Puede entenderse que aquellas chilenas o chilenos que no habían nacido todavía en 1973 o era muy pequeños a esa fecha, no relacionen con exactitud la situación que se vivía en nuestro país con la que ahora en el 2017 se vive en Venezuela. Pero las similitudes son más que evidentes y tienen lógica pues los actores en ambos casos, desde el punto de vista político y de clases, son los mismos y por tanto sus conductas son demasiado parecidas.
De consiguiente quienes conocieron y vivieron ese tiempo en Chile y hoy se sitúen en contra del legítimo gobierno venezolano y no rechacen la evidente maniobra golpista en su contra son esencialmente ultra reaccionarios, partidarios del golpismo o simplemente pobres de espíritu y de cerebro, sin remedio.
Porque la estrategia y táctica de la CIA y demás aparatos del gobierno norteamericano son los mismos que ayer en Chile y hoy en Venezuela. De consiguiente la conducta de los grandes empresarios, de los políticos de derecha y de los medios de comunicación al servicio de Washington, son también idénticos. Y así como en 1973 los golpistas chilenos asesinaron a extranjeros, los golpistas venezolanos asesinan también a extranjeros y entre ellos chilenas y chilenos como los casos de Guisella Rubilar Figueroa el 2014 en la ciudad de Mérida mientras participaba en una actividad contra los golpistas y el deJosé Rodrigo Muñoz Alcoholado, también conocido por su posición de apoyo al gobierno de Madurocuando este año cenaba tranquilamente en el restaurante Rugantino de Caracas.
Al igual que la derecha chilena en su tiempo, la derecha venezolana hoy y sus apoyos del poder trasnacional despliegan las más variadas estrategias. Como en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende, hoy en Venezuela su plan de sabotaje económico ha provocado una altísima inflación y un grave desabastecimiento, ambos procesos inducidos y que – sumado al desplome de los precios del petróleo– viene golpeando con fuerza al pueblo venezolano.
Los golpistas tienen claro que deben copar aquellos centros de poder gubernamental que les sea posible lograr, tal como lo hicieran los golpistas en Chile. En nuestro país fue por una parte la Corte Suprema la que de modo antijurídico, ilegal, emitió un pronunciamiento declarando ilegítimo al gobierno constitucional del presidente Salvador Allende. Lo fue también por otra parte la mayoría reaccionaria de la Cámara de Diputados cuando aprobó la declaración de agosto del 73 declarando igualmente ilegal al gobierno de Allende careciendo esa Cámara de facultades jurídicas para hacerlo. En Venezuela ese es el papel que juega el poder legislativo, el Parlamento.
Al igual que en Chile en 1973 al esfuerzo actual en Venezuela por desestabilizar al gobierno democrático de Maduro le falta a los golpistas conseguir el apoyo real y efectivo de las masas que más bien y pese a las dificultades económicas creadas por el boicot, siguen apoyando al gobierno bolivariano.
Cabe recordar a propósito que en Chile el 4 de septiembre de 1973 cerca de un millón de personas desfiló durante horas y horas frente al Palacio Presidencial de La Moneda en respaldo al gobierno popular ; pocos días despues la Fuerza Aérea bombardeaba y destruía La Moneda. Pero no era precisamente apoyo de masas lo que faltaba a la Unidad Popular.
La singular semejanza entre lo ocurrido en nuestro país con lo que hoy sucede en Venezuela se expresa en los más diversos planos. Recordemos desde luego que ambas naciones fundan su economía en la extracción y comercialización de sus recursos naturales, básicamente mineros lo que les hace dependientes del precio internacional de tales productos. El manejo de la economía mundial por parte del imperialismo precipitó la baja del precio del Cobre chileno en la época de Allende y del Petróleo venezolano bajo el gobierno de Maduro con las consecuencias conocidas.
Otra semejanza es que los proyectos políticos tanto de Allende como el de Chávez ayer y Maduro hoy, se han encaminado abiertamente en dirección a un cambio radical y por vía pacífica de las estructuras socio económicas y en la perspectiva del Socialismo. Un desafío enorme al que hasta hoy no ha sido posible dar término pero que deja su huella en cada reforma tanto las realizadas por la Unidad Popular como por las que ha llevado a cabo el proceso bolivariano.
La desclasificación de los documentos secretos de la CIA comprueban todo lo dicho : cada golpe contra los proyectos populares fue gestado en la Casa Blanca e implementado por los serviles políticos conservadores y los grandes empresarios y grandes medios de comunicación de los países del continente. En nuestro país uno de los casos extremos es el del recientemente fallecido Agustin Edwards que corrió en 1970 a los brazos de Nixon, así como a los de Kissinger y Richard Helms. Estos antecedentes constan incluso judicialmente en la causa 12 – 2013.
Lo que ocurre en Venezuela en nuestro tiempo es conocido por todos. Son las mismas manos que mueven los mismos hilos y a las que desespera que tanto en el Chile de ayer como en la Venezuela de hoy los gobiernos populares lograran relacionar crecimiento económico con más capacidad de consumo y protección de los derechos humanos fundamentales del pueblo. Son los mismos que provocaron en Chile y provocan hoy en Venezuela desabastecimiento, acaparamiento, mercado negro, colas eternas para comprar algo. En Chile, por ejemplo, tras el golpe al día siguiente los acaparadores abrieron sus puertas y se acabaron las colas. Todo como por arte de magia.
