Una semana que parecía productiva en la presidencia de Donald Trump con la proximidad de su primera gira internacional, se torna hoy pesadilla para el mandatario estadounidense, a quien le siguen lloviendo escándalos. Muy poco han descansado medios, analistas, y seguramente la Casa Blanca, desde la avalancha de reacciones que se desató en el país con el despido hace ocho días del exdirector del Buró Federal de Investigación (FBI) James Comey.
La sorpresiva medida llevó a algunas figuras a apoyar la decisión del gobernante de destituir al extitular, pero sobre todo se escucharon las críticas y abundaron las acusaciones de que Trump pretendía influenciar la pesquisa sobre presuntos vínculos entre su equipo y Rusia.
Con el paso de los días las noticias sobre el tema no se fueron apagando; en lugar de eso, dos reportes difundidos por The Washington Post y The New York Times le echaron más leña al fuego y mantienen a la presidencia bajo un escrutinio minucioso de los medios.
La primera de esas publicaciones indicó el lunes que la semana pasada, durante su encuentro con el canciller ruso, Serguei Lavrov, el gobernante le habló sobre la posibilidad de que el grupo terrorista Estado Islámico utilice ordenadores portátiles para realizar algún tipo de ataque en vuelos comerciales.
Esa información confidencial, apuntó el periódico, fue proporcionada por un aliado de Estados Unidos y su contenido es tan secreto que ni siquiera otros de sus socios la han recibido.
Como casi todo lo concerniente al mandatario republicano, la historia del Post se esparció de inmediato por los medios y generó severos cuestionamientos, que llevaron a Trump a referirse ayer al tema en su cuenta de la red social Twitter.
En la red de microblogging defendió su derecho, como presidente, a compartir con Rusia datos relacionados con terrorismo y protección en los aviones durante una reunión en la Casa Blanca abiertamente programada.
Horas después, en una conferencia de prensa ofrecida en la mansión ejecutiva, su asesor de seguridad nacional, Herbert R. McMaster, reiteró que la premisa de ese artículo es falsa, pues en ningún sentido el presidente tuvo una conversación que fuera inapropiada o que resultara en cualquier tipo de error de seguridad nacional.
Aunque la comparecencia de McMaster frente a los periodistas tenía el propósito de brindar detalles acerca de la gira internacional que Trump comenzará el viernes en Arabia Saudita, y que lo llevará también a Israel, El Vaticano, Bélgica e Italia, poco se interesaron los medios por ese recorrido.
En cambio, insistieron con fuerza en lo publicado por el Post, ante lo cual el asesor apuntó que ni él, ni otras personas presentes en la habitación del encuentro como el secretario de Estado, Rex Tillerson, sintieron de ningún modo que la plática resultara inadecuada.
Tales declaraciones, sin embargo, fueron prácticamente inútiles para en acallar las controversias, las cuales crecieron cuando el Times reveló anoche que durante una reunión en la Casa Blanca el 14 de febrero pasado Trump pidió a Comey cerrar una pesquisa sobre su exasesor de seguridad nacional, Michael Flynn.
Ese diálogo habría ocurrido un día después de la renuncia del exconsejero, quien se vio envuelto en un escándalo por contactos con funcionarios rusos.
La historia se basa en un memorando que el extitular del FBI escribió luego de la cita, el cual formaría parte de un rastro de papel creado con el fin de documentar lo que Comey percibía como esfuerzos indebidos del jefe de Estado para influir una investigación en curso.
Tras divulgarse esa información, el líder del Comité de Supervisión de la Cámara baja, el republicano Jason Chaffetz, envío una carta al jefe en funciones del FBI, Andrew McCabe, para que entregue antes del 24 de mayo los memorandos, notas, resúmenes y grabaciones que tenga en su poder sobre contactos entre Trump y Comey.
El presidente de la Cámara baja, Paul Ryan, también miembro de la formación roja, pareció respaldar la demanda de Chaffetz en relación con los materiales del FBI, pues una portavoz suya señaló la necesidad de valorar todos los hechos y la importancia de contar con el memorando.
Mientras se mantienen las especulaciones en torno a estos asuntos, muchos legisladores del propio Partido Republicano se quejan de que tantos problemas mantienen al Congreso alejado de temas centrales de su agenda.
En tanto, el senador John McCain llegó a manifestar anoche que los acontecimientos actuales están llegando al tamaño y la escala de Watergate, en alusión al caso que costó la presidencia a Richard Nixon en la década del 70 del pasado siglo.
De hecho, las comparaciones con ese suceso se vuelven cada vez más frecuente en la escena política norteamericana, y la palabra impeachment (proceso de destitución) aparece en los titulares y en boca de algunos demócratas.
Queda por ver ahora si el mandatario podrá sortear el panorama adverso, después de que, en palabras de un alto funcionario de la Casa Blanca citado por el portal Politico.com, viviera este martes el peor día de su presidencia.