Septiembre 21, 2024

Rony y nuestra obligación con Haití

Este 5 de septiembre abandonó Chile, con destino a su patria, Haití, el ingeniero agrónomo de 77 años, Rosney Smarth (Rony), embajador  haitiano en nuestro país y ex jefe de gobierno haitiano en 1995. Haití puso fin a su exitosa misión en Chile.

 

 

Es la tercera vez que parte de Chile nuestro amigo y compañero Rony, uno de los intelectuales y políticos haitianos y caribeños más queridos y respetados.

En 1973, precisamente en septiembre, salió de aquí rumbo a EEUU y luego México esquivando la persecución de la dictadura pinochetista -en esos días apoyada por la derecha y muchos democristianos- que buscaba “a un negro cubano que dice ser haitiano y ha ocupado el cargo de Jefe de la Reforma Agraria en la provincia de San Antonio”.

Ese “negro cubano que dice ser haitiano”, como lo denunció en septiembre de 1973, un ex alto funcionario de la CORA en tiempos de Frei Montalva, era un joven ingeniero agrónomo haitiano, de 33 años, que había venido a estudiar a la Universidad Católica, había entrado en 1965 a trabajar en el Ministerio de Agricultura y ocho años después, en 1973, estaba a cargo de la reforma agraria en nuestra costa central. Vivía en Cartagena. Varias figuras y militantes de izquierda de nuestra costa central fueron torturados y asesinados en Tejas Verdes, San Antonio.

En 1996, a los 56 años, salió por segunda vez de Chile Rony Smarth, esa vez acompañado por su comitiva oficial haitiana, como jefe de gobierno de Haití, después de haber sido invitado a Chile por el presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle.

Bonita historia ésta de Rony con Chile, al que lo ligan casi 60 años de vida, esa vida que hemos vivido o sobrevivido muchos haitianos y chilenos con vocación democrática y progresista, perseguidos, como en su caso, por las dictaduras de Duvalier y Pinochet y reconocidos más tarde.

¿Sabrá la rectoría de la Universidad Católica que un exalumno de su universidad ha sido jefe de gobierno en otro país de América?

La situación de Haití, diez millones de habitantes en un tercio de la isla La Española, en el Caribe, a pocas millas de los EEUU, prácticamente sin industrialización y con graves problemas desde su independencia en 1804, es aún más acuciante que antes.

La cooperación internacional disminuye en las redes del mundo de los técnicos internacionales encabezados por el norteamericano Bill Clinton

y la propia burocracia haitiana. Es muy difícil, además, que se invierta en un país donde las ganancias inmediatas para los capitalistas son casi nulas y donde el estado nacional no se conforma aún. Los dos últimos gobiernos han sido, por primera vez desde la democracia (1990 en adelante), pro-norteamericanos, empujados por sus acuciantes e inmediatas necesidades post terremoto de 2010. La izquierda se encuentra dividida y sin liderazgos. Las fuerzas armadas de la ONU terminaron siendo ineficaces para el desarrollo social y político. La cesantía alcanza hoy niveles casi incontables. Se habla de 70 por ciento de paro. Los estragos de las enfermedades y los ciclones, no cesan. Brasil y los EEUU han cerrado sus puertas a los haitianos, por la ingobernabilidad de Brasilia y el racismo de Trump. El país, que tiene una tierra cultivable similar a la de nuestro Chiloé pero con diez millones de personas, mayor crecimiento demográfico y menor tecnología, tiende a expulsar a cientos de miles cada año. A Chile han llegado ya 80 mil y seguirán llegando, como llegaron casi un millón de chilenos en los últimos decenios a EEUU, Australia, Argentina, Canadá, Venezuela, Suecia y otros países. No pocos ignorantes con poder impulsan la idea de que se trata de un “país no viable” (más de mil millones de seres humanos viven peor que los haitianos) y que sería necesario transformarlo en un protectorado de la ONU, cuando casi lo es, de hecho, de los EEUU, y ningún protectorado ha tenido éxito nacional en nuestro tiempo. Ni, en su caso, rápida modernización institucional y crecimiento económico.

Creo que, junto a sus ex compañeros de universidad, Adriana Delpiano, José Antonio Valenzuela, Guillermo Campero, Juan José Rivas, Lorena Espinoza, Belfor Portilla, María Elena Cruz, Elia Parra,Gabriel Gaspar, Jacqueline Weinstein, Ana Bell y Roberto Bell, Hernán Guerrero,   Roberto Yáñez, Cecilia Leiva, Vicky y Claudio Retamal, la familia Llona Ledger, , Enzo Gazzolo, Raúl Ramírez, el poeta Jorge Ragal, Carlos Montes, Ulises Manríquez, Álvaro Manríquez, el educador Mario Waisbluth, Morelia Martínez y tantos otros que hemos sido sus compañeros en el último medio siglo en Chile, en Haití, en México, en Cuba, en Panamá, en Colombia, en Venezuela e incluso en EEUU y Brasil donde están Juan Gabriel Valdés y Jaime Gazmuri, echaremos de menos a Rony Smarth en Chile.

Creo que la Cancillería de Haití y su actual Presidente, Jovenal Moise, miembro del pintoresco partido de Los Pelados (Tet Kalé en creole), han cometido el error de llamar muy pronto a Port au Prince a su embajador en Santiago, que estuvo menos de un año en el cargo.

Este es el momento en que se necesita aquí a alguien que conozca de muy cerca a Chile y que sea respetado, conocido y querido en este país. Chile se ha convertido, de un momento a otro, en el destino más apreciado por los haitianos que no encuentran en el suyo expectativas. Y nadie puede apostar que para ellos se abrirán más facilidades y vendrán inmediatos tiempos mejores por estos lados.

Hará falta Rony. Le hará falta a Haití en Santiago.

Hacemos votos por volver a ver y pronto a nuestro amigo y compañero Smarth. Y porque el Presidente Jovenal Moise aprecie mejor la situación de sus emigrantes en Chile.

Y esperamos el éxito de los haitianos y sus familias, hermanos como Rony, que han elegido Chile como destino. Estaremos con ellos.

Apoyamos la política de brazos abiertos para los inmigrantes haitianos, que pueden contar con nuestro apoyo.

Ellos pueden sentirse aquí como lo sentimos nosotros cuando lo necesitamos.

El mundo es amplio y no es ajeno. O no debe serlo.

 

 

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