El terrorismo de Estado usó el método de “enfrentamientos con extremistas armados” para encubrir los asesinatos de personas indefensas. Un caso es el de Iván Quinteros. Aquí relatamos la verdad.
Iván Quinteros Martínez, 31 años, militante del MIR, mecánico de motores Diesel, fue asesinado en un falso enfrentamiento el 17 de diciembre de 1981 en avenida Lo Ovalle, comuna de La Cisterna. Los autores fueron los agentes de la CNI Francisco Orellana Seguel, suboficial del ejército, alias El Manzana, y Mario Galarce Gil, alias El Marino, funcionario civil de la Armada. Ambos fueron condenados a 15 años de presidio en primera instancia por la ministra Marianela Cifuentes.
A Iván Quinteros lo mataron con cinco balazos mientras conducía su bicicleta. Paralelamente allanaron su hogar donde se encontraba su hijo de 9 años, Ronald Quinteros Manzano, a quien torturaron e interrogaron.
La CNI preparó minuciosamente el crimen: primero detectaron su domicilio en Metal Rojo N° 6275, en la comuna de San Miguel y comenzaron un seguimiento a distancia, luego interrogaron a vecinos amenazándolos para que guardaran silencio. Sin embargo, Iván se enteró, gracias al dueño de un taller que conocía bien el barrio y lo previno cuando observó sujetos extraños y movimientos inusuales, relata a Punto Final Ronald Quinteros, cineasta, hoy de 43 años.
Iván no alcanzó a buscar otra casa. Al momento del crimen, vivía solo con Ronald, pues su esposa embarazada, Irene Manzano, se refugió en Francia. Su hija, Millaray, nació en Europa tres días antes del crimen de su padre en Santiago.
La mañana del lunes 17 de diciembre de 1981, el niño Ronald regresó de la casa de sus abuelos donde había pasado el fin de semana. Debía ir a la escuela por la tarde. Ambos habían quedado de salir juntos, pero el padre se dirigió al patio, miró hacia los alrededores, y se quedó pensando unos instantes. Luego dijo a Ronald: “No, mejor quédate aquí”. Se marchó alrededor de las 9:30 de la mañana. Le dijo a Ronald que volvía luego para llevarlo a la escuela.
Uno de los asesinos, Francisco Orellana Seguel, en su confesión judicial manifestó que cinco días después del asesinato de los militantes del MIR María Verónica Cienfuegos y Sergio Flores Durán, el jefe de la brigada de asaltos de la CNI, comisario de Investigaciones Jorge Barraza Riveros, les entregó la descripción física de Iván y ordenó seguirlo. (Flores y Cienfuegos fueron acribillados el 11 de diciembre de 1981 en Rivadavia 6674, comuna de San Joaquín).
FALSO ENFRENTAMIENTO
Según la versión de Orellana, buscaban a Iván Quinteros, de quien sabían se desplazaba en el sector del metro Lo Ovalle. Cuando lo detectaron, Barraza ordenó detenerlo. Lo conminaron a hacerlo y Quinteros desenfundó un arma. El ex agente Mario Galarce Gil dio la misma versión.
Los agentes señalaron que a raíz de la descripción de Quinteros entregada por Barraza, la CNI había destinado grupos de la Brigada Azul, encargada de reprimir al MIR, para rastrillar el perímetro entre las avenidas Santa Rosa, Departamental y Fernández Albano.
La investigación de la ministra Marianela Cifuentes desmontó la mentira. Luego de la reconstitución de escena y la descripción del lugar que ocuparon para efectuar sus disparos los agentes, los peritos balísticos coincidieron en que la versión entregada por los agentes no era creíble.
Sin embargo, testigos claves de los hechos fueron vecinos del sector. Juan Ortiz Basáez, propietario de un taller mecánico, aseguró que entre las 10 y 10:15 de la mañana sintieron disparos junto a su hermano Héctor y su socio Hernán Lira. Vieron que detrás de un ciclista corrían dos sujetos armados y vehículos. Iván Quinteros se desplomó a metros del garage. Aparecieron otros agentes y les ordenaron cerrar el portón. Antes de hacerlo observaron que colocaban varios elementos alrededor del caído.
