Noviembre 15, 2024

Marketing político y sondeos de opinión

A partir de los resultados de los comicios efectuados este domingo 19, ha surgido una variedad de críticas a las empresas encuestadoras. La más denostada, ha sido la “prestigiosa” encuesta realizada por el Centro de Estudios Públicos (CEP) que prácticamente todos los candidatos  y partidos la dieron por certera en sus resultados, lo que hizo que varios de ellos, estuvieran al borde de un ataque de nervios.

 

 

¿Pero podía pensarse que esa encuesta tenía algún viso de seriedad, si entre los atributos del candidato Piñera, el de la honestidad sobresalía sobre los demás y superaba con creces el de los otros candidatos? Por lo menos para este columnista y alguno que otro analista, esta encuesta se trataba sólo de una parodia y de un chiste de muy mal gusto. ¿Habrán leído con detenimiento sus resultados, los candidatos que no repararon en estos desaguisados de la encuesta de marras?

 

Estimados lectores, me permito traer a colación una columna (de mi autoría) que, con el título de “Marketing político y sondeos de opinión”, se publicó en este medio con fecha 8 de septiembre de 2009, con motivo de las próximas elecciones de ese año. El artículo original es un poco más extenso, pero como la última parte está referida a los pormenores de los comicios de esa época, he preferido no incluirlos en esta nota.    

 

 

 

No quiero callar uno de los ejemplos más recientes. Alejandro VI no hizo nunca nada ni pensó nada más que en engañar a los hombres: y siempre encontró con quien poder hacerlo. No hubo jamás hombre alguno que aseverara con mayor eficacia ni que afirmara cosa alguna con más juramentos y que, sin embargo, menos la observara: y a pesar de ello siempre le salieron los engaños según sus deseos, porque conocía bien este aspecto del mundo”.

 

Este pasaje del capítulo XVIII (De cómo los príncipes han de mantener la palabra dada) de El príncipe de Nicolás Maquiavelo, nos da pie para acercarnos a un somero análisis de lo que significan los sondeos políticos para la manipulación de la opinión pública. A reglón seguido, Maquiavelo insiste: “Un príncipe no ha de tener necesariamente todas las cualidades citadas, pero es muy necesario que parezca que las tiene”. Prosigue: “Y los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos; que a todos es dado ver, pero tocar a pocos”. Y más adelante: “los medios serán siempre juzgados honorables y alabados por todos; ya que el vulgo se deja cautivar por la apariencia y el éxito, y en el mundo no hay más que vulgo”. (Esta frase es la que más se acercaría a  “el fin justifica los medios”, muy cacareada, pero poco leída).

 

No por nada se tiene a esta obra como el “primer manual de ciencia política” de que se tenga noticia. Si bien Maquiavelo no contaba con la técnica tan utilizada en los tiempos actuales de los sondeos de opinión, es de suponer, que no habrían sido muy de  su agrado, pues no confiaba en la opinión del “vulgo”. Y parece ser, que no estaba tan alejado de la realidad.

 

Es así como Robert M. Worcester, presidente de MORI (Market and Opinión Research International), y ex presidente de la WAPOR (World Association for Public Opinión Research), después de explicar la gran utilidad de los sondeos, plantea que: “De todas las preguntas planteadas en los sondeos privados, quizás las menos útiles son aquellas que se refieren a la intención de voto, que simplemente se limitan a repetir lo que se evalúan en los sondeos oficiales generales que se publican en los periódicos”.

 

Y prosigue Worcester: “…los sondeos también son utilizados por los grupos de presión interesados en influir en la opinión pública y política. Los sondeos son encargados, frecuentemente, con el declarado propósito de llevar el mensaje que el grupo quiere hacer público de manera que los políticos o funcionarios, que son los que determinan la agenda política, no puedan dejar de advertirlo. Los sondeos, normalmente cuantitativos más que cualitativos (73% dicen NO), son encargados con la esperanza de que sus resultados satisfagan las expectativas de quien los encarga. Si no es así, es muy poco probable que alguna vez se publiquen”.

 

Es conocida la  capacidad del doctor Goebbels para estructurar campañas de propaganda política, que llevaron a un país entero a pensar en un determinado sentido. Sin embargo, ya en la antigüedad, se utilizaba lo que ahora llamaríamos marketing político, de forma sistemática y original. El tirano Pisístrato, que gobernó Grecia allá por el siglo VI a.C. fue una especie de genio de la propaganda, no sólo gracias a su elocuencia, sino por su destreza en la utilización de medios notablemente coordinados.

 

Poseía, en grado asombroso, el arte de la puesta en escena propagandística: su célebre entrada en Atenas en el año 556, bajo la protección de la diosa Atenea, que acudió en persona a recibirlo, es un modelo en su género.

 

 

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