Diciembre 27, 2024

Las encuestas políticas

“En la vida política del país las encuestas están teniendo un protagonismo que no merecen. Los políticos están demasiado pendientes de ellas. Eso, a mi juicio, significa renunciar al rol del político, al liderato que tiene que ejercer. Están adecuando sus principios, convicciones, ideales y proyectos a lo que digan las encuestas…” (Guillermo Cumsille, profesor de la Cátedra de Opinión Pública de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Chile)

Llama la atención, en la casta política chilena, la legitimación que han hecho de la opinión que emita un organismo como La CEP, fundación privada, creada y mantenida al servicio de los interese políticos y económicos de la  extrema derecha, con una orientación clara, política e ideológica,  al manejo y mantenimiento de las directrices que velan por sus intereses económicos.
A decir verdad, no sólo la CEP, sino todas las empresas encuestadoras de política, son de propiedad o mandantes del duopolio político. Mucho más de la derecha, por cierto. No existe  ninguna empresa encuestadora cuyos mandantes provengan del mundo de la izquierda que, desde antaño, muy atomizada, parecen refundirse hoy en el conglomerado del Frente Amplio.

Si a esto agregamos que la izquierda antiduopólica  ha desarrollado su actividad política en precarias condiciones económicas, y prácticamente sin cobertura en los medios de prensa nacionales, sometida al más absoluto ostracismo político y electoral, sin duda, los resultados siempre han sido desfavorables para ella en las encuestas

No obstante, en esta pasada, pareciera ser  que ese cerco comunicacional está tendiendo a romperse, nada más y nada menos,  por la fuerza de los hechos, que haría imposible que los medios ocultaran, como siempre lo han hecho, la emergencia del naciente Frente Amplio, porque si así lo hicieran  quedarían muy descredibilizados ante la opinión pública.

Ahora bien, comprobado está, como de suyo natural,  que de alguna u otra manera las encuestas son susceptibles de ciertos grados de manipulación a favor  de aquello a lo cual los mandantes adhieren. Esto puede ser en un grado mayor o menor, pero que sucede, ciertamente sucede. Esto dependerá del modo como se hacen las preguntas y que es lo que se pregunta, orientadas desde el punto de vista del mundo de la sociología que saben mucho respecto, de las reacciones de los encuestados, reacciones las cuales pueden ser inducidas..

De otra parte, resulta del todo evidente, que la mayoría de las encuestadoras, por no decir  todas, hay una indiscutible vinculación entre los responsables de las encuestas, y sus propios intereses políticos. Por eso les será un imperativo construir los resultados, mediante la manipulación del cuestionario, predisponiendo y orientando subliminalmente las preguntas de manera tal, que las respuestas se inclinen mayoritariamente a los designios previamente proyectados.

Pero, en lo que más importa, hay que tener presente, que las encuestadoras lo que miden son las percepciones que se tienen sobre los temas que se preguntan, pero bien sabemos que las percepciones son sólo eso, y que en la mayoría de los casos esas percepciones no se corresponden con las realidades. Por lo mismo, las encuestas no reflejan realidades, sino que  construyen realidades. Ahí está el quid del asunto, ese es su mayor prurito. Entonces, la realidad creada sustituye a la verdadera, y resulta una tarea muy ardua contraponerse a dicha corriente,  más aún,  cuando la educación no forma a las personas,  para hacerlas tener una actitud crítica frente a la información que se le entrega.

Así, para el ciudadano desprevenido, despolitizado, que no sabe o no ahonda en la forma como se pueden manejar sociológicamente las emociones y reacciones, las encuestas pasan coladas creyéndose erróneamente como si éstas fueran verdaderas biblias en las que forzosamente tendríamos que creer. Sin embargo,  para aquellos que nos preocupamos de la política, que miramos en su fondo, sin detenernos sólo en sus apariencias, ir  al detalle de las preguntas y sus correspondientes respuestas, relacionándolas adecuadamente con otras preguntas y respuestas de la misma encuesta, y sobre todo, de sus flagrantes omisiones, no resulta difícil inferir  sus inconsistencias y debilidades, y en algunos casos, sus flagrantes trampas

De un modo general, esto no es sólo un problema  que toma forma y vida en las encuestas, sino un problema general que se convive en la  democracia la que, en su actual modalidad y fase, contiene todos los elementos para dar curso al ejercicio de la manipulación. Manipulación no tomado como un término del todo cerrado, sino más bien como un concepto asociado a la idea de que la ambigüedad en lo humano, como realidad ontológica que lleva sobre sí el hombre, es volcado en favor de tal o cual proyecto, o tal o cual acción, sin que el sujeto se dé cuenta de ello.