Un niño de 13 años, Francisco Ortiz Menares, no olvidó el resto de su vida lo que vio. Estaba al interior de su casa y cuando sintió disparos se encaramó en una pared a mirar lo que pasaba y vio cómo colocaban objetos alrededor del cuerpo. “Luego llegó la prensa y fui entrevistado por Pablo Honorato, a quien le mostré unas vainillas”, declaró Ortiz a la ministra Marianela Cifuentes.
Otro grupo de la CNI llegó hasta el domicilio de Iván Quinteros, donde se encontraba Ronald esperando a su padre.
ALVARO CORVALAN EN ACCION
En un relato a la Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura, Ronald dijo que golpearon la puerta de su casa con violencia. Abrió y vio a unos quince agentes. Uno lo apuntó con una ametralladora y lo sacudió tirándole el pelo. “Me obligaron a colocarme con las manos en la nuca y de rodillas, frente al muro. Otro grupo de agentes se parapetó detrás de vehículos, apuntando sus armas hacia mi hogar”.
La CNI a través de altoparlantes exigía que los que se encontraran en la casa salieran con las manos en alto. Uno de los sujetos, “visiblemente alterado, se me acercó preguntándome a gritos cuantos amigos de mi padre había en la casa”. El niño aterrorizado respondía que no había nadie más. Lo interrogaban y otros agentes allanaban y saqueaban la casa. “Colocaron sus armas sobre un sillón y me sentaron para continuar un interrogatorio de al menos tres horas y media”, recuerda Ronald.
Alrededor de las 14 horas llegó un superior. “Me llamó la atención, andaba bien peinado, usaba terno y corbata”. Era Alvaro Corbalán Castilla, actualmente preso en Punta Peuco. Corbalán también lo interrogó. En algunos momentos era tranquilo, pero luego se alteraba e intimidaba al niño. “Me ofrecieron agua, a lo que me negué por el miedo que sentía. Corbalán entonces se río y me preguntó si acaso yo creía que el agua estaba envenenada, lo que provocó risas de los otros agentes. Hacía las mismas preguntas, una y otra vez”, dice Ronald.
La casa fue convertida en una “ratonera” con Ronald en su interior, mientras negaban su paradero a sus abuelos.
Al otro día, lo trasladaron a un cuartel de la CNI y lo dejaron encerrado en una oficina durante varias horas. Por la tarde lo entregaron a su abuela materna.
HISTORIAL DE LUCHA
La madre de Iván Quinteros, Carmen Luz Martínez, declaró que su hijo tenía 7 años cuando presenció el 19 de noviembre de 1962, la matanza de pobladores en la José María Caro. Eso lo marcó e hizo que consagrara su vida a la lucha social y política. Su familia participó en la madrugada del 30 de octubre de 1957 en la toma de terrenos de lo que es hoy la población Herminda de La Victoria.
En 1968 trabajó con organizaciones de pobladores y en sindicatos, comenzando a militar en el MIR. El golpe de Estado lo sorprendió en la empresa Celco, en Constitución. Ese mismo día retornó a Santiago. Fue buscado, pero no dieron con él. Toda la familia pasó a la clandestinidad.
El abogado Nelson Caucoto, representando a la familia, inició la búsqueda de justicia en el caso de asesinato de Iván Quinteros. El 2 de marzo de 1983 la justicia militar, sin embargo, resolvió sobreseer la causa por “no existir elementos que permitan configurar un delito”.
Pero el 3 junio de 2010 la Agrupación de Ejecutados Políticos presentó una querella a la cual adhirió la familia y que tramitó el Programa de Derechos Humanos. El 15 de octubre de 2013 se logró que los autores del crimen fueran procesados.
Francisco Orellana fue condenado anteriormente a 5 años y un día con beneficio de libertad vigilada como autor del homicidio calificado del militante del MIR Fernando Vergara Vargas, encargado de la radio clandestina Liberación. Mario Galarce Gil no tiene otras sentencias por violaciones a los derechos humanos pero sí por abuso sexual, en junio de 2003
CARLOS ANTONIO VERGARA