En el período republicano, (1038-1973), el Congreso Nacional debía decidir entre las dos primeras mayorías y, generalmente, lo hizo por el candidato presidencial que obtuviera el mayor número de votos. Ocurrió en 1946, entre el radical Gabriel González Videla y el conservador socialcristiano, Eduardo Cruz-Coke; en 1952, entre Carlos Ibáñez del Campo y Arturo Matte Larraín; en 1958, entre Arturo Alessandri Rodríguez y Salvador Allende Gossens; en 1970, la disputa en el Congreso se dio entre los dos últimos candidatos de 1958.
Los Presidentes González Videla, Alessandri Rodríguez y Allende Gossens gobernaron con poco más de un tercio de la votación. A este sistema, en que el Presidente tiene minoría electoral y en la composición del Congreso, se le denomina “un régimen de doble minoría”.
El balotaje, imitado del semipresidencialismo francés, pretendía dar solución a este problema, pero la diferencia radica en que en Francia se aplica un sistema mayoritario a dos vueltas y, además, el Primer Ministro debe ser ratificado por la mayoría en la Asamblea Nacional – es la razón por la cual se pudo dar, en varias ocasiones, “la cohabitación” entre un Presidente de signo político distinto al del Primer Ministro -. Durante el gobierno de François Mitterrand se aplicó el sistema D´Hont, pero fue un rotundo fracaso, pues la proporcionalidad dificulta la formación de mayorías parlamentarias.
En Chile, los gobiernos de minoría tenían varios instrumentos para gobernar, incluso, con minorías parlamentarias: con sólo un tercio en las Cámaras el Presidente de la República podía gobernar sobre la base del veto, además, podía usar los decretos de insistencia y el empleo del calendario legislativo para determinar urgencias y la imposibilidad de iniciativas parlamentarias en cualquier proyecto que implicara gastos fiscales. En el período llamado extraordinario de sesiones, la iniciativa pertenecía al Presidente de la República.
El Parlamento contaba con el arma letal de las acusaciones constituciones en contra de Presidente, ministros, intendentes, subsecretarios, así como altos dignatarios del Poder Judicial y altos oficiales de las Fuerzas Armadas. Sólo dos Presidentes fueron acusados constitucionalmente, Carlos Ibáñez del Campo – libelo aprobado por la mayoría en el senado – y Arturo Alessandri Palma – acusación rechazada con la mayoría de la derecha -. En los gobiernos de Ibáñez y de Allende se produjo un récord de acusaciones constitucionales contra los respectivos ministros, que prosperaron, pues tenían minoría parlamentaria.
Desde comienzos del siglo XXI, los Presidentes son elegidos por una minoría del universo electoral, por consiguiente, son legales en el ejercicio de su cargo, pero no representativos – Michelle Bachelet, por ejemplo, tuvo apenas el apoyo del 25% de los electores, y Guillier o Piñera, si se repite la abstención de la primera vuelta del mes de noviembre, tendrán entre el 20% y el 25% de apoyo ciudadano, es decir, son legítimos desde el punto de vista legal, pero la mayoría de los ciudadanos no lo eligió, lo que equivale a que son minoritarios con respecto al universo electoral – exagerando, al igual que en el parlamentarismo, sólo representa una minoría plutocrática -.
Es cierto que la instauración de la segunda vuelta exige la elección del Presidente de la República con el 50 + 1 de los votos, pero no le otorga la mayoría de la ciudadanía, pues sólo vota menos del 50% en los inscritos en los Registros Electorales.
El antiguo sistema binominal – impuesto por la dictadura – es el más degenerado de los sistemas proporcionales y, aun cuando el sistema de partidos políticos no varió substancialmente, sin embargo, tuvo el efecto de llevar al Parlamento a sólo dos grandes combinaciones políticas, concentradas en lo que denominamos “el duopolio”.
Los sistemas parlamentarios, como el español, permiten la existencia de gobiernos llamados minoritarios – es el caso de Mariano Rajoy, Presidente delo gobierno, con minoría en las Cortes, que logra subsistir gracias al voto de partidos políticos regionales, como el Nacionalista Vasco o El Canario -. Poco cuesta comprarse o comprometer a un parlamentario con alguna obra pública en su región, así sea con dineros mal habidos.
Durante el período republicano chileno también se utilizaban métodos similares al español: nada costaba comprar a un diputado o senador, que podía lucirse ante sus electores con un favor concedido por el gobierno – por ejemplo, dar trabajo en un marino que se mareaba en tierra -.
Si ganara Sebastián Piñera tendría 72 diputados de un total de 155; en el senado, de todas maneras tendría minoría; de triunfar Alejandro Guillier, podría contar con 43 diputados, más 14 democratacristianos y uno del PRO, es decir, un máximo de 58 diputados. La mayoría simple es de 78 diputados de 155. Hay cuatro diputados de los Regionalistas Verdes que son accesibles si se les promete obras en infraestructura en sus regiones, y algunos otros favores para sus clientes. Piñera podría contar con 72 + 4 que daría 76, a dos de la mayoría simple; y Guillier, 58+10 del frente amplio daría 78, por consiguiente, necesitaría diez votos que podrían provenir del Frente Amplio.
Cualquiera de los dos candidatos que triunfe en este balotaje tendría mayoría para lograr la aprobación de proyectos que exigen quórum especial: 3/5 o 2/3, por consiguiente, se ven constreñidos a administrar sin proponer ningún cambio substancial.
En el caso de Piñera, tiene pocas posibilidades de ampliar la alianza hacia la Democracia Cristiana, pues todos los senadores elegidos son más “rogelios” que los mismos comunistas – la izquierda democratacristiana es mil veces más avanzado que, por ejemplo, los anquilosados Partidos PPD y PS – y nada ganaría con ganarse el favor de Andrés Velasco y de su Partido Ciudadanos, pues no tiene ningún parlamentario -.
El Frente Amplio ha manifestado su voluntad de formar parte del gobierno de Guillier, más bien de hacer una oposición constructiva, por consiguiente, al igual que Piñera, tiene pocas posibilidades de gobernar sobre la b ase de alianzas.
Depende del tipo de oposición que adopte la centro-izquierda respecto a Piñera – ha ganado todos los “premios limón” -, si se deciden seguir el c amino de Aniceto Rodríguez respecto al gobierno de Frei Montalva, es decir, “negarle la sal y el agua”, lo pueden dejar en la política a fuerza de acusaciones constitucionales contra sus ministros, por ejemplo; si adopta una posición moderada, podría sólo aprobar proyectos progresistas – como la gratuidad en educación – y rechazar los demás – es decir, formar un frente “todos contra Piñera”, como antaño se hiciera contra los radicales y, posteriormente, contra Ibáñez.
En el caso de ganar Guillier, la oposición desataría la campaña de terror económico, y una vez que se le haya pasado la frustración y el miedo auto-provocado, seguramente, tratará de infiltrar el sector más moderado del eventual gobierno de Guillier – como ya la hicieron con Bachelet vía Jorge Burgos y Rodrigo Valdés -.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
15/12/2017