Un chileno que vive en el extranjero responde al lector Leonardo Fuentealba, de Concepción, quien comentó el artículo escrito por Arturo Alejandro Muñoz: “Voto en el exterior, dificultades y realidad”.
Preparé una respuesta pero me resulta imposible publicarla en el sitio del Clarín. Me piden un plugin de Facebook que traté de obtenerlo, lo obtuve pero no funciona en el sitio. Hay un espacio con capacidad de 1000 caracteres y mi respuesta tiene más de 7000.
Espero que CLARÍN DE CHILE tenga a bien considerar mi respuesta y pueda publicarla.
Este es el comentario de Leonardo Fuentealba:
Los chilenos en el exterior no deben tener derecho a voto. Ellos no pueden inicidir en los destinos de nuestro pais si eligieron seguir viviendo en el extranjero. Si quieren votar que vuelvan a Chile y se ganen el derecho a decidir que pais queremos. Aqui no se trata de comunachos ni fachos, se trata de un derecho y quien hace su vida fuera de Chile…. en mi opinión no lo tienen)
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Estimado Leonardo, comentarios como el tuyo no me enojan, solo me entristecen enormemente. Sin rencor alguno quisiera que comprendieras. Tanta gente piensa como tú y con el mismo afecto de un anciano profesor, me gustaría explicar a ti y a ellos algunas cosas. Por ejemplo:
1. Muchísimos chilenos no eligieron vivir en el extranjero. En mi caso, fui expulsado en 1974, me retiraron el pasaporte y el generoso movimiento de solidaridad con Chile logró que Gran Bretaña me concediera refugio político.
2. Once años más tarde, en 1985, la dictadura decidió devolvernos el pasaporte y, apenas eso ocurrió, con mi familia regresamos a Chile. Allí de inmediato procuré retornar a mi puesto de profesor de tiempo completo en la Universidad de Chile y, anticipando que eso no sería concedido, postulé a todos los cargos que aparecían disponibles, incluso -a pesar de haber sido profesor de Historia Económica en la Universidad de Glasgow- como profesor ayudante, en diversas universidades. Una nota burocrática de uno de aquellos centros me sacó de mi ingenuidad: Se me había concedido el privilegio de visitar Chile, pero no tenía derecho alguno a postular ni ocupar cargo alguno en el sistema educacional chileno ya que nada de eso sería aprobado por la Contraloría. Con una pena enorme tuvimos que regresar y volver a organizar nuestra vida en Italia.
3. La pena mayor, Leonardo, no fue el dolor de abandonar de nuevo nuestro país, sino que con mi esposa nos veíamos constreñidos a volver con nuestros hijos, aquellos que, por su infantil edad, en aquel tiempo podrían haber aprendido, sin traumas, a vivir en nuestra generosa patria que no conocían plenamente.
4. A pesar de todo eso no nos fuimos completamente de Chile. Yo retorné a vivir en Chile en otro modo; trabajando intensamente en mis investigaciones sobre un tema que he llamado “Chile bajo la Pax Britannica” que ya va en dos tomos y que espero que llegue a cinco. Sin ninguna beca ni fondo alguno, sino más bien durmiendo en sofás de compañeros solidarios, por más de veinte años he trabajado intensamente en el Archivo Nacional de Gran Bretaña en Kew Gardens en cada vacación que he tenido y cuando pude volver a Chile, más o menos una vez cada dos años, fue para encerrarme en torno a los grandes escritorios del gélido Archivo Nacional en calle Miraflores para enriquecer la gama de mis fuentes históricas.
5. Lo que me llevó de Gran Bretaña a Italia fue la fundación de una bellísima experiencia pedagógica que fue fundada por Kurt Hahn, un gran pedagogo alemán que, sin ser comunista, los defendió en 1933 cuando Hitler subió al poder. Hahn creía firmemente en que una educación por la paz y con conciencia internacional impediría las guerras. Por eso fundó los Colegios del Mundo Unido -hay diecisiete de ellos en distintas partes del mundo- donde asisten adolescentes de todo el mundo, seleccionados estrictamente por méritos y galardonados con una beca completa para formar una comunidad de paz y de trabajo voluntario, no solamente de estudios. Son jovenzuelos que cursan allí los dos últimos años de enseñanza media superior, antes de comenzar su vida universitaria. También los profesores son elegidos cuidadosamente y en modo que puedan representar a sus respectivos países como participantes en tan hermosa experiencia. Esa fue mi vida profesional en Italia, haber ganado un concurso internacional para representar a Chile como profesor de tan importante aventura. También mi esposa tuvo tal privilegio.
6. El año 2009, cuando ambos jubilamos, de inmediato volvimos a Chile, estimado Leonardo. Contratamos una empresa y, con gran esfuerzo, pagamos un contenedor completo con todas nuestras cosas esenciales y partimos. Antes de partir, al despedirme de mi doctora de familia, ella me recordó que mi tercera operación a la próstata ya estaba reservada y debía someterme a ella con urgencia. Le respondí que seguramente podría operarme en Chile -tanta era el ansia por regresar.
7. Al volver a Chile en aquel año, dada la urgencia, de inmediato busqué el modo de someterme a aquella delicada operación de urgencia. Comprobé con gran desazón que en nuestra patria sin una Isapre o sin un seguro médico simplemente te mueres. Los presupuestos que recibí para tal operación, considerando las ulteriores visitas de control, llegaban a un monto tan alto que era completamente prohibitivo para un chileno con una pensión fraccionaria italiana (20/36avos) y una mínima como exonerado. Barajamos todas las posibilidades y simplemente concluimos que aquella operación urgente no era posible ni asequible para nosotros. De nuevo, como en 1985, con el mismo dolor, rehicimos nuestros pasos hacia Italia donde me operaron y me inscribieron para las sucesivas operaciones: cataratas, vesícula, hernia mas el tratamiento para eliminar mi elicobacter piloris. Todo sin costo alguno, por supuesto. Puedes comprender aquel dolor, estimado Leonardo. La única posibilidad de seguir con vida fue aquella dolorosa de deshacer aquel segundo intento por volver a nuestra querida tierra.
8. Quiero que comprendas que, en un modo profundo, yo en realidad vivo en Chile. Solo que es aquel Chile de los siglos XVI al XIX. Conozco todos los vericuetos de La Cañada y la Chimba del Santiago colonial. De mi ciudad de Arica difícilmente encontraran a alguien que sea más ariqueño porque en dos libros de los que he publicado los he escrito como si yo mismo estuviese recorriendo aquellas escasas callejuelas de Arica de antaño. Uno de aquellos libros -Arica 1868: un terremoto y un tsunami- está a libre disposición online y forma parte de la prestigiosa “Memoria Chilena” de DIBAM. Te invito a leerlo: https://www.academia.
El otro libro, que hace poco fui a presentar y en cuya ocasión tuve la alegría de encontrarme en Arica con Ernesto Ottone, ministro de cultura, no está en línea, pero no cuesta tanto, a pesar de sus 600 páginas en formato grande (800 en la edición de prueba) intitulado “Arica de antaño en la pluma de viajeros notables, siglos XVI-XIX.” Santiago, Centro de Investigaciones Barros Arana, DIBAM, Biblioteca Nacional, 2016. (https://www.academia.edu/
Vaya todo lo dicho, estimado Leonardo, para que comprendas. Aunque estoy en vísperas de cumplir 80 años, espero seguir volviendo a Chile en cuando mi presupuesto lo permita. En alguno de aquellos viajes me gustaría mucho conocerte y conversar contigo. A lo mejor, al final de cuentas, podremos entendernos.
¿Qué fue de nuestro contenedor y las cosas esenciales que llevamos a Chile en aquel frustrado y doloroso intento de retorno? Bueno, luego de nuestro regreso a Italia, como todo aquello estorbaba en una casa fraterna que ya antes estaba llena, simplemente pedimos que todo fuese despachado para los damnificados del terremoto y tsunami de 2010. Me alegra pensar que un desconocido compatriota está usando la ollita en que hacíamos el arroz graneado, mi uslero especial de panadero, mis paletas profesionales de tenis de mesa y tantas otras cosas, humildes pero esenciales. Nuestros libros no se fueron pues un gran hermano que era director de una escuela en Azapa con un enorme alumnado de niños inmigrantes bolivianos, otros que eran hijos de mis paisanos aymaras y tantos otros, todos pobres, fundó una biblioteca escolar con ellos; principalmente con los libros de mi esposa que era profesora de literatura latinoamericana.
Un gran abrazo.
Manuel Fernández Canque