Diciembre 27, 2024

La deriva social-liberal

El declive de la social democracia europea llegó de la mano del siglo XXI. Quince años de  desafección la sitúan entre el 20 a 25% de apoyo ciudadano, lejos de la adhesión del 40% que recibió desde la Segunda Guerra Mundial hasta los 2000. El rápido despliegue del capitalismo financiero global, con su ideología neoliberal, neutralizó a una socialdemocracia incapaz de levantar una alternativa real y diferenciada.

 

 

Sólo se intentó atenuar la erosión de la Europa social y democrática con un social-liberalismo pragmático, desdibujando sus señas de identidad: democracia representativa, estado de bienestar, organización y derechos de los trabajadores.

 

 

 
 

En este tiempo, el espacio político socialdemócrata ha sido ocupado, en parte, por fuerzas adscritas a un nacional-populismo que gobierna en Polonia y Hungría; participa en coaliciones como Dinamarca y Finlandia; disputa mano a mano con los partidos tradicionales en Francia, Austria y Holanda o rebrota en Alemania, Suecia y Noruega. Por el contrario, donde la idea socialdemócrata se ha reafirmado o renovado ha conseguido ser gobierno (Portugal) o relegado al nacional-populismo a la insignificancia electoral (Gran Bretaña).

 

Fin del partido de Mitterrand y Papandreou

 

Patético fue lo que sucedió en Francia y Grecia. Dos gobiernos socialistas acabaron con sus respectivos partidos. El socialismo francés, que gobernó hasta hace dos meses (2012-2017) y el griego, que lo hizo hasta hace dos años (2009-2015) dilapidaron toda su influencia. El partido socialista francés (PSF) perdió la adhesión del 22,3% del electorado y 257 diputados y el griego,  perdió el 37,8% y 143 diputados. Ambos partidos han coincidido en eliminar la palabra “socialismo” en su denominación: “Nueva Izquierda”, el francés, “Izquierda Democrática”, el griego.

 

La “gran coalición” o “subordinación”

 

Este año, las pérdidas también afectaron a la socialdemocracia holandesa. El Partido del Trabajo, un pilar fundamental de la política de los Países Bajos desde la la postguerra (ha formado parte de 38 gobiernos en 71 años), tras participar, como socio en un gobierno de coalición encabezado por el  liberal Partido Popular (2012-2017) perdió el 19,1% de electores y 29 diputados.

 

En Alemania, desde que el gobierno socialdemócrata de Gerhard Schröder (2002-2005) aplicó las reformas socioeconómicas de flexibilidad laboral y recortes sociales, el partido socialdemócrata (SPD) no ha vuelto a ganar elecciones generales.

 

El SPD en vez de pasar a la oposición decidió ser socio minoritario en los gobiernos de  Ángela Merkel (2005-2009) y (2013- 2017). En diez años de “gran coalición” con cristianodemócratas (CDU) y socialcristianos (USC) su influencia mermó al disminuir en un 8,5% el apoyo electoral y restar 29 diputados.

 

Con un cambio de líder, el SPD busca recuperar posiciones en las elecciones del 24 de septiembre: el ex presidente del parlamento europeo, Martín Schulz, pero los pronósticos se le resisten. En las tres elecciones regionales de este año –el Sarre, Schleswig-Holstein y Renania del Norte-Westfalia– la CDU lo ha doblegado.

 

Derrota del “partido de Felipe González”

 

El socialismo español aceptó las exigencias de las políticas de austeridad impuestas por la Comisión Europea, Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. El gobierno de Rodríguez Zapatero se doblegó en 2010 y un año después pacto con el Partido Popular una reforma constitucional sin debate parlamentario ni referéndum para garantizar el cumplimiento de las exigencias de estabilidad presupuestaria y pago de la deuda a la banca internacional. 

 

El resultado fue elocuente. El PSOE en las elecciones (noviembre, 2011) perdió 4,3 millones de votos, el 38% del electorado y 59 diputados. En 2015, siguió la desafección: menos 1,4 millones de votos, 21% del electorado y 20 diputados, ahora con la presencia competitiva de Podemos. En las elecciones de 2016, 100 mil votos menos, ligera recuperación del 0,63% y pérdida de otros 5 diputados.

 

Esta tendencia de liquidación del ideario socialdemócrata en Francia, Grecia, Holanda, Alemania y España contrasta en Gran Bretaña y Portugal.

 

Osadía de Corbyn,  prudencia de Costa

 

En dos años el partido laboralista de Jeremy Corbyn ha logrado entusiasmar a millares de jóvenes británicos (le votó el 67% de los jóvenes menores de 25 años) y recuperar a parte de los viejos electores. En este periodo, con un programa de izquierda: “For the many, not the few”, ha restablecido el “sentido común” socialdemócrata y sumado hasta medio millón los militantes laboristas y ha estrechado vínculos con movimientos sociales,

 

En las elecciones generales, hace un mes, el laborismo británico  aumentó en 9,6% los votos (a 2,8% de los conservadores) y sumó 131 diputados, doblando su representación respecto del 2015. Corbyn, en breve tiempo, ha enterrado la agónica Tercera Vía social-liberal del blairismo.

 

El partido socialista portugués, el segundo más votado (detrás de la alianza de derecha con 102 diputados) optó por formar un gobierno de minoría mediante un pacto con su rival histórico, el partido comunista y el emergente bloque de izquierda sumando un mayoría con 123 diputados.

 

El pacto de izquierda se propone desde el parlamento  sacar el de la crisis combinando estabilidad económica (obligada por la intervención de la Comisión Europea en su economía) con recuperación social, algo que fue calificado de “imposible”, “poco serio”, “sin solidez”.

 

Un año y medio después, Portugal ha reducido el déficit, defendido lo público, mejorado sueldos. Logros en base al cumplimiento de objetivos mínimos mediante diálogo y negociaciones ininterrumpidas entre los partidos de izquierda, lo que ha generado un ambiente de confianza y lealtad.

 

 

A 100 años

En 2018, la socialdemocracia europea cumple 100 años, desde que rompió con Lenin y la revolución rusa. Envejecida, parece inepta, sin energía para proponer un proyecto alternativo al capitalismo financiero transnacional y un programa propio, socialdemócrata. Mientras por su izquierda emergen nuevas fuerzas: Syriza (Grecia) en el gobierno; Podemos (España) tercera fuerza a dos puntos del PSOE y la Francia Insumisa, que superó ampliamente al PSF.

 

 

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