Noviembre 15, 2024

Recordando el futuro

A propósito de los resultados de la segunda vuelta presidencial de ha conocido variados análisis y comentarios que intentan explicar el triunfo de la Derecha con Piñera y la derrota de la Izquierda con Guillier. Hay para todos los gustos y en la mayoría de los casos se registra, afortunadamente, una fuerte autocrítica que, en algunos casos, llega incluso a la exigencia o autoexigencia de revisión completa de la estructura y orientación de algunos de los partidos políticos de la llamada “centroizquierda”. Se ha llegado a hablar de requisitos “académicos” para integrarlos (¿?)

 

 

 

Una suerte de constante en los comentarios es atribuir buena parte de la responsabilidad a la Democracia Cristiana, tanto por no haber aceptado en su momento una candidatura única de la Nueva Mayoría, como porque desde el interior de ese partido surgieron voces que mostraron preferencia por quien fuera prófugo por estafa al Banco de Talca.

 

Otros análisis en cambio optan por trasladar responsabilidad al Frente Amplio cuyos máximos dirigentes no habrían hecho llamados suficientemente claros para derrotar a la Derecha o por haber intentado homologar ambas candidaturas de segunda vuelta como si fueran la misma cosa.

 

Tales conclusiones, aunque contengan elementos reales, no nos parecen suficientes como para atribuírles la causa de la derrota, o su factor fundamental.

 

También se ha mencionado la falta de experiencia política del candidato, o de la falta de unidad suficiente al interior de la Nueva Mayoría, o de las contradicciones programáticas, o  de la brutal campaña anticomunista de los medios de comunicación en general.

 

Tampoco han faltado aquellos que responsabilizan de lo ocurrido al actual gobierno de la Presidenta Bachelet porque  no habría dado cumplimiento íntegro a sus compromisos de campaña o de su programa de gobierno.

 

La mayoría de los factores citados, cada cual en su medida, tuvieron su nivel de influencia, su peso específico en la conciencia social y en los resultados. Pero no nos parece todavía suficiente explicación y habrá que pensar y repensar lo sucedido a la luz de la concreta realidad objetiva del país, de América Latina y del mundo en que vivimos.

 

Es preciso adentrarse en las profundidades más allá de la superficie. Contar con el conjunto de los antecedentes, no atribuir como causa de lo sucedido a uno o dos o tres circunstancias, sino al conjunto. Y tampoco quedarse en los titulares, sino adentrarse en los contenidos reales de cada uno de los hechos ocurridos.

 

Uno  de ellos es el alto nivel de abstención registrado. Importa mucho lograr establecer qué razones pudieran explicar porqué votó menos de la mitad de los chilenos y chilenas en aptitud legal de hacerlo. ¿Cómo es posible que  menos de la mitad de los electores defina el futuro del conjunto de la sociedad chilena?¿Qué pasa con el resto de los electores?¿Tan poco le importa a la sociedad chilena quiénes la conducirán?

 

También debiera buscarse explicaciones al porqué determinados sectores del electorado cambiaron su posición entre la primera y segunda vuelta. Y es preciso desentrañar también las razones que hicieron que la inmensa mayoría del país augurara un “muy estrecho resultado” que resultó tan distinto de lo sucedido.

 

Adentrándonos en lo que se ha dicho, digamos por ejemplo que en lo relativo a la gestión de este gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, lo objetivo es que a pesar de todo y en medio de las dificultades conocidas, sin duda será recordado como el gobierno que dio, por fin, inicio real, objetivo, a la transición desde el modelo de sociedad impuesto  por la dictadura a una sociedad democrática de veras, en cuyo centro esté la participación popular y la consagración de los derechos sociales como cuestión central del Estado.

 

Un Estado que además debe recuperar las facultades que le fueron saqueadas y traspasadas a los grupos económicos al precio de miles de vidas humanas, de miles de torturados, desterrados o simplemente asesinados.

 

En esa dirección se avanzó y sobran los ejemplos que lo ilustran, desde el fin del bi nominal, el comienzo de la reforma tributaria y de la reforma laboral, la recuperación de la Educación para todos, la Salud y decenas y decenas de reformas políticas, sociales y democratizadoras como no vimos jamás desde que terminó la dictadura. Y lo fundamental: inició el camino para una Nueva Constitución Política. Todo sin mermar la Economía.

