No he visto pronunciamiento público alguno del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, sobre el gigantesco y evidente fraude que el candidato a la reelección presidencial, Juan Orlando Hernández, está tratando cometer en Honduras.
Cuando aún falta mucho tiempo para la próxima elección presidencial en Bolivia, ya el Sr. Almagro manifestó su rechazo al fallo del Tribunal Supremo de esa nación que deja sin efecto los artículos de la Carta Magna que hubiesen impedido una nueva candidatura presidencial de Evo Morales.
La realidad es que nunca ingreso a la página web de la OEA. Quizás allí haya algún pronunciamiento de Almagro contra la decisión del Tribunal Supremo de Honduras que autorizó la (inconstitucional) candidatura a la reelección de Juan Orlando Hernández, doblemente llamativa porque fue la falsa acusación de que el entonces presidente Manuel Zelaya quería reelegirse la utilizada como pretexto para el golpe de Estado que derrocó a su gobierno. También viene a mi mente el papel desempeñado por el Embajador de Honduras ante la OEA –no sé cómo se llama y no voy gastar el tiempo que me tomaría entrar en Internet para buscar su nombre– en el “golpe de Estado” que le dieron al Embajador de Bolivia para convocar al Consejo Permanente con vistas a realizar pronunciamientos y acciones contra el Gobierno de Venezuela.
Veloz, reiterado y lapidario fue Almagro para negar la legitimidad de las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela, también las realizadas para renovar las gobernaciones del país, y ahora las municipales que próximamente se efectuarán. Incluso se inmiscuyó, ya no en los asuntos internos de Venezuela –eso no sería nuevo–, sino en los asuntos internos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), al pronunciarse a favor del sector que rechaza todo tipo de diálogo con el gobierno y todo tipo de participación electoral.
Giros lingüísticos magistrales en la evasión y tragicómicos en lo político, son la característica del pronunciamiento emitido por la Misión de Observación Electoral de la OEA encabezada por el expresidente boliviano Jorge Quiroga, que, en términos similares a la Misión de la Unión Europea y la Embajada de los Estados Unidos, no pueden dejar de constatar las pruebas del fraude –masa de actas ingresadas irregularmente al sistema, paquetes electorales sin actas o con actas groseramente mal hechas, “caídas” del sistema de cómputo y muchas otras–, pero no se atreven a calificarlas como tales, y solo hacen un llamado a que haya “transparencia” en el proceso de revisión de actas que el Presidente del Tribunal “Supremo” Electoral no quiere hacer.
A propósito señor Quiroga: no es coherente estar en contra de que el TSJ boliviano autorice la candidatura de Evo a la reelección, y ser jefe de la Misión de Observación de la OEA en un país donde reelección es inconstitucional y, sin embargo, el TSJ autorizó la candidatura de Hernández.
Aunque muchas cosas más se podrían decir, para no hacer estas letras demasiado extensas, hay que mencionar el tratamiento diferenciado que los voceros imperiales, incluido Almagro, le dieron a los “heroicos jóvenes” protagonistas de las guarimbas en Venezuela, y el que le dan ahora a los vándalos que han realizado actos de violencia y destrucción en Honduras. Contra esos vándalos sí se han pronunciado las misiones de la OEA y la UE y, por supuesto, “la Embajada”, pero no parecen tomar en cuenta las reiteradas declaraciones del candidato presidencial de la Alianza Opositora Contra la Dictadura, Salvador Nasralla, de que son grupos de choque del propio Partido Nacional (oficialista) cuyas acciones buscan desacreditar la legítima protesta social y servir de pretexto para el establecimiento del Estado de Sitio.
¡Elecciones en medio de un Estado de Sitio! Es lo que Nasralla llamó golpe de Estado en medio de una elección.
Señores Almagro y Quiroga: cuando se presume ser defensor de un sistema, en este caso de la democracia representativa, sus reglas electorales y su división de poderes, hay que defenderlo no solo cuando ello le sirve a las corrientes políticas de derecha en las que ustedes militan, sino también cuando le corresponda hacerlo para garantizar los derechos de las corrientes políticas progresistas y de izquierda, a las cuales Almagro se afilió durante un tiempo, pero realmente nunca perteneció a ellas, y a las que Quiroga siempre ha combatido.
*Roberto Regalado es politólogo, Doctor en Ciencias Filosóficas y miembro de la Sección de Literatura Socio‑histórica de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
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