La segunda vuelta para elegir al presidente de Chile que gobernará el país entre marzo de 2018 y marzo de 2022 enfrenta a dos candidatos que tienen algo en común: Mentir a sus electores. Y no sólo ellos mienten, sino que también mienten los dirigentes de los partidos de la Nueva Mayoría y los dirigentes de la Alianza por Chile. Así de concretos son los hechos de la causa.
Las mentiras, acomodos y transacciones, en beneficio propio, de Sebastián Piñera, son proverbiales. Por su parte, Alejandro Guillier mintió a todo Chile como rostro publicitario de las Isapres, y sus posturas sobre cambios estructurales en el sistema socio-político y económico están lejos de lo que el pueblo reclama. Ambos candidatos se encuentran distantes de los cambios que podrían convertir realmente a Chile en un país justo y democrático.
Piñera y Guillier son defensores de un sistema “republicano” nacido del embuste (gracias a Diego Portales y la oligarquía, en el siglo XIX), reforzado con sangre y muerte (por Pinochet, Jaime Guzmán y la DINA-CNI, en el siglo XX) y alivianado, (para estar acorde con los tiempos, desde finales siglo XX), tras el triunfo del NO en el plebiscito de 1988, con “mentiras democráticas”, por los gobiernos de la Concertación, la Alianza y la Nueva Mayoría. Una verdadera democracia debería comenzar con poner fin al sistema “republicano”, extirpándolo de raíz, para dar paso a un nuevo sistema político, estructurado a partir de las organizaciones de base, como por ejemplo las juntas de vecinos, hasta conformar una Asamblea Nacional de Gobierno que reemplace el actual parlamento.
Los partidos políticos, las fuerzas armadas y el poder judicial, con la actual estructura política-administrativa, lo único que han hecho en doscientos años es provocar una sangría enorme de recursos del Estado, a través del presupuesto de la nación, para su propio beneficio, siendo perjudicados millones de chilenos en sus derechos de salud, vivienda, educación, previsión, trabajo y servicios básicos. A eso súmele coimas, cohecho, robos, hurtos, saqueos de recursos naturales, destrucción de la industria nacional, evasión de impuestos, etcétera.
Los candidatos presidenciales Guiller y Piñera (y los partidos que los respaldan) repiten como cacatúa, cuando se trata de mejorar la calidad de vida de los chilenos, una mentira ancestral: que hay que ir de a poco, porque no hay dinero para esto o lo otro, pero para financiar a sus partidos, subvencionar a privados, cobrar menos impuestos a los empresarios o jubilarse los políticos con privilegios exclusivos y financiar a las fuerzas armadas, si hay dinero disponible por millones de dólares. Pero claro, ellos siguen mintiendo, interminablemente mintiendo. Y lo peor, tratando de conquistar votos con las más burdas patrañas, traducidas en ofertas que jamás cumplen cuando son electos, atribuyendo su incumplimiento a la oposición de sus rivales de turno en el parlamento. O sea, una farsa de nunca acabar.
Los candidatos afirman que poseen vocación de servicio público y por eso han llegado hasta estas lides. Es decir, están aquí para beneficiar a la ciudadanía (la palara pueblo les da urticaria) con sus propuestas. Pero nuevamente mienten. Sus famosas propuestas, que luego llevan a discusión en el parlamento son sólo eso, propuestas, y cuando alguna se concreta va siempre acompañada de letra chica, lo que termina desarticulando lo de “fondo” y dejando aún más desamparados a los trabajadores.
Luego está la mentira mayor, cuando los candidatos afirman que su gran preocupación es favorecer a la clase media, tan golpeada por los reveses de la economía. Los más pobres explican, tienen la solidaridad y ayuda permanente del Estado (¿?). Pero seamos claros, la clase media es un invento, una mentira más. Lo que existe son explotados y explotadores, y lo que ellos llaman “clase media” no es más que un sector de los explotados a los que se les otorgan mayores posibilidades de acceso a servicios y sueldos, así como acceso a profesiones universitarias u otros trabajos calificados. De esta manera este sector se convierte en el mayor consumidor de bienes de consumo de todo tipo, ofertados por los grandes empresarios y monopolios económicos. Bienes que son producidos, en su inmensa mayoría, por la fuerza de trabajo del sector más empobrecido de los explotados.
La llamada “clase media” (obligada a mantenerse endeudada permanentemente) es el muro de contención para evitar cualquier insurrección popular que exija cambios estructurales al sistema político-económico oligárquico que nos rige. Se puede protestar, pero hasta por ahí nomás. La conciencia social de la “clase media” es manipulada diariamente por la televisión y la prensa escrita y radial en manos de la derecha pinochetista-guzmanista. Sus principales agentes son El Mercurio, La Segunda, LUN, radio Agricultura y los matinales de TV, cuya función, además de distorsionar la realidad y embobar la conciencia, están destinados, a través de los autodenominados “rostros” (actores, periodistas, locutores, modelos y una larga fila de cortesanos pagados millonariamente) a convocar a la gente a comprar y endeudarse. La función de los “rostros” es motivar al pueblo a endeudarse más y más y más. Toda esta maraña de embustes es sostenida por los gobiernos de turno y el parlamento. Es la manera de legitimar la mentira.
Alguien ha visto alguna vez a algún candidato presidencial fotografiarse con un indigente o con uno de los niños que duermen en la calle y decir: “Quiero acabar con esta situación vergonzosa”. No les interesa. O alguien los ha visto interesados en resolver problemas básicos como acabar, por ejemplo, con los abusos en los cobros mensuales que realizan las compañías de agua, luz, telefonía. Por cierto cobros respaldados por las leyes cocinadas en el parlamento. Jamás, tampoco les interesa.
Es verdad que Piñera y Guillier no son lo mismo en varios planos, pero en lo esencial; es decir, en la defensa del sistema imperante, si lo son. Y el sistema que nos gobierna se basa en la mentira, en la reproducción de la mentira elección tras elección. Es lo que tenemos y por lo que votarán los chilenos el 17 de diciembre, o por la mentira mayor o por la mentira menor.