Por tal, una decisión que aparenta ser libre, no es más que la expresión de condicionamientos inducidos que actúan desde el lado de afuera hacia los subconscientes. Sin embargo, reconocer la manipulación contraría la conciencia de la adultez y, por tanto, tal posibilidad, aunque sea un dato de la realidad tiende a ser negado, fundamentalmente, por aquellos mismos que son manipulados.

Gramsci en sus notas referidas al carácter de la opinión pública señalaba que cuando el sistema dominante quiere iniciar una acción impopular o poco democrática, empieza a ambientar una opinión pública que sea adocilada a tales propósitos. En efecto, sirviéndose de la publicidad, los medios de comunicación y las encuestas de opinión, el Estado es capaz de crear una sola fuerza que modele la opinión de la gente y, por tanto, la voluntad política nacional, convirtiendo a los discrepantes en “un polvillo individual e inorgánico.”

Esto quiere decir que la adhesión “espontánea” de las masas a los propósitos y fines del sistema, no implica una adhesión racional y consciente, sino más bien el resultado de un proceso compulsivo y manipulador capaz de dejar en total estado acrítico a los que recepcionan los mensajes.

En fin, el poder que tienen los dominadores, lo tienen sólo porque nosotros consentimos en ello, porque nos convencieron funcionar bajo la premisa de la competencia por sobre la cooperación, por el individualismo, por sobre la comunidad, dividir e imperar usando todos los recursos comunicacionales que tienen. Esta actitud, que desde un punto de vista psiquiátrico caería en un grado de Psicopatía, desde el punto de vista filosófico, según Nietzsche, correspondería al nivel de obediencia que posee el “el espíritu de rebaño”, todos corderos, todos borregos, no más allá de eso.

Ahora bien, cualquiera que salga electo de los candidatos/as en disputa, para las elecciones presidenciales de Noviembre,  todo seguirá igual, es decir, seguiremos viviendo en un sistema institucional en que todos los espacios fundamentales están copados por el mundo de la derecha, sobre todo, de la económica que es la predominante. Carlos Marx ya nos advertía, hace 200 años, que lo predominante es la infraestructura (el poder económico), y que la superestructura sólo es derivada de ésta (religión, tribunales, política, FFAA, etc.,)

Y no deja de tener razón, cuando en nuestro país estamos viviendo con crudeza tal realidad. En efecto, las Fuerzas Armadas seguirán siendo de derecha, igual los directorios de las AFPs, Isapres, bancos y financieras. También los dueños de Malls, Supermercados y cadenas farmacéuticas, así como también, las empresas concesionarias de carreteras. La educación seguirá con su lucro a cuestas, así como el agua potable – caso único en el mundo- seguirá siendo propiedad privada. La energía, los minerales y peces seguirán siendo entregados a las multinacionales o transnacionales, todos sus dueños, por cierto, de derechas. En la salud seguirán habiendo clínicas para ricos y consultorios para la clase media y los pobres. Prensa, radio y televisión, seguirán bombardeándonos con sus mentiras, al compás de las instrucciones de sus dueños, todos ellos de derecha. Así, suma y sigue, en un largo etc.

Y si la derecha es propietaria de todo lo que existe en nuestro país, ¿De qué es dueño el pueblo?

No hay donde perderse: de sus sueños, de sus puras ilusiones. Para eso tienen los programas de farándula, el fútbol, los realities, los recitales de rock, el Festival de Viña del Mar, el Festival del Huaso, los Malls, las tarjetas de créditos, el Kino, los carretes, y la ilusión de que somos dueños de esta tierra a través del espejismo del voto y las elecciones. La religión como opio del pueblo, advertido en su tiempo por Carlos Marx, ha sido reemplazada hoy por estos nuevos opios.

Noam Chomsky se refiere a una de las estrategias de las elecciones como la distracción, consistiendo ésta en desviar la atención del público de los problemas importantes y reales, y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.

A su vez, en su momento, Zbigniew Brzezinski explicaba:
“En la sociedad tecno trónica el rumbo, al parecer, lo marcará la suma del apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caerán fácilmente dentro del radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo, las técnicas más recientes de comunicación para manipular las emociones y controlar la razón”.

