Noviembre 15, 2024

Transamazónica, proyecto capitalista que derivó en “ecocidio”

¿Quién podrá derrotar a predadores de la ecología que ofician de mandatarios en algunos países de América? No se pudo antes, y al parecer tampoco se podrá ahora. Los conflictos medioambientales,  y la lucha por la defensa de los pueblos originarios, son pan de cada día en varias naciones. Es un hecho irrebatible que las controversias surgidas en ese ámbito obedecen al predomino de un capitalismo en etapa salvaje que avanza, urbi et orbi,  sin resistencias serias que puedan detenerlo.

 

 

Si bien Chile tiene su propia tragedia en asuntos como estos –la esforzada pelea del pueblo mapuche por su wallmapu y la resistencia ciudadana a la expoliación del mar y la tierra así lo certifican- el caso brasileño supera toda imaginación, ya que pone en dramático jaque la siempre débil estabilidad medioambiental del subcontinente americano.  Lo gravísimo de estas materias está centrado en que para la mayoría de las “grandes personalidades” – que apuestan y apañan al neoliberalismo salvaje- lo mencionado es un ejemplo a seguir.

Nadie discute –ni podría hacerlo- que la enorme Amazonia es realmente el gran pulmón verde de América y el mundo. En la época de conquistas imperiales, el español Francisco de Orellana la cruzó completamente de oeste a este (año 1542), desde los Andes al Atlántico, navegando por el río Amazonas hasta su desembocadura, buscando encontrar la leyenda de El Dorado. Hoy se sabe que ese tesoro no es otro que la purificación del aire que respiramos, la humedad atmosférica y el oxígeno que esa enorme zona nos proporciona. Pero, su conservación e importancia representan la nada misma para los expoliadores capitalistas.

Durante el largo período de dictadura militar, el general Garrastazú Médici, en ese entonces presidente de Brasil, decidió construir una larguísima carretera que uniese el litoral atlántico con la frontera peruana y, desde allí, alcanzar el Pacífico que mira hacia Oceanía y el continente asiático.  Se le llamó “Autopista Transamazónica”, una ruta de casi cinco mil kilómetros  que atraviesa el corazón de la selva desde la ciudad costera atlántica de Joao Pessoa hasta la frontera misma con Perú.  La idea de la dictadura brasileña era, obviamente, unir los extremos del subcontinente y con ello mejorar el comercio internacional, a la vez que incentivar el turismo.  Desde el edificio Planalto, en Brasilia, se dio la orden y se construyó.

Así nació la Rodovía Transmazónica BR-230 (su nombre oficial), inaugurada el año 1974, cuyo segundo objetivo (según Garrastazú  Médici) apostaba a dinamizar el noroeste del Brasil, justamente la zona de más difícil acceso y mayor pobreza del gigante sudamericano. Para ello, la ruta se abrió paso a través de la selva tropical (deforestándola, por supuesto) y el gobierno llevó a cabo el asentamiento de millones de personas reconvirtiendo grandes áreas de “mato” (selva) en tierras agrícolas.

Este objetivo terminó siendo un fracaso absoluto, pues el suelo de la cuenca del río Amazonas está compuesto por sedimentos que son inestables, y la zona se encuentra sujeta a grandes inundaciones  durante la época de lluvias (desde noviembre a abril). Durante seis meses cada año la carretera se torna intransitable, agregando a ello que sólo algunos tramos están asfaltados, ya que la mayor parte de su recorrido es camino de tierra.

Ello no fue impedimento para que grandes capitalistas, expoliadores sin frontera ni ley, se adueñaran  de vastas zonas aledañas a la carretera transformándolas en tierras parcialmente hábiles para el ganado vacuno, talando millones de hectáreas para comercializar madera, buscar minerales,  con lo cual desequilibran fatalmente el delicado balance medioambiental amazónico. Pero, ello genera dinero, mucho dinero, y de acuerdo  a la óptica economicista neoliberal eso es lo único que importa. Los capitalistas locales, y también los extranjeros, tienen hoy día en Michel Temer su mejor inversión.

A este respecto, la periodista Carol Pires, desde Rio de Janeiro, escribió las siguientes líneas que fueron publicadas en la prensa de Estados Unidos: 

<<En 2014, los brasileños eligieron no solo el congreso más conservador del país desde el fin de la dictadura, sino también el más dominado por el frente parlamentario agropecuario –suma 230 de los 513 diputados–, la más eficiente de las agremiaciones legislativas.

<<Tras apoyar el proceso de destitución de Dilma Rousseff y con Michel Temer como presidente, ese sector conservador dominó por completo el gobierno. Desde entonces, hemos asistido a una ofensiva contra las conquistas sociales –y ahora ambientales– de la última década.  El ministro de Agricultura, Blairo Maggi, ganador  en 2005 del premiom ‘Motosierra de Oro’ –entregado por Greenpeace en protesta contra la destrucción medioambiental–, es considerado el mayor productor individual de soja del mundo. Y el de Medioambiente, Sarney Filho, quien debería ser su contrapeso en el gobierno, ha dicho recientemente, sin el menor pudor, que “solo Dios” –no las políticas públicas– puede frenar  la deforestación de la Amazonía.

<<En el último año, la deforestación de la Amazonía avanzó el 30  por ciento. El asunto había tenido poca repercusión hasta que Temer y sus ministros viajaron en visita oficial a Noruega. Allá, hicieron pasar vergüenza al país (Brasil). Ante este retroceso, Noruega anunció un recorte del 50 por ciento de sus aportes al ‘Fondo Amazonía’, de quien era su principal financista>>

Luego de muchos años de expoliación brutal expoliación de los recursos naturales de la Amazonía y de la explotación miserable de campesinos pobres y de pueblos indígenas ancestrales que han ocupado esa cuenca desde épocas remotas, recién ahora el aumento de la deforestación ha recibido la debida atención de la prensa después de la sanción de Noruega.

Sin embargo, mientras el mundo debate y se alarma respecto del impacto ambiental que podría provocar el anuncio hecho por Donald Trump en cuanto a dar autorizaciones a mega empresas para perforar el ártico en busca de petróleo y, además, anunciar el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, en Brasil, merced al silencio de la prensa internacional y al predominio político de los representantes del neoliberalismo salvaje, el pulmón vegetal del mundo caerá herido de muerte bajo los golpes del martillero Michel Temer en un “remate histórico”, trágicamente histórico, que pondrá nuevamente en manos de expoliadores y mega empresarios el pulmón verde del planeta.

Por desgracia, y ya lo insinuamos en líneas anteriores, la política pro empresarial sin límites que soslaya la relevancia del medioambiente, impulsada por Trump en EEUU y Temer en Brasil, tiene seguidores en nuestro país, lo cual puede comprobarse en hechos como la nefasta ley de pesca, las explotaciones mineras en el norte, la debacle ambiental provocada por termoeléctricas, la destrucción de glaciares milenarios, etc.

Lo dicho; es el predomino de un capitalismo en etapa salvaje que avanza, urbi et orbi,  sin resistencias serias que puedan detenerlo. En Chile así seguirá siendo mientras los electores no decidan liberarse de las informaciones amañadas por la prensa ‘oficial’, informarse debidamente a través de medios no sometido al arbitrio del establishment neoliberal, reflexionar y actuar en consecuencia, política y electoralmente.

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