He realizado seis entregas reflexionando sobre el tema de la fragmentación desde distintos ángulos: electoral, social, político, institucional. En mi entrega anterior comencé a discutir sobre la narrativa de la fragmentación. No se trata sólo de un propósito deliberado de sectores de las élites políticas y económicas, sino que aún en sus expresiones espontáneas, tiene un mismo sustento discursivo.
El eje central. Si se busca un hilo conductor de esa narrativa podría ser el siguiente: toda forma de organización social distorsiona, interrumpe o bloquea el funcionamiento de los mercados. Se vuelve un espacio de captura de rentas institucionales. Para algunos esta vieja idea neoliberal adquirió acta de nacimiento institucional con el famoso dictum de la señora Thatcher: no existe tal cosa como la sociedad. Curiosamente esa disrupción al funcionamiento presuntamente normal de los mercados no se juzga grave tratándose de las múltiple formas de agrupamiento de las propias élites cuyo propósito explícito es la captura de rentas institucionales.
¿Nada de gremios o nada de líderes espurios? Otra versión diferente aunque con consecuencias similares provino del mismo activismo ciudadano que alcanzó sus mayores momentos en los noventas. Constatando la captura de las organizaciones gremiales –sindicatos, agrupaciones campesinas, de maestros, de burócratas– no sólo condenó la evidente corrupción y colusión de esos liderazgos espurios; sino implícitamente condenó todo esfuerzo de agrupamiento gremial.
Pluralismo o fragmentación. A diferencia de los setentas y ochentas donde privó un gremialismo renovado, lo que se ha desarrollado en las ultimas décadas es un enorme conjunto de redes ciudadanas cuyo activismo contribuyó a avanzar en áreas específicas el proceso de democratización. El punto de confluencia ha sido la lucha y protección de los derechos humanos. De ahí se han derivado redes ciudadanas alrededor de causas específicas. Otras en cambio se han orientado a un trabajo de cabildeo para promover reformas legales en los ámbitos específicos notablemente en el combate a la corrupción.
Redes ciudadanas. Tienen en común dentro de su enorme diversidad tres rasgos. Primero fuerte concentración geográfica. Segundo formadas sobre todo entre activistas provenientes de las clases medias educadas. Tercero, su cohesión es producto de identidades culturales más que de clasificaciones socioeconómicas.
19 de septiembre. Todo lo anterior cobra mayor significación con el trágico sismo de esta semana. Hay evidentemente diferencias centrales entre 1985 y 2017 en lo que respecta la Ciudad de México. Hubo presencia inmediata del Estado mexicano –lo cual subraya su ausencia persistente en otros ámbitos estratégicos de gobernabilidad. Los medios de comunicación digitales multiplicaron el espacio a la información y a la comunicación. Pero también fueron víctimas y victimarios de la hipérbole, la exageración y las mentiras.
Lo que volvió en cambio a irrumpir y a marcar otra vez esta fecha, fue la enorme reserva de solidaridad que acumula la sociedad mexicana aun frente a todos los intentos por fragmentar, desviar o capturar la energía social.
Lo cual me hace pensar en Carlos Monsiváis. Hablando de las Causas Perdidas, señala Monsi que comparten rasgos con los movimientos derrotados, pero que vienen de mas lejos, de la elección ética con resonancias estéticas, de reivindicaciones y reclamaciones destinadas al fracaso inmediato, pero válidas en sí mismas y capaces de infundir ese momento de dignidad pese a todo
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Y añade que lo que explica la especie causas perdidas es la certeza del valor inmanente de las exigencias de justicia y de las batallas para alcanzarla. Remata señalando que causa perdida implica la noción que cumplir con el deber [es] recompensa suficiente; es aquella de la nunca se esperan ventajas (personales).