El candidato presidencial Sebastián Piñera habló de los “cómplices pasivos”, en 2013, con motivo del 40 aniversario del golpe militar; es decir, trató de desenmascarar a los civiles cómplices de la dictadura y de los horrendos crímenes perpetrados durante los diecisiete años de tiranía.
Como la sociedad chilena está dominada por la “levedad del ser”, bastaba con el solo hecho de pedir perdón para que este pecado “venial” fuera perdonado con dos Ave Marías y un Padre Nuestro, (Andrés Chadwick, su alter ego, como primo del entonces mandatario, por ejemplo, tal vez se auto-aumentó la pena a un rosario completo, y de esta manera quedó impoluto de haber colaborado con la dictadura).
Sergio Melnick sigue siendo un cómplice de la dictadura, sumamente activo, y no sólo un nostálgico del régimen de Augusto Pinochet. Que le siga rindiendo pleitesía, y que, además, siga siendo panelista del pésimo programa En buen chileno, no le puede extrañar a nadie, pues la mayoría de los medios de comunicación, tanto televisivos, radiales, como prensa escrita, pertenecen a empresarios y banqueros, con marcada tendencia pinochetista, hoy votantes de Piñera.
Si en la democracia bancaria los únicos electores son los dueños del mundo financiero, en los medios de comunicación, por extensión, ocurre otro tanto: Los Diarios, por ejemplo, pertenecen a dos grandes consorcios, los Edwards y COPESA; con las radios ocurre algo similar, aun cuando existe algo más de distribución entre sus dueños, pues también tienden al oligopolio. A lo mejor, lo único que resta y que cuenta con una libertad, aunque limitada, son los diarios electrónicos. ¡Quién pone la plata, pone la música!
Los diarios obsecuentes de la dictadura militar, como los pertenecientes al El Mercurio, nunca han perdido perdón por su abierta complicidad en los crímenes de lesa humanidad, y los serviles periodistas que aún pululan en las empresas periodísticas, (que se hacen llamar medios de comunicación para “desinformar a los ingenuos y despolitizados electores).
Como los comerciantes de armas forman el corazón del enriquecimiento de la industria bélica, las venas de los medios de comunicación están conformadas por los avisadores, entre ellos, uno de los principales es el Estado que, desde la recuperación de la democracia, han servido para favorecer los diarios de la empresa de El Mercurio y COPESA. Los intentos para terminar con esta lacra han sido muchos, incluso, la comisión investigadora de la cámara de diputados y las continuas luchas y presiones de los diputados díscolos, hasta ahora, han sido infructuosas. El Estado se ha convertido en cafiche permanente de estos medios de comunicación, a quienes rinde pleitesía y, por supuesto, los traidores de la Concertación no movieron ni un dedo para salvar los diarios independientes, entre ellos, Apsi, Análisis, La Época, Fortín Mapocho, entre otros.
En una democracia bancaria no es extraño que el Canal 13, por ejemplo, actualmente sea propiedad del dueño del Banco de Chile, Andrónico Luksic, y que ChileVisión haya sido de propiedad de Sebastián Piñera, actualmente en manos de sus una empresa extranjera; por otra parte, en el Canal Nacional, (supuestamente de todos los chilenos), su directorio está repartido por cuotas iguales entre la Concertación y la derecha política. Para qué hablar de Mega y La Red, canales comprometidos con grandes financistas.
Chile – se dice – es el paraíso del fariseísmo y los periodistas de estos medios pretenden tener libertad editorial: se presentan como “profesionales” impolutos, objetivos, independientes y muy valientes ante sus patrones, pero en el fondo, lo único que les interesa es cumplir el mandato de sus empleadores, so pena de perder el trabajo.
La mayoría de los televidentes y algunos consumidores de la Prensa escrita están cada día atontados y creen cada tontería que los medios de comunicación de masas se dignan transmitir. En algunos programas de debates, el periodista suplanta al fiscal, con toga y todo, – y hasta al juez – para clasificar a las personas y a los políticos entre buenos y malos, entre corruptos e impolutos y, sobre todo pretender salvar a los corruptos multimillonarios, quienes verdaderamente han cometido delitos económicos.
En programas radiales y de televisión los opinólogos de la derecha (que se creen la “mama de Dios”), que sirven con fidelidad en las “parroquias” de Radio Agricultura, Canal 13, CHV, (especialmente en el programa Tolerancia Cero), se han ensañado en contra de Beatriz Sánchez por solo hecho de negarse a participar en un pésimo programa En buen chileno, acusándola de antidemocrática, intolerante y otros epítetos, cuando el “patrón de patrones, Sebastián Piñera, se niega a participar en foros y debates y, además, en los pocos que anunciado su participación pretende, antidemocráticamente, excluir a algunos de los candidatos a La Moneda.
En países civilizados y normales la democracia se defiende prohibiendo la apología de las dictaduras, pero en nuestro “país anormal” ocurre todo lo contrario: se hace apología de la dictadura. Hablar de expresión en Chile es una auténtica tautología, pues lo único que existe es el canto monocorde de quienes monopolizan los medios de comunicación y, claro está, sus obsecuentes servidores.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
25/09/2017