¡Dejad que los votos se acerquen a mí! Parece ser la consigna de los  candidatos. Cada cual prometiendo cualquier cosa que se le pida en el periodo de la campaña electoral, para una vez elegidas, olvidarse e incumplir las promesas de campaña. Una historia repetida hasta el hartazgo, y sin embargo, todavía hay quienes ingenuamente creen el cuento de hadas del voto y las elecciones. En todas nuestras elecciones se ha repetido la misma imagen en las campañas, un despliegue por todo el territorio de los candidatos haciendo un discurso de izquierda, pero una vez llegado al poder gobiernan para y con la derecha, sobre todo la económica, de la cual la política es sólo su subordinada.

Un misterio envuelto en un enigma. Extraño caso de cómo los menos, explotadores, obtienen autorización de los más, explotados, para seguir expoliándonos. Nadie que ignore esto podrá develar la intriga que encierra “la ley de votaciones”, centro y motor que les permite mantener nuestra servidumbre voluntaria. La beligerancia caníbal de una derecha antidemocrática y el cortoplacismo baldío de una izquierda sin ideología ni ética, explican el por qué ocurre este raro fenómeno, pero no el cómo lo toleramos

Como lo ha dicho Felipe Portales, ésta es una ‘dictadura perfecta’ porque no se nota a simple vista. Incluso cada vez parece más democrática. Sin embargo, La verdad es muy diferente. Estructuralmente, es el mismo país que era al término de la dictadura, con la misma Constitución apenas retocada en mínimas formas. La Concertación, en acuerdo con la derecha, legitimó el sistema económico y social existente. Tenemos el mismo Plan Laboral, las AFP, las Isapres, las concesiones mineras, el mismo sistema tributario y financiero, etc. Vivimos en medio de mitos e imágenes falsas. Lo más patético de todo esto es que la Concertación, enchulada hoy como Nueva Mayoría, legitimó, consolidó y perfeccionó el sistema refundacional de la dictadura

Para que se dé todo este cuadro, lógicamente el sistema hace operar sus poderosos instrumentos, entre los más importantes, los medios de comunicación y las empresas encuestadoras.

En efecto, las encuestadoras para hacer ejercicio de su función de manipulación, necesita de algo esencial, de algo previo, que no es otro que la función que realizan primero los medios de comunicación Entre estos dos referentes hay un lazo umbilical evidente, una colusión muy estrecha, una relación incestuosa que les permite cumplir con éxito las funciones que el sistema les designa para mantener a nuestra sociedad en un estado somnífero.

No es por casualidad, por tanto, que  las empresas encuestadoras, como los canales de televisión y los diarios escritos de circulación diaria y nacional, estén todas en manos de consorcios de derecha, a excepción de TVN, en el cual el duopolio político acuerda una repartija. Por cierto, ninguno de estos medios es de izquierda.

Así entonces, se cumple todo un ciclo de manipulación, en donde el primer papel se le designa a los medios de comunicación. Bien sabemos que en periodos electorales candidato que no aparece en la tele y no es mencionado en los diarios, es un candidato que no existe. Mirko Makari recientemente ha dicho que los medios de comunicación dejaron de ser el cuarto poder, para pasar a ser el primero. Y mucha razón tiene si observamos, atentamente, en nuestro país la veracidad de este aserto.

Resumiendo, la mantención del sistema neoliberal de Chile se asienta en dos puntales: los medios de comunicación y las empresas encuestadoras, En efecto, los medios de comunicación tienen el objetivo de producir un  ablandamiento en los subconscientes de la opinión pública.

Si el nazismo con Goebbel, -que sólo tuvo a la mano la radio y no la tele-,  hizo carne del slogan, de mentir y mentir para que la mentira quede, los actuales medios de comunicación a través de la TV,  han cambiado ese slogan por la de  repetir y repetir las mismas imágenes, para que esa imágenes se queden.

No resulta casual, entonces, que después de aplicada toda la metodología de ablandamiento previo llevado a cabo por la televisión. el ciudadano de a pie queda en un estado acrítico, incapaz de no resistirse en las encuestas de opinión, a dar respuestas que no vayan en la línea de aquellas imágenes que por un medio de saturación se les han quedado pegadas en su subconsciente.

Al entrevistado, entonces, pareciera que no le quedara más camino que vaciar en sus respuestas las imágenes retenidas, las que le han quedado  tras un largo y persistente proceso de repetición de éstas.

Si lo han dicho los periódicos  si lo ha dicho la televisión, parece que el entrevistado no tiene más escapatoria: aquello que se le quedado de la imágenes, tiene que ser verdad.
La facilidad de la gente para seguir lo que supone es la opinión mayoritaria en la sociedad,  ha sido demostrada innumerables veces por las ciencias sociales, especialmente por la sociología y las ciencias de la comunicación y la publicidad.

 

Hernán Montecinos
Escritor-Ensayista

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *