Noviembre 16, 2024

Últimos estudios en terreno confirman asociación entre plaguicidas neonicotinoides y desaparición de las abejas

Dos nuevos estudios de campo realizados en Europa y Norte América, y publicados en la revista Science de junio pasado, sobre uso de los insecticidas neonicotinoides  clotianidina o thiametoxam,  entregan elementos que confirman la necesidad de prohibir de manera urgente este tipo de plaguicidas.

 

 

Los investigadores europeos  encontraron que la exposición a neonicotinoides desde diversas fuentes no objetivo, reduce el éxito de la invernada y la reproducción de la colmena, tanto en las abejas melíferas como en las abejas silvestres. Este estudio tuvo entre sus financiadores a Bayer y Syngenta, que tras estos resultados han procurado desvirtuar las conclusiones de estos científicos. (http://science.sciencemag.org/content/356/6345/1393) Los insecticidas neonicotinoides pertenecen al grupo de plaguicidas altamente peligrosos (HHP) por cuya prohibición aboga una vasta red de organizaciones ambientales a nivel global.

 

Los canadienses, por su parte, sostienen que las abejas cercanas a cultivos de raps (canola) están expuestas a neonicotinoides por 3 o 4 meses a través de polen no objetivo, lo que tiene como resultado una disminución de su sobrevivencia y de sus respuestas del sistema inmunológico, especialmente cuando hay co-exposición a un fungicida químico que se utiliza en forma frecuente.

 

Sobre la relevancia de estas investigaciones para nuestro país, María Elena Rozas, coordinadora nacional de la Red de Acción en Plaguicidas RAP-Chile que ha seguido este tema por años, sostiene: “Consideramos importante que a la luz de estos nuevos antecedentes, sumados al hecho de que en Chile se utilizan  ampliamente estos insecticidas, el gobierno aplique el principio de precaución e instruya al SAG a adoptar medidas tendientes a prohibir el uso de tres plaguicidas neonicotinoides, que en Chile se conocen con los nombres comerciales Poncho (clotianidina) de Bayer ; Cruizer y Actara (thiametoxam) de Syngenta sumados a Gaucho (imidacloprid) y uno del grupo Fenil pirazoles,  Regent (fipronil  de Bayer).”

María Elena Rozas recuerda que a comienzos de 2017,  la Comisión Europea propuso una prohibición casi completa del imidacloprid, la clotianidina y el thiametoxam. Señala que esto se hizo  “sobre la base de una evaluación realizada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en la que se ha concluido que las abejas podrían verse perjudicadas no sólo a través del cultivo tratado, sino también a través de residuos que persisten en los campos. Está vigente en Europa una prohibición temporal de estos insecticidas desde 2013.” La coordinadora contrasta aquello con lo que pasa en nuestro país:  “En cambio en Chile, el proyecto de Ley que se discute para regular la apicultura, que inicialmente contemplaba prohibir estos plaguicidas, fue despojado de esa medida de protección a la biodiversidad y a las propias abejas. La  última votación del 22 de junio de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo rechazó las objeciones a la prohibición de los neonicotinoides, y  la decisión definitiva debería adoptarse este año, lo que sin duda impactará en Chile por las ventas de miel a la Unión Europea. Es necesario actuar en el país también para proteger a las abejas y otros polinizadores, antes que sea demasiado tarde. ”

 

La primera de las investigaciones citadas fue realizada por el Centro de Ecología e Hidrología de Oxfordshire, Gran Bretaña, entre otros centros, y es especialmente significativa, porque se trata del primer estudio realizado fuera de laboratorios, en campos de cultivos de Inglaterra, Alemania y Hungría. A estudios científicos anteriores que arribaron a conclusiones similares, se les criticaba que se habían hecho sólo en laboratorio y que en condiciones reales los resultados podrían ser diferentes.  Los investigadores constataron que una exposición de las abejas a cosechas de raps cuyas semillas habían sido tratadas con dos de los neonicotinoides utilizados en agricultura, reducía la tasa de supervivencia de las colmenas en invierno en Hungría y Reino Unido, aunque no ocurrió lo mismo en Alemania. Según Ben Woodcock, entomólogo del Centro para la Ecología y la Hidrología (CEH) de Gran Bretaña y autor principal de este estudio, las diferencias de impacto de estos insecticidas en la viabilidad de las colmenas de los tres países podrían explicarse por el acceso a plantas que no hayan sido tratadas y al estado de salud de las colmenas. Así, en Alemania, las colmenas tenían mayores poblaciones en buena salud y más acceso a variedades de flores silvestres.

 

En el segundo experimento, llevado a cabo en Canadá, el equipo de investigadoresliderado por Amro Zayed, biólogo de la británica Universidad de York (Toronto) y la doctora N. Tsvetkov, estudió colmenas de abejas melíferas en cinco apiarios cercanos a cultivos de maíz tratado con neonicotinoides y otros seis situados en zonas alejadas de áreas agrícolas. Las abejas cercanas al maíz fueron expuestas al insecticida durante tres o cuatro meses y las muestras de plaguicidas se tomaron de mayo a septiembre. El polen contaminado recogido por las abejas no solo provenía de las áreas con semillas tratadas sino también de otras plantas de los alrededores.  (Chronic exposure to neonicotinoids reduces honey-bee health near corn crops. N. Tsvetkov et al. Science 30 Jun 2017: Vol. 356)

El experto académico Jeremy Kerr, en un artículo de Science que acompaña a los dos estudios, afirma que ambas investigaciones aportan «pruebas importantes» de los efectos de los neonicotinoides en las abejas, algunos letales, «que los políticos tendrán que valorar».

A continuación, ponemos a disposición de los interesados en el tema, la traducción del estudio europeo publicado en Science.

Más información:www.rap-al.org

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *