La derecha económica y la derecha política se encuentran en su mejor momento a nivel sudamericano. Ello es innegable, pues basta revisar someramente el acontecer actual en todos y cada uno de los países de nuestro subcontinente para comprobar la veracidad del aserto.
En Colombia, con José Manuel Santos a la cabeza del gobierno, la derecha sigue campeando sin contrapeso. Lo mismo acaece en Perú, donde el decidido defensor del neoliberalismo, PPK, solidifica las bases de un sistema que pareciera no contar con adversarios importantes, mientras en Brasil con el corrupto y traidor Michel Temer asentado en el palacio de Planalto, la derecha económica mundial se adueña del país-continente. En Paraguay poco y nada se puede analizar ya que es un hecho de la causa que la derecha se ha convertido casi en el único referente político que el pueblo guaraní acepta. A su vez, en Argentina el escenario es parecido; Mauricio Macri, a pesar de las cifras negativas que en materias de empleo y desarrollo presenta su gobierno, venció cómodamente en las últimas elecciones legislativas realizadas en esa nación.
Mientras en Chile, a pocas semanas de la elección presidencial, uno de los dos abanderados derechistas, Sebastián Piñera, de acuerdo a lo mostrado por las encuestas de opinión, cuenta con un mayoritario apoyo ciudadano que podría permitirle vencer en la segunda vuelta electoral para regresar en gloria y majestad al palacio de La Moneda.
Con esas realidades –teniendo a Chile como ejemplo- cualquier analista diría que la hoy derecha triunfa electoralmente porque ayer y anteayer realizó un excelente trabajo en beneficio de la gente, de los ciudadanos, de la sociedad civil. Sin embargo, las mismas realidades anotadas en las líneas anteriores desmienten la aseveración última. Pruebas al canto. Brecha económica creciente, previsión social deficitaria para el 80% de los cotizantes, expoliación irracional de los recursos naturales, privatización del país a grado intolerable, educación onerosa y de mala calidad, salud de costo elevado, delincuencia imbatible, prensa de mala calidad y además entregada a los intereses de una minoría económicamente poderosa, endeudamiento crónico (e in crescendo) de la población, fuerte inseguridad en el empleo, alta tasa de desempleo juvenil, … entre otras variables también negativas para la mayoría de la sociedad, representan la real situación que vive nuestro país como consecuencia de la aplicación ‘salvaje’ del sistema económico imperante.
Entonces, la pregunta es obvia. ¿Cómo y por qué la derecha, responsable directa del origen de los males anteriores, cuenta sin embargo con fuerte apoyo electoral?
Una parte importante de la otrora izquierda ortodoxa, tal vez debido a la dura experiencia vivida en los años de dictadura (especialmente en lo referente al exilio), experimentó los efluvios de la nueva doctrina, el neoliberalismo, que conoció y utilizó en el extranjero -con mayor precisión, en países desarrollados de Europa y América del Norte- aceptándolos finalmente como forma plausible y válida de desarrollo.
A eso se le llamó en Chile “renovación”, aunque otras personas –me cuento entre ellas- prefieren tildarla de “reconversión socialista a la fe neoliberal”. La cuestión es que esos cuadros izquierdistas, ya ‘renovados’ o ‘reconvertidos’, disfrazados con ropajes socialistas, conquistaron el corazón de un pueblo que los llevó de regreso –electoralmente- al sitial de alto mando de la nación.
Desde allí los ‘renovados’ se dedicaron a administrar el sistema que les había encandilado en Europa y en Norteamérica, lo cual significaba lisa y llanamente gerenciar los intereses de esa misma derecha que había sido su enemiga a muerte un par de décadas antes. Y pagaron el costo, pues los beneficios principales fueron a parar en las faltriqueras del otrora enemigo, el que controlaba a su amaño prensa y comunicaciones con las que manejaba a su entera voluntad y conveniencia la opinión pública.
De ese modo, la derecha impuso un sistema predador y clasista, de alta ganancia para ella, administrado –esto es innegable aunque a muchos duela- por su antiguo adversario izquierdista, el que un gran porcentaje de las masas populares sindica como responsable principal de las carencias y desigualdades existentes en el país. Mientras ello ocurre, la derecha económica sonríe y se frota las manos. El plan dio excelentes resultados… y sigue dándolos.
Si bien en estos últimos años –siempre en el caso chileno- la derecha mantuvo en su poder el derecho a veto parlamentario (un tesoro legislativo que jamás permitió que se le escapara de las manos, con el cual frenó o desbarrancó iniciativas de leyes ‘perjudiciales’ para la jauría empresarial), consideró que había llegado la hora de retomar el control del gobierno central, para -desde allí- gobernar la consolidación del sistema a través de nuevas leyes y decretos con fuerza de ley, mismos que serían materialmente imposible de anular en los próximos lustros ya que los quórum calificados no son patrimonio de la izquierda ni de la oposición al mega empresariado, llámese esta como se llame.
La derecha ha logrado triunfos importantes, no sólo en lo relativo a la instalación del sistema neoliberal salvaje o a la entrega (inteligentemente pensada) de la administración del mismo a manos de la antigua “inteligencia política” de la fenecida Unidad Popular, sino también en lo que dice relación con endilgarle a esa izquierda ‘oficial’ (la que está en la Nueva Mayoría) los males y errores que el sistema tiene en cuanto a explotar a las masas trabajadoras y restarle a ellas toda condición de igualdad ante el estado y las leyes.
De tal modo entonces, para esas mismas masas el responsable principal de las desigualdades y carencias del sistema imperante es el conjunto de partidos políticos de la antigua izquierda (la ‘renovada o reconvertida’), apostando de nuevo a la capacidad de la derecha para derrotar los males y atrocidades que ella misma ha parido y que, téngalo por seguro, seguirá pariendo ya que son parte vital del sistema que responde a a sus intereses particulares… nunca a los del país.
El triunfo de la derecha en los comicios parlamentarios /(los que de verdad importan) y en la elección presidencial, si llegan a producirse en este año 2017, obedecen a un plan finamente delineado por las grandes corporaciones transnacionales de la mega empresa que usaron a ala izquierda ‘oficial’ como mano de gato y ’paga culpas’.
Por ello, una vez más en estos últimos 18 años, gracias a esa izquierda ‘oficial’ nuevamente es hoy la hora gubernamental de una derecha que ha conseguido transformar este sistema económico-social en algo así como una “civilización neoliberal”… sistema que por supuesto la mentada izquierda que forma parte del bloque político ‘Nueva Mayoría’ nunca será capaz de derribar, pero que ha servido de eficaz mano de gato a los intereses predadores de una cáfila de mega empresarios transnacionales.
Para derribar el sistema de marras (o al menos dotarlo de verdadero humanismo y justicia social) las alternativas son otras, y habrá que construirlas a partir de las organizaciones y movimientos sociales que han comenzado a mostrar su potencialidad en manifestaciones callejeras, en poblaciones, sindicatos, universidades y en las redes sociales. No existe otro camino.