De no haber gatos, razona el profesor Sócrates Babel, los ratones dejarían de ser ratones. Hipótesis algo descabellada, pero en boca de quien sabe sobre la materia, resulta un acertijo. Como decir, que si no existieran los marrulleros, la vida sería un deleite. Si no lloviera, la tierra se convertiría en un desierto, podría alegar un detractor de su hipótesis. “Así es —razona Sócrates Babel— pero el desierto es la negación de la vida, no así los ratones”. A los ratones a través de la historia —insiste Sócrates Babel— se les ha perseguido de manera obstinada, cruel, sin darles tregua, de ahí su espíritu para sobrevivir. Otros hablan de la cadena de la naturaleza, donde unos se engullen a otros. “Al ser humano se lo van a comer los gusanos, después de morir”, fundamenta sentencioso Sócrates Babel y su análisis se ajusta a la realidad. “Ahora —agrega— si los ratones descubren que a ellos nadie se los quiere comer, van a disminuir sus preocupaciones de ser depredados. Ya no serán una plaga; no se esconderán en guaridas y su vida va a cambiar.
Sócrates Babel ha estudiado el tema, porque le apasiona. Critica a los gatos, no a los gatos domésticos, sino a los sinvergüenzas y siente compasión por los ratones, cuya existencia se traduce en huir de los felinos y de los científicos que los utilizan en sus laboratorios. Aunque nadie lo crea —cómo de incrédulos nos hemos puesto— Sócrates Babel tiene alrededor de mil trescientos libros que hablan del tema y continúa tras otros textos, que se refieren a la materia. “Nunca terminamos de aprender de la vida” sentencia.
Es verdad que Sócrates Babel ha sufrido por la presencia de ratones en su biblioteca. Se queja que los roedores le han destruido varios de sus libros, quizá por venganza o para advertirle que no busque ninguna alianza con los gatos. Él así lo siente. A menudo, debe limpiar las heces de los ratones, pero sabe que los roedores no tienen donde exponer su malestar. Dice preocupado: “Les sobra picardía e inteligencia, pero ellos no saben cómo utilizarlas. Lo curioso de este asunto, observa, es entender por qué los ratones no han invadido otros sitios de su casa y solo se han limitado a visitar la biblioteca. “No dispongo de ninguna explicación. ¿Acaso lo hacen por amor a la lectura y a la sabiduría?” Hay un sentencia que dice: “Ratón de biblioteca”, cuando se refiere a quien se obsesiona por los libros.
Sócrates Babel sabe una enormidad sobre la vida de gatos y ratones. Nadie en Chile lo aventaja y quizá en América. En ocasiones, ha viajado a Europa a dar conferencias. Es más conocido allá que aquí, y lo atribuye a su amor por la ciencia biológica y la sociología. Estudia día y noche el tema y ha empezado a escribir un ensayo sobre la materia. “Es la eterna pugna entre la lucha por la existencia, entre esas dos especies antagónicas”, sostiene. Hay quienes han querido pastorearlo para que los asesore en política, debido a su conocimiento sobre la conducta de gatos y ratones, pero él se niega. Señala ser feliz mientras realiza sus investigaciones, ajeno a las disputas y turbulencias que a diario se ventilan en el quehacer nacional.
“Al final —insiste preocupado— el gato “Micifuz”, jefe de todos los gatos depredadores de nuestro país, aliado a los gatos rectores de las empresas, donde hay ejemplares que le lamen al patrón las patas y le entibian la leche bajo el sobaco, nos va a perseguir. A mantener sumidos en la desazón, mientras miramos al vacío; y nosotros los ratones, muertos de miedo, vamos a continuar acorralados, sin saber quien le puede poner el cascabel a don Micifuz”.