Noviembre 15, 2024

El futuro de África depende de la protección de tierras áridas

El aumento de población en África impone una intensa presión sobre las tierras cultivables y los servicios de ecosistema, fundamentales para su subsistencia, lo que se agrava por el impacto del cambio climático.

 

 

Pero con la adopción de medidas de neutralidad en la degradación de la tierra (NDT) es posible garantizar la seguridad alimentaria e hídrica y contribuir al desarrollo socioeconómico y al bienestar de las personas, en especial en los países de África oriental, que afrontan grandes desafíos.

La NDT contribuye a alcanzar algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)  y la Visión de África 2063, un marco estratégico lanzado en 2013 para la transformación socioeconómica del continente en los próximos 50 años.

Según Economía de la Iniciativa sobre Degradación de Tierras, elaborada por la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD, en inglés), con otras agencias, la degradación y la desertificación están entre los mayores desafíos ambientales.

La desertificación afecta aproximadamente a 33 por ciento de la superficie terrestre. En los últimos 40 años, la erosión hizo que una tercera parte de las tierras cultivables quedaran improductivas.

África es el continente más expuesto a ese fenómeno, pues afecta a 45 por ciento de su territorio, de los cuales 55 por ciento está en un elevado o muy elevado riesgo de sufrir una mayor degradación.

Las tierras secas se ven particularmente afectadas por la degradación, y como más de 50 por ciento de África subsahariana es árida o semiárida, el sustento de más de 400 millones de personas corre un grave peligro.

El crecimiento poblacional es uno de los principales responsables de la creciente demanda de recursos naturales y de los servicios de ecosistema que estos proveen, incluso alimentos y energía, explicó a IPS el especialista en salud del suelo del Centro Mundial Agroforestal, Ermias Betemariam, dedicado a estudiar el suelo, el paisaje, la ecología, la dinámica del carbono y la ciencia espacial.

“África, en particular, debe hacer frente al creciente desafío de que su población continúa creciendo a un ritmo acelerado, mientras los recursos naturales y los cultivables, las pasturas, los bosques y el agua se vuelven cada vez más escasos y degradados”, indicó.

Betemariam señaló que la producción de alimentos está mayoritariamente a cargo de pequeños agricultores, quienes pueden no tener recursos o contar con un entorno político o económico habilitante, para cerrar la brecha entre la cosecha actual y la posible.

Por ello, el aumento de las necesidades alimentarias de una población creciente en África se trata de satisfacer extendiendo las tierras cultivables hacia zonas marginales y semiáridas, lo que implica un riesgo mayor en lo términos del clima, y cambia el paisaje local, la economía y la sociedad.

La mayor parte de la degradación de la tierra en este continente se atribuye a ese cambio en el uso del suelo.

El especialista explicó que es fundamental para los países de África subsahariana alcanzar la meta tres del ODS 15, sobre la degradación neutral del suelo, para 2030.

La NDT busca mantener y mejorar la productividad de los recursos terrestres al gestionar de forma sostenible y restablecer bienes como el suelo, el agua y la biodiversidad, a la vez que contribuye a reducir la pobreza, la seguridad alimentaria e hídrica y a la adaptación y la mitigación del cambio climático.

La UNCCD señala que hasta ahora, 110 países se comprometieron a fijar objetivos de NDT.

La Secretaría y el Mecanismo Global de la UNCCD respaldan a los gobiernos en el proceso, incluida la definición de referencia nacional, objetivos y medidas asociadas para lograr la NDT para 2030, a través del Programa de Fijación de Metas de NDT.

“La NDT es un objetivo que puede implementarse a escala local, nacional y hasta regional”, dijo Betemariam a IPS.

“En el centro de la NDT hay prácticas de Gestión Sostenible de la Tierra que ayudan a cerrar la brecha y a mejorar la resiliencia de los recursos terrestres y de las comunidades que dependen directamente de ellos, a la vez que evitan una mayor degradación”, precisó.

Por ejemplo, mencionó los recursos naturales gestionados por los agricultores en Níger, así como la gestión del ganado cercado y la conservación del suelo en el Paisaje Cultural de Konso, en Etiopía, registrados por la Organización de las Naciones Unidas para le Educación, la Ciencia y la Cultura.

Se invierte poco en gestión sostenible del suelo, en especial en tierras secas, observó Oliver Wasonga, especialista en medios de vida pastoril de la Universidad de Nairobi, en Kenia, y aún así, muchas comunidades que viven en zonas rurales de ÁFrica pierden sus ingresos por la pérdida de productividad de sus tierras, atribuida a la degradación del suelo.

La degradación de la tierra le cuesta a África unos 65.000 millones de dólares al año, indicó Wasonga, alrededor de cinco por ciento del producto interno bruto. En el mundo, el costo de ese fenómeno se estima en unos 295.000 millones de dólares al año.

“Eso es más para los millones de pastores y agropastores que viven en las tierras áridas de África y que componen más de 40 por ciento de la superficie terrestre del continente. Cualquier intento de lograr la NDT es, por lo tanto, clave para lograr tanto la reducción de la pobreza como los ODS”, subrayó Wasonga.

Es necesario crear una plataforma para mostrar historias de éxito que podrían motivar a usuarios, tomadores de decisión, agencias de desarrollo e inversores privados para actuar mejor.

Y también para recompensar a las personas, las comunidades y las instituciones por sus enormes esfuerzos hacia un continente que recurra a la NDT como incentivo para involucrar e invertir en prácticas de gestión sostenible del suelo, añadió.

Invertir en la gestión sostenible del suelo ofrece oportunidades no solo para mejorar la productividad actual de la tierra, sino para ofrecer soluciones que van más allá de un enfoque tecnológico al incluir aspectos de participación social y diálogo político.

Por su parte, Levis Kavagi, coordinador de África del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, dijo que la gestión sostenible garantiza la maximización de los beneficios de los recursos de la tierra que no causen daño ecológico, sin riesgos económicos ni disparidad social.

El enfoque combina el mantenimiento y el mejoramiento de la condición del suelo que todavía está en buena salud, así como la restauración de la tierra ya degradada.

“Los gobiernos africanos deben desarrollar políticas que promuevan la gestión sostenible y específicamente que apunten a la recuperación de las tierras degradadas”, instó Kavagi.

“Se necesitan enfoques exitosos con múltiples beneficios a corto y largo plazo en la lucha contra la degradación, así como en la recuperación y el mantenimiento de los servicios y las funciones del ecosistema, contribuyendo así a medios de vida sostenibles y al desarrollo rural”, explicó.

La participación de comunidades y usuarios de tierras es clave para el éxito de cualquier intento de promover la gestión sostenible de tierras degradadas, subrayó.

Esos enfoques deben buscar la integración de prácticas e instituciones tradicionales de bajo costo, que sean familiares para las comunidades como forma de descentralizar la gobernanza.

También existe la necesidad de sensibilizar y motivar al sector privado a invertir en la gestión sostenible. El pago de los servicios de ecosistemas debería promoverse como forma de incentivar a las comunidades a usar la tierra de forma sostenible, concluyó.

Traducido por Verónica Firme

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