Noviembre 15, 2024

Juan García: panegírico a un corcho

Haber ocupado en la dictadura cargos “de importancia” -mejor “de relieve” porque el único cargo de importancia lo ocupaba Pinochet- y no haber cometido personalmente ningún crimen, que se sepa, cubre, al que parte de esta vida para transformarse en polvo, de una aureola respetable y de paz.

 

 

Es lo que está sucediendo con don Juan Ignacio García, ex subdirector y ex director del Servicio Electoral, muerto recién y tan bien tratado públicamente.

Don Juan Ignacio fue nombrado por el gobierno de Frei Montalva como subdirector del servicio, y el gobierno del Presidente Allende lo confirmó en el mismo cargo. ¡Cómo pasa el tiempo y cómo flotan los grandes corchos!

Tiene que haber trabajado, entonces, don Juan Ignacio, en la elección presidencial de 1970, en la que Allende triunfó sobre Jorge Alessandri y Radomiro Tomic; en la elección de regidores (concejales) de 1971 en la que la Unidad Popular alcanzó el 51% de los votos (mayoría absoluta), y en la elección parlamentaria de 1973, en la que la Unidad Popular llegó al 44% de los sufragios pese a la rebelión del conjunto de la burguesía, la unidad de la oposición y el bloqueo económico impuesto por los EEUU.

Ese 44% impidió que la estrategia de la centroderecha (Frei más Jarpa) alcanzara los dos tercios del Congreso y derrocara “legalmente” al gobierno constitucional.

Poco tiempo después de esa elección los amigos del subdirector del Servicio Electoral – quien nunca ocultó su adscripción derechista y profascista- se hicieron del poder con las armas y el crimen, el 11 de septiembre de 1973.

Desde esa fecha, y por trece años, don Juan Ignacio no hizo nada. No hubo elecciones y el llamado plebiscito de 1980, donde se “aprobó” la Constitución que nos rige, se hizo sin registros electorales. El Sr. García debe haber contado los votos y supervisado el fraude de 1980.

Decir que no hizo nada es una exageración. Los registros electorales con los que trabajó García durante Frei y Allende fueron quemados por su gobierno dictatorial y él trabajó al menos en no chistar. Pasó a ser jefe de un importante servicio que estaba cerrado y no tenía registros electorales, que habían sido incinerados.

Estar a cargo del Servicio Electoral en esos años era como ser Ministro de Justicia o Encargado Oficial de los Derechos Humanos.

Don Juan Ignacio García siguió ocupando el cargo de subdirector del Servel con Pinochet, siendo ascendido a Director del Servel en 1986, un par de años antes del plebiscito, año en que se reabrió el registro electoral, en el que se inscribieron unos siete millones de electores para votar SI ó NO en el plebiscito.

La votación del plebiscito de 1988 fue vigilada por los demócratas con dos apoderados por mesa y centros de computación paralelos a los del gobierno dictatorial al que servía García.

Allí le tocó trabajo pero poco pudo hacer contra la avalancha de votos, los apoderados opositores y los observadores extranjeros.

Don Juan Ignacio contó alguna vez que unos 1.500 observadores extranjeros pidieron hablar con él antes del plebiscito. Debe haber sido cierto. Querían saber si este Director Electoral, en este país brutal, gobernado por un déspota, sabía qué era una elección y cómo votaba la gente.

El mismo día de la entrega de cómputos participó en picardías. El Subsecretario del Interior, don Alberto Cardemil, su jefe, dio por ganador al SI, con datos del Servicio que dirigía don Juan Ignacio, en varias oportunidades, el día 11.

El segundo cómputo, bastante atrasado, dió al SI con un 51,30%, mientras las tropas de Zara, con corvos, se preparaban para tomarse el centro de Santiago. Y don Juan Ignacio seguía con sus cómputos en ese momento chuecos.

Don Juan Ignacio siempre actuó muy lealmente con gente como su hermano, don Ricardo García, Ministro del Interior del gobierno dictatorial (1985-1986), quien aplicó férreamente el terrorismo de Estado: en su ministerio fueron quemados vivos Carmen Gloria Aguayo y Rodrigo Rojas y asesinado entre otros José Carrasco.

También fue leal con el Subsecretario Cardemil, a quien sin embargo no acompañó en su salida del gobierno después del plebiscito, porque el recién fallecido a los 84 años nunca supo que existían las cartas de renuncia.

Don Juan Ignacio se caracterizó por ser leal con quien lo mandara: Frei Montalva, Allende, Pinochet, Aylwin, Frei Ruiz Tagle y Ricardo Lagos.

 

No habla bien de un país el que personajes como García y Juan Emilio Cheyre, ambos profundamente antidemocráticos, hayan estado más de medio siglo a cargo de las elecciones.

 

Leal y corcho, García pasará a la historia con letra chica, en algún borde, como alguien que sirvió a cualquiera y que calló y bajó la cabeza como un segundón permanente del poder y un funcionario flojo y de pocas luces.

Un viejo cagón, para no tratarlo mal.

Por eso mi homenaje al corcho o flotador.

Pocos han flotado en nuestra historia, tal vez ninguno, con la intensidad y perseverancia con que lo hizo don Juan Ignacio García (QEPD).

Ni el fuerte oleaje que rompe el roquerío artificial de la Avenida Perú, con olas de siete metros en tiempos de temporal y vientos de cien por hora, podría haberlo hundido.

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