Nadie de esa generación tiene pues derecho a ignorar lo ocurrido o mirar hacia otro lado. Son demasiado parecidas ambas experiencias así como el papel de los partidos de derecha y de esos que llaman de “centro derecha” ( que igual podrían ser de “centro izquierda” ) y que históricamente han variado posiciones a condición de no poner en jaque lo esencial del modelo capitalista.
Si no lo sabremos nosotros cuando uno de los detonantes fue la diferencia que produjo el tema de las 3 áreas de la Economía chilena entre los sectores políticos de ideología popular que respaldábamos al gobierno de Allende y aquellos abiertamente burgueses que clamaban al cielo para que no se tocara el poder de los grandes intereses económicos nacionales y extranjeros ni con el pétalo de una rosa.
Las maniobras de grupos terroristas, los paros de los camioneros, los asesinatos, los atentados, fueron parte importante de las maniobras golpistas en Chile. Grupos como “Patria y Libertad” cuyo líder de entonces, es hoy ¡¡Decano de Derecho!! de una universidad privada, cometieron diversos crímenes ; otro tanto el grupo “Rolando Matus” .
Contrataban también mercenarios. Tal cual sucede hoy en Caracas con esos enmascarados “voluntarios” que disparan y lanzan bombas en las calles tratando de hacer aparecer a “un pueblo alzado”. Con lo que además ganan apoyo en las sedicentes clases medias.
¿Y que decir del robo del helicóptero recién estos días desde el que se atacó a los ministerios de Justicia e Interior y al Tribunal Supremo de Venezuela? Evidentemente, como lo hacían en el Chile del 73 los golpistas venezolanos pretender crear una imagen de ingobernabilidad para justificar la intervencion internacional o el quiebre interno. Eso se llama simplemente terrorismo fascista.
Si todo es así, como lo es, entonces ¿cómo entender a muchos que han condenado el golpe en Chile y que sin embargo hoy apoyan a la oposición en Venezuela? No hablo de los que, desde uno u otro partido chileno impulsaron el golpe o de aquellos cuyos parlamentarios aprobaron la declaración golpista de agosto del 73 o de aquellos partidos que tuvieron ministros cuando gobernaba el dictador Pinochet. Esos ya son conocidos. Ni hablo de aquellos cuyos máximos dirigentes salieron por el mundo a defender a los golpistas, acusando a Allende de los peores desastres, o que escribieron cartas públicas a políticos destacados de otras naciones.
Hablo de los que condenan el golpe en Chile y en cambio hoy apoyan a los golpistas en Venezuela.
Párrafo aparte es lo que sucede desde el punto de vista internacional. Desde luego la contradicción flagrante entre las consideraciones de Naciones Unidas y varias de sus instancias, en general todas favorables al gobierno venezolano y destacando sus índices sociales, y por otra parte los empeños abiertamente golpistas de instituciones y gobiernos al impulso de un personaje tan deplorable y servil como es el actual secretario de la OEA y ex canciller uruguayo Luis Almagro.
Hasta los representantes nacionales del MERCOSUR intentaron discutir el tema venezolano hace pocos días. Llamó la atención que en esa posición estuviera incluso el gobierno uruguayo…
Son las mismas instancias o gobiernos de la región que en cambio nada dicen de los sucesos terribles que acontecen en otros países de la zona, ni de sus crisis políticas ni de hechos y crímenes terribles.
En ese sentido no nos puede resultar indiferente la posición de la Cancillería chilena que de modo cada vez más abierto se ha plegado a la ofensiva contra el gobierno de Caracas. No les vaya a suceder como cuando en un anterior gobierno chileno la Canciller de la época se sumó a los golpistas que duraron menos de 24 horas en el poder.
Hace pocos días en una reunión de la OEA en México el ministro Heraldo Muñoz hizo de portavoz de aquellos países que pretendían de nuevo inmiscuirse en los asuntos internos de Venezuela y en donde, refiriéndose a los golpistas procesados legalmente, hablaban de “presos políticos” y en que además se llamaba a no proseguir por el camino legal de la Asamblea Constituyente.
La respuesta de la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, fue justa e inmediata y llamó al funcionario chileno a preocuparse más bien de impulsar en nuestro país la iniciativa de Asamblea Constituyente para no seguir sometidos a la actual Constitución de Pinochet.
Digamos finalmente que la diferencia esencial entre Chile y Venezuela es la actitud de las Fuerzas Armadas de los respectivos países : en el caso de los mandos golpistas de las Fuerzas Armadas chilenas en 1973 fueron serviles al imperialismo y a la gran burguesía y en cambio las Fuerzas Armadas venezolanas han sido leales a su pueblo y al proyecto progresista que impulsa ese gobierno.
En aras del respeto a la historia de los pueblos de América Latina lo digno hoy es cerrar filas contra los sediciosos de siempre y defender intransigentemente al gobierno legítimo de Venezuela. Lo contrario es una vergüenza mayúscula.