 

El asunto es entonces algo más complejo y no basta con el análisis del comportamiento de cada uno de los partidos, el contenido programático de las candidaturas, la conducción de la campaña o las características de los candidatos.

 

Mucho más cuando el fenómeno dista mucho de ser meramente local. En rigor, es el continente latinoamericano en su conjunto el que vive – en general – un período de reflujo de las fuerzas avanzadas y un tiempo de ascenso de los sectores más conservadores y anti democráticos. Dado lo cual, no hay más alternativa que asumir los desafíos de este tiempo nuevo en las condiciones que hoy se dan y que marcan diferencias con otros tiempos. Estamos conminados a mirar más lejos, sin ocultar o ignorar la historia.

 

Lo sucedido y lo que sigue sucediendo al interior de la Democracia Cristiana, por ejemplo, se corresponde plenamente con lo que ha sido su historia, signada por la pugna entre los diversos sectores que la integran. Son expresiones de lo que han sido y son sus comprensibles contradicciones en materias  de fondo y que asomaron desde sus primeros tiempos como Falange Nacional.

 

Estoy convencido que la inmensa mayoría de sus militantes es sin duda fiel al pensamiento de aquel Cristo que defendió a los pobres y lanzó a los mercaderes fuera del templo, y han estado y estarán por los cambios que favorecen al pueblo. Pero ha habido y hay todavía allí quienes no se sienten incómodos junto a aquellos que no debieran estar en ese mismo templo.

 

Lo vivimos durante los años del gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva de los años 60 en los que por algo fue convocante aquel llamado a “ unir a los que, dentro o fuera del gobierno, están por los cambios, en contra de aquellos que, dentro o fuera del gobierno, se oponen a los cambios…” No olvidemos el nacimiento del MAPU y de la Izquierda Cristiana como consecuencia de aquellas contradicciones. Así como años más tarde hubo diferencias entre quienes convergieron con la Derecha en la desestabilización del gobierno de la Unidad Popular y aquellos que siempre se opusieron al intento golpista que orquestaba la CIA, la derecha, El Mercurio y los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas.

 

No es por nada que ilustres militantes históricos no renovaron su compromiso militante o han renunciado recientemente. Con todo, no creo que haya que buscar en la DC ni en los sectores que influye a los culpables de lo sucedido. No es de modo alguno la causa principal de lo sucedido.

 

Tampoco corresponde responsabilizar de la victoria de Piñera al Frente Amplio, por lo que haya hecho o dejado de hacer. De ninguna manera es lo fundamental. El FA es un movimiento nuevo, interesante, importante, tiene las lógicas contradicciones que emanan de su origen y composición, pero en modo alguno se le podría responsabilizar de lo sucedido. Digamos que, en cambio y con mirada de futuro, la relación de la Izquierda histórica con el Frente Amplio adquiere una singular importancia. Y es una tarea de hoy, del momento que vivimos.

Otro hecho real es la responsabilidad en el tema de la conducción política de la campaña presidencial. No hay duda que hubo mayor cohesión y unidad en el caso del candidato de la Derecha y el Pinochetismo que en el caso del candidato de la Nueva Mayoría. Pero para acercarse seriamente a las causas de fondo que expliquen nuestra derrota y otras derrotas en el vecindario continental creemos que falta todavía un trecho por recorrer.

 

En esa dirección estimamos que el análisis debe orientarse a descubrir las razones que mueven a los distintos sectores sociales. ¿Porqué las masas actúan en tal o cual sentido? Y para una tarea de esas dimensiones se requiere de un soporte intelectual que abarque las disciplinas adecuadas que den respuestas en el campo científico, económico, ideológico, a la conducta de los diversos actores de la sociedad, acorde con las transformaciones objetivas que se producen en el mundo real.

 

Porque estamos convencidos que para avanzar en el camino de las transformaciones indispensables se requiere la máxima claridad posible respecto de los cambios de la conciencia social como resultado a su vez de los cambios en la estructura económica y política ocurridos como consecuencia del desarrollo industrial, científico y tecnológico.

