Febrero 5, 2025

Obras de Pedro Sienna: un mundo desparecido pero no muerto

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En septiembre de 1999 Richard Vera, en un seminario sobre patrimonio cultural afirmaba que “los chilenos tenemos una identidad que nos delata y que somos sujetos más o menos identificables y diferenciables respecto de otros grupos nacionales de América Latina”

 

 

Los chilenos, compartimos un patrimonio común, histórico y cultural y que parte de ese patrimonio común, lo conforma el arte en todas sus expresiones.

A fines de junio, Editorial Universitaria puso en circulación un libro, Obras Completas de Pedro Sienna,  que recoge parte de esa identidad nacional, como es el teatro chileno.

En este libro, Pedro Sienna se nos revela como un personaje multifacético, actor, guionista, dramaturgo, poeta. Otiene el Premio Nacional de Arte en diciembre de 1966, en homenaje a una extensa obra que abarca la Literatura, la Dramaturgia, la Crítica, las Artes Escénicas, el Periodismo y el Cine. En 1998, su filme El Húsar de la Muerte es declarado Monumento Histórico por el Consejo Nacional de Monumentos. Nació en San Fernando el 13 de mayo de 1893 y fallece en Santiago, el 10 de marzo de 1972.

El año 2006, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes crean el Premio Pedro Sienna, galardón que reconoce anualmente a obras y creadores destacados en las artes y en la industria audiovisual.  El libro, fue fruto de una investigación, que buscaba reunir y darle el valor que le corresponden a sus obras, publicadas e inéditas, que por diversas razones se encontraban dispersas.

 

Además de reunir las obras de Sienna, (Pedro Pérez Cordero, en realidad), se logró revivir toda una etapa de la cultura chilena como fue, el teatro chileno de comienzos del siglo XX  y que tuvo un papel muy importante en la formación de la cultura nacional.

El teatro de esos años, navegó a través de tiempos difíciles como fueron las condiciones políticas, sociales y económicas que vivieron los chilenos durante ese tiempo. Pero, también aporto su visión sarcástica y humorística de los acontecimientos que los rodeaban y que les entregó, una válvula de escape de la cotidianeidad.

Mientras que la prensa, hacia testigos a sus lectores de las disputas de las elites, en el teatro aparecían los defensores del humor que, como si fuera un carnaval, con el gesto oportuno y la palabra ingeniosa, convirtieron la dureza y el sufrimiento de aquellos años en una  creación artística que le dio una dura batalla tanto a la depresión económica como a la sicológica. 

A través de  obras breves, donde había una sucesión de de cuadros y breves sketches, se satirizaban las costumbres cotidianas o las situación política que se vivía en aquellos momentos. Un ejemplo de esto, se dio durante el agitado clima pre-electoral de 1938, cuando se disputaban el favor de la población Pedro Aguirre Cerda y Gustavo Ross, la Compañía Bataclánica representó la revista criolla Yo prefiero el tinto, una ingeniosa alusión a las preferencias por ‘Don Tinto’, el candidato de la Izquierda.

También en este libro, se rescata la memoria de actores como Arturo Bührle (1886-1927; Rogel Retes, Evaristo Lillo (1889-1936), autor de una sátira en 1925 titulada Todo lo arreglan los gringos y del sainete cómico (1919)  Entre gallos y medianoche,  donde se reía de la clase media; Rafael Fontaura, Eugenio Retes, hermano de Rogel, la extraordinaria actriz cómica de la década, Olga Donoso; Ana González, la actriz cómica que se haría famosa con su inolvidable personaje La Desideria; José Olivares; Malú Gatica; Lucho Córdova; Olvido Legía; Pury Durante y tantos otros que llenaron de luces las noches chilenas.

El pueblo chileno, reconoció con sus aplausos el genio de estos actores, que representan un Chile que está desparecido pero no muerto e integro a su habla, muchos de los títulos de sus obras que le dio a nuestro lenguaje, una identidad única con sus modismos, giros y sobreentendidos.

Testigos de este tiempo, quedan pocos. Uno de ellos, es el viejo teatro Balmaceda, que hoy es un local que vende verduras en la Vega Central de Santiago. Pero, como dijera Domigo Tessier: No más risas, no más piernas esbeltas, no más alegría; sólo el cascarón que albergó glorias pasadas. Pero, a lo mejor, a medianoche, entre cajones de frutas y canastos de productos del país, las antiguas bataclanas y los viejos cómicos crean coreografías, inventan pasacalles y hasta vuelan por los aires con alitas de papel crepé”.

 

 

 

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