Noviembre 16, 2024

Hablemos claro

Las campanas de los medios de comunicación afines al modelo suenan fuerte estos días a propósito de la detención en México de uno de los presuntos autores de la muerte de Jaime Guzmán. Son los mismos medios que apoyaron el golpe de Estado de 1973 y que luego fueron cómplices de los brutales crímenes de la dictadura.

 

 

Hacen coro los voceros de la derecha golpista, los regalones de Pinochet. Piden justicia las criaturas del dictador. Los que le juraron amor eterno aquella noche de Chacarillas del 9 de julio de 1977, hace cuarenta años, en las laderas del cerro San Cristobal.

En nuestros días Longueira, Coloma, Van Rysselbeghe y otros rasgan vestiduras y hablan de “ crímen, justicia… ”, palabras que jamás usaron cuando la DINA asesinaba, torturaba, violaba, o hacía desparecer a miles de chilenas y chilenos.

No se trata por supuesto de estar de acuerdo con el hecho punible y serán los tribunales que corresponda los que decidan finalmente  quién o quiénes son los culpables. No se olvide que en su momento se conoció de una eventual participación de la DINA en la muerte de Jaime Guzmán y que, sabido que estaba amenazado, la dictadura no adoptó medida alguna de protección.

Pero tampoco se presente hoy a la víctima como a una blanca paloma. Que nadie se engañe ni confunda, sobre todo quienes no vivieron esos años. Jaime Guzmán, principal asesor intelectual e ideólogo de Pinochet, autor de la antidemocrática Constitución que hasta hoy nos rige,  fue una destacada figura de la peor tragedia de la historia de Chile. Así de claro.

Con todo, lo peor es la canallesca hipocresía de la derecha chilena, el cinismo de todos aquellos que de una u otra forma apoyaron el golpe y que hoy reclaman justicia y hablan de imprescriptibilidad con una ignorancia rayana en el ridículo y piden las penas del infierno porque se dio muerte a un figura tan importante de la dictadura de Pinochet.

Nada han dicho ni dirán una sola palabra por los miles de detenidos desaparecidos mientras ellos y Guzmán disfrutaban del poder de la dictadura. Ni de los miles de asesinados, ejecutados con los métodos más crueles. Estaban callados cuando el caso de los degollados o los quemados vivos.

Jamás hemos escuchado a la locuaz senadora y sus acompañantes ni un solo reproche a los agentes de su dictadura que introducían ratones o arañas en la vagina de las mujeres de todas las edades que tenían prisioneras.  Sigue muda toda la derecha respecto de las violaciones a hombres y mujeres con perros especialmente amaestrados que llevaban a cabo aquellos “valientes soldados” que obedecían al dictador.

Pero si justo ahora, por estos mismos días, se conmemoran con diversas actividades los 30 años desde aquel fatídico operativo criminal conocido como “Operación Albania” en que fueron cobardemente asesinados los jóvenes Ignacio RecaredoValenzuela Pohorecki,  Juan Waldemar Henríquez Araya, Wilson Henríquez Gallego, Patricio Acosta, José Joaquín Valenzuela Levi, Esther Cabrera Hinojosa, Ricardo Rivera Silva, Ricardo Silva Soto, Manuel Valencia Calderón, Elizabeth Escobar Mondaca y Patricia Quiroz Nilo. Vidas humanas valiosas de seres inteligentes, valientes defensores de la recuperación democrática para su patria. Ante crímenes de esta envergadura silencio en la derecha.

No se sabe que ninguno de los partidos políticos o personeros que hayan apoyado el golpe del 73 hayan alzado jamás su voz para protestar por uno solo de los miles de crímenes de la dictadura. ¿Con qué autoridad golpean ahora la mesa los cómplices del horror? ¿ O es que el único delito que les importa es la muerte del principal asesor civil de la dictadura ?

En estricto rigor aquel suceso, que puede ser discutido y discutible, no se habría producido jamás si no hubiera existido el terrorismo de Estado impuesto por la derecha chilena. Por eso es que la calificación de este hecho como un “efecto colateral de la dictadura” , planteada por el presidente del Partido Comunista, diputado Guillermo Tellier, es precisa, justa y  breve. Por más que la derecha y los medios de comunicación afines no la compartan.

A este propósito no se entiende bien la celeridad de la Cancillería chilena para atender las exigencias de la UDI si se le compara con otras peticiones de extradición. A los dirigentes del pinochetismo se les dio seguridades de que han recibido de México “ el compromiso de trabajar juntos para una extradición acelerada ” del presunto autor de la muerte de Guzmán. Tiene sentido legal, claro, pero no se conoce, al menos públicamente, que haya el mismo compromiso con el gobierno de EEUU o de Australia para extraditar de allí a Fernandez Larios, o Pedro Barrientos o  Adriana Rivas, por ejemplo, que son algunos de los feroces asesinos que han encontrado la impunidad en el exterior y no han sido extraditados.

De cualquier modo los personeros del pinochetismo, defensores de la dictadura terrorista, no tienen derecho moral para levantar ahora la voz y hablar de crímenes y de justicia. Que actúen los tribunales y que cierren la boca los que callaron en pleno terrorismo de Estado durante muchos años.

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