Casi dos semanas después del devastador paso de los huracanes María e Irma por Puerto Rico, el presidente de Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump, visitó San Juan, la capital del país, para cumplir una agenda de cinco horas.
En su breve periplo, el mandatario llegó alrededor del medio día a una base militar en la ciudad, donde se reunió con el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, para después realizar un sobrevuelo en helicóptero sobre las zonas más afectadas por el desastre.
Pero fue su paso por una iglesia en Guaynabo -municipio acomodado y menos afectado que otros lugares que quedaron en situación gravísima- lo que llamó la atención de los boricua. En ese lugar, Trump, participó de una actividad de entrega de ayuda de insumos básicos, en la que arrojó paquetes de papel higiénico a los asistentes, quienes asombrados apenas intentaron cogerlos en el aire.
Otra de las críticas contra la visita, se suscitó producto de las declaraciones del presidente, quien minimizó el desastre comparándolo con el paso del huracán Katrina por Estados Unidos, en 2005.
“Cada muerte es un horror, pero si miramos una catástrofe real como Katrina y nos fijamos en los cientos y cientos de personas que murieron y lo que pasó aquí con una tormenta que fue totalmente imponente… ¿Cuántos muertos tienen ustedes?”, se preguntó, para contestarse: “Dieciséis contra miles”, citando la cifra oficial de fallecidos en Puerto Rico por el huracán María.
Pese a las críticas existentes por parte de los puertorriqueños contra el Gobierno de Estados Unidos por su tardía reacción ante la catástrofe, Donald Trump aduló su propia administración con respecto al tema, señalando que “ha sido increíble lo que se ha hecho en un período muy corto de tiempo”, pese a que aseguró que este país “desajusta el presupuesto” de Estados Unidos.
Asimismo, y en lo que fue calificado como una frase totalmente desafortunada, indicó que le encantaba Puerto Rico. “Aquí el clima es insuperable”, dijo el empresario sobre la isla, territorio no incorporado estadounidense con estatus de autogobierno.
Cerca de las cinco de la tarde, y sin anuncios concretos sobre la pronta reconstrucción, el presidente de EE.UU. despegó rumbo a Washington, dejando un sentimiento de indignación y humillación generalizado, al menos así dejaron ver los puertorriqueños a través de medios locales y redes sociales.