En Chile tienen estatuas todos los políticos que se lo merecen.
Desde Lautaro y Caupolicán hasta Salvador Allende y los que vinieron.
Titantos y de todos los colores. Nunca puestos allí por consenso,
Sí, siempre, por consideración y respeto. La inmensa mayoría de ellos dividió el país y fue odiado por muchos.
Lautaro y Caupolicán lucharon a muerte contra Pedro de Valdivia. Los tres tienen estatuas.
Carrera y Manuel Rodríguez lucharon contra O’Higgins, que estuvo detrás del asesinato de los primeros. Los tres tienen estatuas.
El general Freire luchó contra Diego Portales y antes contra José Joaquín Prieto. Los tres tienen estatuas.
Como las tienen Manuel Montt y Varas, y sus oponentes reprimidos Arcos y Bilbao. Los cuatro tienen estatuas.
Todos los presidentes desde Prieto a Pedro Montt tienen estatuas aunque hayan encabezado gobiernos que mataron opositores, mapuches, bolivianos y peruanos y que dividieron el país al extremo que las mujeres católicas, por ejemplo, rezaban el Ave María sin decir “Santa María, madre de Dios…” sino sólo “Madre de Dios” para no nombrar al presidente liberal Domingo Santa María.
Tiene estatua Balmaceda contra el cual se desencadenó una guerra civil que cobró 10 mil muertos en un país de poco más de un millón.
Todos los del oscuro período “parlamentario” tienen su estatua.
Las tiene Arturo Alessandri, destacadísima una en el frontis de La Moneda, a pesar de que militares lo depusieron y militares lo repusieron. Y masacró gente en el Seguro Obrero.
La verdad es que sólo Marcó del Pont, el realista que asumió después de la derrota patriota en Rancagua, en 1814, y Augusto
Pinochet Ugarte (1973 a 1989) no tienen estatuas.
No por haber dividido a los chilenos o porque hubiera habido consenso en no ponerles estatuas, sino por vergüenza.
No por vergüenza de sus opositores, sino por vergüenza nacional. Y, por cierto, de sus partidarios.
Es tan claro aquello que al alcalde de Santiago, al de Estación Central, a la alcaldesa de San Bernardo, a su amiga la alcaldesa de Providencia, a su funcionario el alcalde de Las Condes y a otros ex alcaldes pinochetistas no se les ha ocurrido después de 44 años levantar un monolito o un mojón a la memoria de don Augusto.
No tuvo ni honras fúnebres de ex jefe de Estado ni tiene estatua.
El único que sueña con hacerle un mojón es el candidato Sr. Kast. Puja para ello pero peleará el último lugar.
No se ha borrado esa célebre frase escrita con valor en las paredes de la dictadura :”Ninguna calle llevará tu nombre”.