Noviembre 17, 2024

Sebastián Piñera y Alejandro Guillier, dos perdedores

Tanto a Sebastián Piñera como a Alejandro Guillier se les pueden aplicar las paradojas que tanto empleaba el gran Miguel de Unamuno en sus obras filosóficas y literarias. Los dos candidatos, con sus respectivas alianzas, ganaron y perdieron a la vez: fueron primero y segundo, respectivamente, en la primera vuelta, por consiguiente, pasaron al balotaje, pero fueron “derrotados” también, pues en el caso de Piñera las expectativas fluctuaban entre ganar el 51% y ser electo en la primera vuelta; en el segundo escenario, las encuestas le aseguraban un 45% – sus partidarios más realistas le auguraban un 40% -; de  todas maneras,  Piñera ganaría en la primera y segunda  vueltas.

 

Alejandro Guillier obtuvo una mala votación si se compara con la de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, en 2009 – Guillier, el 22,7% y Frei, el 29% -. El  caso de Michelle Bachelet fue anómalo, pues gozaba de una gran popularidad, tanto al concluir su primer mandato, como durante el año de campaña en las elecciones presidenciales de 2013, sin embargo, obtuvo el 46% en la primera vuelta. Frei Ruiz-Tagle  y Guillier llevaron a cabo sus sendas campañas marcadas por la falta de protagonismo de los candidatos, así como también graves dificultades y contradicciones en las alianzas que los apoyaron – en el caso de Frei, la Concertación y, en el caso de Guillier, la dividida Nueva Mayoría, que dio lugar a la diversificación en dos candidaturas: por un lado, la Democracia Cristian y, por otra, el resto de partidos políticos.

Sebastián Piñera tuvo que enfrentar a José Antonio Kast, una sorpresa, pues obtuvo una alta votación, cerca del 7,9% y, además, el hecho de que los votantes partidarios de Manuel José Ossandón lo hicieran por Beatriz Sánchez y no por Piñera, por consiguiente, se vio cercado entre los frentes de ultraderecha y del populismo socialcristiano – Sebastián Piñera llegó al 36,6% -.

La campaña de Piñera se caracterizó por el protagonismo en el resultado de las  encuestas, cuyas empresas estaban ligadas al millonario candidato, cuyo discurso durante las primarias fue inspirado y mandatado por el sector más reaccionario de la UDI, encabezado por su presidenta, Jacqueline van Rysselberghe.

Posteriormente, tal vez influenciado por su primo – también del Partido UDI -, algunos sectores moderados de Renovación Nacional, los medios de comunicación de El Mercurio y La Tercera, los agentes de la Bolsa de Comercio y el empresariado, fue cambiando su relato – palabra  siútica que acuñó Pablo Longueira – desmintiendo algunos de sus dichos ultraderechistas y conservadores, por ejemplo, con respecto a la gratuidad en educación, cambió de la idea de poner fin a este derecho, bien valorado por la opinión pública, al menos, en mantener el porcentaje aprobado durante el presente gobierno de Bachelet – del 50% al 60% -.

Sebastián Piñera – como siempre, pedante,  y narcisista, miró muy en menos a su rival, Alejandro Guillier, buen marido, lacónico – a la manera de Eduardo Frei Ruiz-Tagle –  connotado periodista, republicano y moderado, como un buen socialdemócrata radical y, como dato curioso, amante de las patitas de chancho que, por cierto que prepara a las maravillas, junto a otros suculentos platos, como las lapas, apetitoso producto de nuestro mar, en el norte. Piñera, en su extrema vanidad, sólo podría enfrentarse a un personaje político y que él considerara a su mismo nivel  – “no existe nadie igual, así se lo dijo al oído la  bruja de los cuentos de hadas” – y, siguiendo esta lógica, eligió enfrentarse con Michelle Bachelet y su legado histórico.

Sebastián Piñera estaba seguro de que iba a llegar sin esfuerzo al podio de los monarcas que se han repetido el plato – el “Cara de Alicate”, Ibáñez del Campo, el “lacónico” y pillín, Arturo Alessandri Palma, Bachelet, amada al delirio en su primer intento, y menos amada en el segundo. La primera vuelta ha probado que ese “espejito” de Piñera “le doraba la píldora”, igual que la mayoría de los pateros que le rodean, incluidos la atleta nacional, Erika Olivera, buena sólo para la maratón y que dice tonterías como “el moderado” Guillier haría un gobierno igual al de Maduro, en Venezuela, y el siempre pesado del tenista Marcelo Ríos, nuevo rico de Vitacura – ahora de Estados Unidos – siútico y arribista, que para el tenis es excelente, pero para decir tonterías es el rey.

Alejandro Guillier, durante toda la campaña ha tenido una contradicción entre su carácter de republicano, moderado, independiente en lo político, y las directivas de los partidos que lo apoyan. Una  contradicción perecida se produjo entre Michelle Bachelet y los Partidos de la Concertación, que la apoyaron en su primer período y también, los de la Nueva Mayoría en el segundo período, tanto en la campaña presidencial, como durante su gobierno – en el primero, gobernó con Andrés Velasco y Expansiva y, en segundo, con Pañailillo y Arenas -.

Paradojalmente, tanto en 2009, como ahora, los dos candidatos que se enfrentan en el balotaje presagian la decadencia de ambas combinaciones duopólicas, y la irrupción de nuevas fuerzas que anuncian claramente el Chile de los tres tercios.

Rafael Luis Gumucio Rivas – (El Viejo)

24/11/2017

          

               

 

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