El miedo, usado como instrumento político, ha devenido en poderosa arma para derribar adversarios e imponer sistemas que incluso pueden ser atentatorios contra el desarrollo y bienestar de las mayorías ciudadanas.
Ya ocurrió en el pasado cercano cuando ciertos sectores políticos intentaron sembrar el pánico en la gente menos informada y más débil a causa de esa misma carencia. “Moscú les quitará los hijos a los chilenos y se los llevará a la Unión Soviética para lavarles el cerebro y convertirlos en comunistas peligrosos”. ¿Recuerda esa cantinela? O tal vez sí recuerde esta: “el marxista gobierno de la Unidad Popular tenía extensos listados de gente a la que asesinaría para imponer el comunismo en el país; esa operación marxista se llamaba “Plan Z”. Había otras tan absurdas como las anteriores: “40.000 guerrilleros cubanos armados hasta los dientes ingresaron a Chile para iniciar la revolución comunista”.
Por cierto, todas esas versiones resultaron falsas de falsedad absoluta. Los propios creadores del Plan Z, un historiador y un periodista (ambos fanáticamente derechistas) reconocieron años más tarde que se trató de un invento para justificar el golpe militar, el cual abrió la puerta a la acción criminal del gorilaje DINA/CNI.
Respecto de esos “40.000 guerrilleros cubanos” sólo cabe sonreír irónicamente, ya que de haber existido tal cantidad de hombres armados -con vasta experiencia en la guerra y en la guerrilla- otro gallo habría cantado en la época del golpe, pues poca duda cabe que nuestros soldados en 1973 (mayoritariamente cabrería menor de 20 años y sin ninguna experiencia en batallas de verdad) habrían sido derrotados sin apelación.
Pero, el miedo es cosa viva, reza el viejo dicho, y en ciertas ocasiones consigue el objetivo planteado por quienes lo manejan. ¿Cuándo y quiénes recurren en política a ese instrumento –sembrar el pánico- para obtener triunfos amañados y falsos? ¿Y por qué?
La primera explicación apunta a la utilización del terror como arma política usada por quienes se saben carentes de argumentos para convencer a la gente, al pueblo, de cuán buena e importante es para el conjunto de la sociedad civil una determinada propuesta de gobierno. Es lo que está sucediendo en Chile en este preciso momento. Durante un año (o más) las principales empresas dedicadas a recabar opinión pública –las Encuestas CEP, ADIMARK y CADEM- fueron tejiendo una red estilo telaraña para atrapar incautos y desavisados con cifras mañosamente administradas en beneficio del favorito de los sectores empresariales y bursátiles. Finalmente, esa telaraña se transformó en maraña, y esta dejó enredado en sus hilos el favoritismo del representante de los poderosos dueños del capital.
Entonces, ante la posibilidad real de perder la carrera por agenciarse el gobierno y con ello ver difuminarse la tarea de derribar reformas para regresar a las raíces del neoliberalismo salvaje y del potenciamiento de la macroeconomía, la antigua saga de siembras de pánico y pronósticos de ficción intolerable son reactivadas en la esperanza de que miles de chilenos (ya lo dijimos, aquellos desavisados) caigan en el garlito.
Si antes fueron los 40.000 guerrilleros cubanos y el Plan Z, ahora el calendario de las cantinelas apocalípticas vuelve a conocer la luz, aunque rediseñado con nombres y lugares diferentes, adecuándose a la época actual. Vea usted.
Año 1988 : Si triunfa el NO en el plebiscito (de 1988), nos transformaremos en la nueva Cuba de América
Año 1989 : Si gana Patricio Aylwin (la elección presidencial post dictadura) el país se desplomará económica y socialmente
Año 1999 : Si en las elecciones presidenciales triunfa Ricardo Lagos regresará en pleno la UP (Unidad Popular) y tendremos desabastecimiento, largas colas y caos total
Año 2013 : Si gana Michelle Bachelet colapsará el mercado y se irán de Chile los grandes inversionistas; habrá alto desempleo y violencia callejera.
Y ese calendario, la derecha lo remata hoy con un pronóstico tan brutal y fuera de toda lógica, que ni el más fanático y agorero agente del neoliberalismo salvaje podría concederle siquiera una pizca de verosimilitud, pero aún así lo vocea malintencionadamente:
“Si Sebastián Piñera pierde la elección en segunda vuelta, Chile caminará a paso rápido para convertirse en lo que hoy es Venezuela, pues Guillier no es sino el nuevo Maduro”.
Sin embargo, la realidad ha sabido marcar caminos distintos pese a las amenazas de caos y fin de mundo. La derecha temía al gobierno de Aylwin y a Aylwin mismo, después lo usó como ejemplo de moderación política y equilibrio gubernativo. Con Lagos Escobar ocurrió algo similar; antes de la elección Lagos era el verdadero nuevo ‘cuco’ izquierdista… años más tarde, la derecha económica (el mega empresariado y la banca) lo proclamó como “el mejor gobernante que había tenido el país en toda su Historia”.
Los temores de la derecha política y de la derecha dura (además del mega empresariado) carecen de sustento, pues si lo que se requiere es analizar en profundidad la situación política y económica del país, se puede concluir -puntos más o puntos menos- que el sistema neoliberal llegó para quedarse. .
Más allá de cualquier especulación discursiva, la verdad es que la derecha hoy es dueña de todo el país: posee la Banca, las AFP’s, las ISAPRE, el agro en general, las empresas agrofrutícolas, los bosques, el borde costero y el mar chileno, los puertos, las sanitarias, el agua, el transporte, las centrales hidroeléctricas, la luz, la telefonía, la Educación comercializada, los recursos minerales, las Iglesias, las Fuerzas Armadas, los Tribunales, el Poder Legislativo, las policías, la prensa escrita y hablada, los canales de televisión, el Tribunal Constitucional, las cárceles, las carreteras y las vías de comunicación.
En resumen, ella es dueña de todo en Chile, y quizá sea dueña también de Chile en cuanto nación … ¿se critica a sí misma, alega por su propia incapacidad de incrementar la expoliación al país y la explotación a la sociedad civil? ¿Quiere más? ¿Más, como qué?, como el gobierno, claro está, porque esa es la única manera ‘pacífica’ de lograr estructurar algo que ya se insinuó líneas atrás: asegurar la oficialización de una cierta y muy peculiar legalidad como única forma de mantener sus fortunas y dominio de clase.
Para ello, lo requerido es amañar las leyes a favor de sus intereses, lo cual se logra principalmente estando a la cabeza del gobierno, que en realidad es lo único que hoy le estaría faltando al sector que apaña y cobija la candidatura de Sebastián Piñera.
Así, entonces, se puede deducir que la siembra de miedo la usa la derecha como arma política para combatir y mediatizar también el miedo propio, ese que amenaza con mantener e incrementar una legalidad contraria al enriquecimiento ilícito, el cual resulta ser alma y oxígeno del quehacer derechista en política y en Economía.
Por ello, para moros y cristianos, diciembre será el mes en que viviremos en peligro.