Muchos analistas políticos comparan el Rusia-Gate con el Water-Gate, así los dos personajes protagonistas – Nixon y Trump no sean iguales -, el primero, de origen humilde, pero de una inmoralidad rayando en el cinismo; el segundo, millonario, cuyo único interés consiste en el enriquecimiento ilimitado. Ambos comparten un narcisismo marcadamente patológico. Nixon grababa todas sus conversaciones desde la Oficina Oval, creyendo que iba a pasar a la historia como el gran Presidente de estados Unidos, por su parte, Trump gobierno a través del Twiter y hace lo que quiere y, si se siente acorralado, sería capaz de provocar una guerra – ahora contra Corea del Norte -.
El narcisismo ha conducido a ambos Presidentes a su derrota: Nixon, desconfiado y paranoico como era, expulsó del gobierno a la mayoría de sus asesores, quedándose solo y desnudo y, por tanto, vulnerable ante la Fiscalía General y, para rematar su fracaso, exoneró al Fiscal que lo investigaba. Por su parte, Trump, es acusado de enfermedades mental que, a todas luces según el dictamen de connotados psiquiatras y psicoanalistas, le impedirían seguir al mando de la Nación del norte.
Desde la destitución del último jefe del FBI, James Comey, los tropiezos para el Mandatario han ido en aumento: el mismo ex Fiscal, declaró ante la Comisión de Justicia del Senado que Trump le había pedido lealtad y debía no continuar su investigación sobre Rusia-Gate, además le ordenó dejar de lado el asunto de las reuniones del Consejero de Seguridad, Michael Flynn, quien había sostenido varias conversaciones con el embajador ruso en Estados Unidos.
Jeff Sessions, Procurador de la Nación, también está mencionado, en la investigación, de haber mantenido tres reuniones con el embajador ruso y con otros personeros de ese país.
El Rusia-Gate toca directamente a la familia del Presidente Trump: su hijo mayor reconoció haber tenido conversaciones sobre el actuar escandaloso de la rival de su padre, Hillary Clinton, dadas a conocer por una funcionaria rusa. El mismo Trump se dignó felicitar a su hijo por la trasparencia con que actuó al reconocer el sentido de esas conversaciones.
Su yerno, Jered kushner, que mantuvo relaciones con Rusia previos a la campaña presidencial y desempeñó el papel de contacto entre Trump y Putin y sus funcionarios, al tocar el círculo íntimo de la familia, la situación se complica sobremanera para Trump.
Con la defenestración de Comey, el tiro le salió por la culata a Trump, pues el nuevo Fiscal que lo reemplazó, Robert Mueller, es quizás más duro y no está dispuesto a soportar ninguna presión del poder central. En pocos meses, la investigación ha adquirido una celeridad inesperada: el 30 de octubre último el FBI detuvo a Paul Malaford, uno de los primeros jefes de campaña presidencial de Trump, una especie de lobista muy exitoso – servía también a gobiernos extranjeros, en especial a Ucrania, país con el cual mantenía relaciones con un sector pro-ruso -. Malaford está acusado de doce cargos, entre ellos el de conspiración contra Estados Unidos, lavado de dinero y otros casos muy graves de corrupción. Junto a este personaje fue detenido también su socio, Rick Gate, sobre quien pesan los mismos cargos. (Estados Unidos exige a los lobistas que trabajan para un país extranjero inscribirse y dar a conocer sus actividades a desarrollar).
George Papadopoulos, consejero internacional de la campaña de Trump, confesó ante el FBI las relaciones que sostuvo con los rusos durante la campaña de Trump, acogiéndose a la modalidad de delación compensada, que le permitirá reducir su pena.
Los funcionarios de gobiernos y algunos otros del Partido Republicano tratan de bajar el perfil a los personajes involucrados y sostienen que Malaford sólo dirigió la campaña durante un corto período, al inicio, y que los delitos por los cuales se le acusa fueron cometidos antes de comienzo de la campaña.
Respecto de George Papadopoulos, dicen que fue un voluntario, de muy bajo perfil y que, por consiguiente, no tuvo ningún papel importante en el desarrollo de la campaña. Para desgracia de los seguidores de Trump, Papadopoulos aparece en una foto, durante una reunión de Comité, muy cercano a Trump.
El juicio político exige el voto favorable de una mayoría en el senado, que hoy pertenece al Partido Republicano y que también domina en la Cámara de Representantes, en consecuencia, no parece fácil que la acusación prospere.
Trump está acusado, hasta ahora, de una eventual obstrucción a la justicia, delito que debe probarse en el complicado sistema judicial norteamericano. El Fiscal Mueller ha convocado al gran jurado, cuya función es la de determinar si existen delitos que merezcan ser tratados por los tribunales de justicia – algo similar a lo que haca un juez de garantía en Chile -. Y a Trump “le sigue lloviendo sobre mojado”, pues los Fiscales de Columbia y Maryland han solicitado la renuncia del Presidente basados en el atropello a la enmienda V de la Constitución que prohíbe realizar negocios particulares durante su mandato; Trump sigue recibiendo dinero por concepto de su cadena de hoteles, donde recibe personalidades extranjeras, además, sigue manejando los demás negocios. (Sería una excelente idea se aplicara al candidato Sebastián Piñera).
Si las confesiones de los colaboradores de Trump, implicados en este caso, tocan a más funcionarios del gobierno llegando a ampliar los cargos contra la familia de Trump y, posteriormente, al propio Presidente – como ocurrió con Richard Nixon – es muy posible que muchos republicanos voten la salida del actual Presidente, y su reemplazo por el Vicepresidente, Mike Pence, mucho más manipulable que Donald Trump.
En 2018 se elegirá un tercio del Senado y la totalidad en la Cámara de Representantes. Para conservar su mayoría, el Partido Republicano hoy necesita del Presidente Trump, pero si se le comprueba el sinnúmero de delitos y, además, la convivencia con los rusos durante la campaña presidencial, es muy posible que los republicanos prescindan del actual Presidente.
Donald Trump, si se ve acorralado por la justicia de Estados Unidos, es muy probable que recurra al ardid de un conflicto, seguramente con Corea del Norte o con Irán y, de esta manera, desviar la atención de la comunidad nacional e internacional. Un conflicto norteamericano podría provocar una catástrofe de proporciones.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
02/11/2017