En Holanda, las iglesias permanecen vacías de fieles adeptos al catolicismo, en cambio, se han transformado en museos y bibliotecas. El pontificado de Francisco, a pesar de frases grandilocuentes, no pudo cambiar, en lo esencial, la depravación de la iglesia de Constantino, por ejemplo, el Banco del vaticano sigue haciendo negocios tan inmorales como cualquier Banco en la actualidad: el dios-dinero se cubre con la auténtica santidad del Nazareno para convertirse en protector de los negocios, es decir los mercaderes del templo moderno hace tiempo que cooptaron al auténtico Jesús y, de esta manera, una vez perdida Europa, a “la puta de Babilonia” no le resta más que los más católicos de América del Sur.
Colombia es, quizás, el prototipo de la hipocresía, pues en cualquier iglesia del país encontramos fariseos golpeándose el pecho por sus muchos pecados. Con ocasión de la visita del Papa Francisco, como nunca antes en ese país, estuvo presente el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, quien fue citado en innumerables ocasiones en las diversas homilías del Papa, especialmente al referirse a la segunda oportunidad luego de referirse a los “cien años de soledad” signados por guerras fratricidas. En este país, donde se golpean el pecho cotidianamente, la vida humana no valía nada, que estaba en manos de sicarios, narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares al servicio de los ganaderos y de una oligarquía que condenó al sufrido pueblo a los más monstruosos contrastes entre las riquezas de Epulón y la miseria de Lázaro.
El ex Presidente – y ahora senador – Álvaro Uribe, no sólo fue cómplice del auge del Cartel de Medellín, como jefe de la aeronáutica civil, sino también un amigo directo de Pablo Escobar Gaviria; Uribe fue, asimismo, fundador de la cooperativa que dio nacimiento a los paramilitares, destinados a defender las haciendas de los ganaderas y aniquilar a los campesinos y a la guerrilla. El actual senador aún no ha respondido a una justicia corrupta – se acaba de descubrir en el asunto del fiscal “anticorrupción” y de miembros de la Corte Suprema de ese país -. El caso de los “falsos positivos” – premio a los oficiales que mostraran mayor número de bajas de supuestos guerrilleros; algo similar a los actos de barbarie cometidos en la Región de Magallanes, al pagar por penes de indígenas – asesinados en Soacha y en Antioquia, que no eran otros que campesinos o pordioseros, aún continúa impune.
El uribismo es el peor enemigo de la paz en Colombia – también ha tenido cierto grado de penetración en las capas medias latinoamericanas que, al acceder al consumo, están virando hacia la derecha, optando por líderes, lo más ladrones posible, a quienes la justicia, en vez de caerle los magnifica y los deja en la más completa impunidad. Es el caso del ahora Presidente Pedro Pablo Kuczinski, del Perú, del Presidente Michel Temer, de Brasil, de Mauricio Macri, el mellizo y superficial, de Sebastián Piñera. Paradójicamente, la reducción de la pobreza por parte del esfuerzo de los gobiernos latinoamericanos de izquierda, abrió camino a este nueva lumpen clase media – para usar los términos de los años 60 -, que hoy se ufanan al votar por la derecha, como posiblemente los electores, cuyo único anhelo es seguir metiéndose en el mundo del consumismo.
El éxito de la iglesia católica en Colombia y en los demás países de América Latina cuenta con un obstáculo que es la influencia de las iglesias protestantes, convertidas en refugio de las masas ignorantes, forzadas a practicar un cristianismo dogmático, talibán, lleno de lecturas textuales de la biblia, interpretadas a su acomodo, cuya expresión es la más reaccionaria, dogmática, autoritaria y avasalladora. Estos cristianos fueron decisivos en el triunfo del uribismo en el plebiscito sobre la paz en ese país.
En Chile, en el mal llamado Te Deum de los evangélicos, este nuevo sectarismo tuvo su expresión más brutal al gritar a la Presidenta de la República de “asesina”, por el solo hecho de aprobarse, por parte del Congreso Nacional, la despenalización del aborto en tres causales. Los discursos de los pastores contra el matrimonio igualitario están retratando unas capas medias retrógradas, apoyadas en el opio de un cristianismo ubicado en las antípodas del progreso.
La visita del Papa Francisco, en un momento tan fundamental en la historia de Colombia, no sólo representa la recuperación de los auténticos valores católicos, contra lo que otro Papa denominara la apostasía de las masas, hoy en manos de los dios del dinero, del mercado, del consumo, de la destrucción de la tierra y, sobre todo, de la estupidez de que lo finito se puede convertir en lo infinito, explotando los recursos naturales sin compasión, ni límites.
A lo mejor, como en la Edad Media la peste, que diezmó la población durante siglos, abra caminos al renacimiento. Ya existen algunos vestigios de un cambio central, que deje de lado de un crecimiento ilimitado, y adoptemos el camino del desarrollo sustentable – en energías renovables no convencionales y exigencias de que todos los vehículos sean a base de baterías de litio – y una nueva forma de vida que reemplace el despiadado capitalismo que, al fin del túnel de la muerte, sea reemplazado por la igualdad entre los hombres y la equidad respecto a la naturaleza.
Rafael, Luis Gumucio Rivas, (El Viejo)
11 de septiembre de 2017