El 7 de noviembre de 1917, hace cien años, fue asaltado y tomado el palacio de invierno del zar en Petrogrado. La acción careció de epopeya y de violencia, incluso de heroísmo, nada que ver en ello con la Toma de la Bastilla de cien años antes. Pero lo conmemoramos y estudiamos porque dio inicio a la revolución más violenta e importante conocida.
Se habla de decenas de millones de muertos, decenas por enfrentamientos internos, decenas por derrotar al nazismo hitleriano. Fue una revolución en un país poco desarrollado para la época, ubicado a caballo en Europa y Asia, el más grande del mundo. Una revolución antifeudal y antiburguesa, que eliminó la monarquía y la aristocracia zarista y también el débil capitalismo naciente, y que sembró las bases para la creación de la URSS y posteriormente de la Europa y el Asia comunistas y del llamado campo socialista, o socialismo real, que prefiero llamar comunismo real. Fue una revolución por el socialismo y el comunismo, una revolución que Stalin llamó marxista-leninista y que hizo del Estado y del partido los únicos poderes en el inmenso territorio ruso y del Estado con sus fuerzas armadas los poderes principales en la Europa y el Asia comunistas. Fue tan grande el poderío de la URSS que la llevó a limitar geográficamente con el imperialismo norteamericano y su zona de influencia, surgido después de la derrota nazi. Además de ello esa gran revolución contó con organizaciones de partidarios y admiradores prácticamente en todo el planeta. Muerta la URSS aún se mantienen “países comunistas” como China, Cuba, Vietnam y Corea del Norte, y agrupaciones comunistas, que estuvieron ligadas a la URSS, en muchos países, incluidas la propia Rusia (donde el PC es segunda fuerza electoral) y los EEUU, Alemania (“La Izquierda”), España (Izquierda Unida), varios países europeos, asiáticos, africanos y americanos, incluido Chile. El partido comunista chino, que dirige la inmensa China, nació y se desarrolló en un inicio con el apoyo soviético, distanciándose más tarde en su construcción económica post Mao.
La URSS y el mercado común del CAME (URSS, Europa del Este, Mongolia, Vietnam y Cuba) llegaron a contar con la URSS y diez países unos 400 millones de habitantes.
El poder soviético y de sus aliados económicos limitó al oeste con la llamada Cortina de Hierro, que atravesó Europa, y al este con el límite este ruso al norte de Vladivostok y la Alaska de EEUU.
La URSS desapareció (1991) dinamitada desde su interior y después de recibir los embates, por seis décadas, del mundo no comunista y de China. Su último jefe – Gorbachov- extendió su certificado de defunción.El capitalismo de Estado soviético estaba intrínsecamente imposibilitado de crear el capital financiero, no pudo desplegarlo y con ello se autolimitó en su competencia financiera y tecnológica con los grandes países capitalistas, como EEUU, Japón, Alemania, Gran Bretaña y Francia. Era, además, un imposible, en un contexto de casi guerra abierta y mundial, mantener un poderío militar equivalente al de los EEUU, Europa Occidental, China y eventualmente Japón. Ello habría imposibilitado desarrollar los planes sociales inherentes a una sociedad civilizada. Pero fue un gran sector de la burocracia comunista el que creó las condiciones subjetivas para el entierro. Esa burocracia entendió, por su práctica, que podía transformarse de aparato administrador del Estado comunista en una oligarquía capitalista al estilo existente en los grandes países capitalistas de la Tierra, y –sin revolución- privatizó (con mayoría rusa) las grandes empresas del más grande estado comunitario creado en el planeta.
El que parece un afán “natural”, en el actual desarrollo de la especie humana, de apropiarse individualmente de los bienes sociales, diferenciarse, distinguirse, volver a ser más que el otro por tener más que el otro, en fin la ambición personal desmesurada, colocó finalmente a Putin en el lugar en que hace 100 años estuvo Lenin.
Lenin, con sólo cinco años en el poder (1917-1922) llegó a representar en su inmenso país la figura sucesora de los zares. Fue un intelectual de nota, un organizador innato y un jefe político y militar notable. Dedicó toda su vida a la revolución. Murió de una larga enfermedad a los 53 años. La política leninista se funda en la idea de que el Estado es siempre un aparato dictatorial que obedece a la clase dominante y que él debe ser ganado por la revolución para construir desde allí y con las masas la nueva sociedad socialista. Llevó adelante las ideas del internacionalismo proletario y de la solidaridad anticapitalista. Sus libros han sido leídos en todos los continentes, como la Biblia o el Corán.
Stalin– Hombre de Acero- creador del “marxismo leninismo”, endureció al extremo el proceso iniciado por Lenin, encabezando al mismo tiempo el desarrollo de la URSS y la lucha y la victoria contra Hitler. Aunque georgiano es hoy, aún, el más respetado de los líderes rusos desaparecidos, junto con el zar Pedro El Grande y Vladimir Ilich Lenin. Gorbachov, el último jefe de la URSS y su formal sepulturero, y Yeltsin, un alcohólico que cerró la apertura gorbachov ana, no están en la memoria rusa. El nombre de Stalin era Jossif Vissariónovich. Su nombre de Stalin proviene de la fortaleza de que hizo gala en las prisiones zaristas. Está sepultado en una tumba especial frente a los muros del Kremlin, cerca de donde se venera a Lenin momificado.
Nicolás II no ha recibido el trato que la Rusia postsoviética y postcomunista le ha dado a Lenin y a Stalin. Ese respeto social y estatal de hoy por la URSS y los líderes comunistas marca la mayor continuidad entre la URSS y el régimen capitalista actual encabezado por Putin. En éste se ha transformado radicalmente el sistema económico, se ha privatizado la propiedad de las grandes empresas,se ha recreado la sociedad de clases, se ha abierto la oferta política a nacionalistas, comunistas y socialdemócratas, todos férreamente controlados por el gobierno, y el cristianismo ortodoxo ha vuelto a ser, como hasta 1916, la religión oficial del Estado.
La URSS ha desaparecido. Murió de muerte natural en 1991. Rusia ha dejado de ser la segunda potencia mundial y no está entre las primeras: EEUU, China, Japón y Alemania. Conserva eso sí el primer lugar como potencia nuclear. La primera potencia militar es lejos EEUU. En la tabla de los países por su per cápita Rusia es el 49 del mundo (Chile es el 46) y en desarrollo humano Rusia – después de la segunda guerra mundial fue uno de los primeros- es el 46 (Chile es el 36).
Esta caída del segundo lugar a uno, para su historia, mediocre, influye también en el buen recuerdo que la Rusia de la URSS tiene entre la mayoría de los 144 millones de rusos.
Tuve la suerte de visitar la Unión Soviética varias veces. Una, antes de nuestra derrota, tres después de ella. La vi siempre acogedora y heroica, maravillosa en Leningrado, construido por Pedro El Grande y reconstruido
por Stalin, e imponente en Moscú, con la Plaza Roja, el Kremlin y la Catedral de San Basilio ordenada por Iván el Terrible, en cuyo alrededor se escuchaba al amanecer el canto de los gallos. Estaba casi todo lo que hoy impresiona al visitante primerizo, el metro, sus palacios, hospitales, teatros, estadios, plazas, circos, jardines, canales, museos, que hacen al mundo comparar, por ejemplo, a San Petersburgo (Leningrado) con Venecia,
subestimando por cierto al primero cuyos dorados no son pan de oro sino oro puro.
Era, en los 70 y 80, la tierra y el cielo del Kirov y el Bolshoi, de Maya Plisetskaya, de Tolstoy, Dostoyevsky, Pushkin y Chejov, de Tchaikovsky, Prokofiev y Rachmaninov, de Valentina Tereshkova y Gagarin, de los cientos de millones de comunistas de allí y de todo el mundo, del Ejército Rojo, de los vencedores en la Gran Guerra Patria, de la vanguardia en la conquista del espacio, y sobre todo de la Madrecita Rusia, esa figura inmensa y generosa que encabeza los grandes cementerios comunes, esa a la que le encaja perfecto el “sangre, sudor y lágrimas” de Churchill.