perú, y gobierne junto a PPK; en segundo lugar, que se canse de mantener el “espantapájaros” de PPK –  reina, pero no gobierna – y que, de una vez por todas, el Congreso lo declare en vacancia y convoque a elecciones generales; en tercer lugar, que se le haga imposible gobernar con un Partido de 15 congresistas de 130, y se vea forzado a renunciar, máxime si se le comprueba sus relaciones con Odebrecht.

 

El que “la voz del pueblo sea la voz de Dios” es una falacia pues, en la mayoría de las veces, ha apoyado a dictadores, (en Chile lo hizo con la dictadura de Augusto Pinochet y, en Perú, el 80% se inclinó a favor de que Fujimori cerrara el Congreso, en 1992; hoy, un alto porcentaje aprueba el indulto a Fujimori, según la encuesta IPSUS; ahora, en Chile, los fachos pobres eligen a Piñera por goleada y, en la Araucanía logra más del 62%).

 

La petición de Perdón, desde su lecho de “enfermo imaginario” es, francamente, sarcástica: no se arrepiente de los crímenes de terrorismo de Estado, especialmente de La Cantuta y Barrios Altos, mucho menos de los secuestros, como tampoco de haber sustraído millones de dólares al fisco peruano; y sólo se limita a disculparse con  quienes fueron opositores políticos a su gobierno.

 

Los criminales del Comando Colina sólo fueron condenados a 25 años de prisión, pues en la época en que se dictó el fallo esta era la pena máxima; Santiago Martín Rivas y su adjunto, Carlos Pichilingue, nunca se han arrepentido de los crueles asesinatos y torturas a personas muy pobres, como lo eran los habitantes de la Calle Jirón de Hualta, en su mayoría vendedores callejeros de helados que, el 3 de noviembre de 1991, llevaban a cabo una “pollada” para reunir fondos y reparar los desagües de una casa, que databa del siglo XIX. El Comando asesino, usando pasamontañas, mató a 15 personas, entre ellas  personas, entre ellas al  niño de 8 años,  Javier Ríos. (Conocida como la masacre de Barrios Altos).

 

En la Cantuta, el mismo Comando Colina raptó al profesor Muñoz y a nueve alumnos, quienes fueron conducidos a un sitio baldío y luego masacrados. Gracias a una carta entregada a un congresal por un grupo de militares que se oponían al trío Jujimori-Montesisnos-Nicolás Hermoza Ríos – este último, general en jefe del ejército – se conoció el caso de la Cantuta; un mapa indicaba dónde se encontraba depositados los huesos calcinados de unos de los asesinados, que habían sido trasladados de entierro improvisado a un lugar donde sus cuerpos fueron cremados. (Si lo comparamos con hechos ocurridos en Chile durante la dictadura militar, este caso es similar al “traslado de televisores”, cadáveres arrojados al mar; repugna a la conciencia de personas bien nacidas la poca solidaridad que ha despertado en Chile el corrupto indulto de PPK a Fujimori).

 

 

 

*Santiago Zavaleta en Conversaciones en la Catedral, de  Mario Vargas  Llosa

 

 

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

 

31/12/2017   

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