 

Hablo de asumir que hay una sociedad a la que llaman modernizada, y en que hay elementos a considerar en el análisis de la vida material de los ciudadanos de nuestro tiempo. Sin duda se ha logrado instalar en sectores crecientes la falsa creencia de un supuesto bienestar. Columnistas del pinochetismo han llegado a sostener la existencia de un “chileno moderno y silencioso que prefiere la convergencia y no la división”.

Una ingeniosa broma que circuló al día siguiente de la segunda vuelta, retrata ese estado de ánimo, esa mirada de un falso bienestar que los dueños del poder real han logrado instalar. Es aquella broma que dice  que Más temprano que tarde, se abrirán las grandes multitiendas, por donde pase el hombre endeudado para cambiar la tele”

Es que hay desplazamientos que reflejan cambios experimentados en la composición social y por tanto cambios consecuentes en el pensamiento y la conducta policía de los actores. ¿Cómo explicar si no la derrota en Lota y Coronel, en donde en los años del Carbón todas eran victorias? ¿Qué pasa hoy con el proletariado?

 

Esa falsa sensación de bienestar material a costa del endeudamiento de más de cuatro y medio millones de chilenos es la que lleva a muchos a pensar que la economía de mercado es compatible con un estado de bienestar. El aceite y el vinagre. Social democracia y Mercado. Detrás de la maniobra están los jerarcas del ancestral anticomunismo que nunca descansa y al contrario retorna con fuerza cada cierto tiempo al impulso de nuestros políticos de las cavernas, del diario golpista El Mercurio, y de otros conocidos de siempre.

 

Ahora bien : este fenómeno social no es otra cosa que consecuencia directa del apagón cultural impuesto de modo brutal por la dictadura. Es el oscurantismo generalizado, por más que se le disfrace de modernidad.

 

Y es lo que hizo posible volver a tener como Presidente de la nación a un personaje con un bajo nivel cultural e intelectual que representa fielmente al modelo impuesto a sangre y fuego por un dictador al que el mandatario electo defendió calurosamente.

 

Sobran razones que explican el llamado apagón cultural. Durante muchos años Chile estuvo y todavía no se recupera totalmente sin Educación para todos, suprimidos los cursos de Educación Cívica, sin Literatura Universal, ocultos los grandes de la Cultura, perseguidos, encarcelados o asesinados hombres y mujeres del mundo intelectual, enseñando historia sólo a partir de determinados años, etc…Lógicamente se generaron fenómenos de olvido, de desconocimiento, de ignorancia.

 

Todo ocurre además en tiempos en que los libros son reemplazados por aparatitos manuales que rebajan sensiblemente el conocimiento y la cultura. Sumémosle a lo anterior y de modo categórico para explicar el oscurantismo el predominio  de los medios de comunicación en los que, con escasas excepciones, sólo se difunden las ideas de los representantes del mundo más reaccionario. Hasta un ex ministro del dictador y especímenes semejantes son figuras conductoras en debates televisivos. Todavía falta para que se enciendan todas las luces. Buena parte del apagón persiste.

 

Concluyo sosteniendo finalmente que aunque no es nada sencillo habrá que asumir el deber de considerar, en las condiciones concretas que hoy sean posibles, la cuestión del poder real en la política, sin lo cual nunca avanzaremos lo suficiente. Ese es el tema de fondo, de eso se trata. Allí es donde están las explicaciones verdaderas. Es el poder real de la política lo que explica la situación que vivimos. Hablo de la fuerza material es decir las Fuerzas Armadas. De la fuerza económica, es decir de los grandes grupos económicos y de la fuerza ideológica, es decir los medios de comunicación. Son los centros de poder que mueven y deciden en última instancia y no querer verlo es no querer ver la realidad.

 

Si de veras pensamos en un futuro mejor para el conjunto de nuestro pueblo, con una nueva Constitución, con Educación y Salud para todos, con un nuevo régimen de Previsión para los trabajadores, una democracia real, la descentralización, el rescate del litio, del agua, en fin ese Chile nuevo que sueña la mayoría de la población, eso sólo será posible si logramos, en las condiciones de la época y conforme la correlación de fuerzas existente, inclinar en esa dirección a los factores del poder real.

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