LA REVELACIÓN El día miércoles 10 del presente, la Unidad de Investigación del Canal Mega —que, valiéndose de las disposiciones contenidas en la Ley de Transparencia, tuvo acceso a informaciones contables que sindicaban al Partido Socialista como receptor de parte del Estado de una compensación económica de 7.200.000.000 pesos por bienes expropiados a esa colectividad durante la dictadura—emitió un programa especial en el informativo de ese canal televisivo ‘Ahora Noticias’, denominado ‘Los millonarios negocios del PS’.
Según lo expresado en ese ‘especial’ del canal, desde 2003 en adelante, una Comisión Patrimonial del PS inició una serie de inversiones en acciones de la Bolsa de valores y empresas como SQM, Pampa Calichera, y otras, logrando que, a 2013, los dineros acumulados que había recibido se elevasen por sobre los 13 mil millones de pesos.
La revelación ha resultado ser demoledora. Desde todos los rincones de la escena política nacional han surgido voces preguntándose no solamente el por qué esa conducta, sino por qué esa misma circunstancia provoca tal revuelo, qué es lo más grave o censurable de los hechos denunciados. O por qué una acción de esa naturaleza produce semejante conmoción.
Y es que los partidos políticos no son diferentes a las personas naturales que deben luchar por subsistir dentro del sistema y, por lo mismo, actuar dentro de las reglas que éste ha impuesto. En ese sentido, es obvio que los partidos no sólo pueden sino deben adquirir bienes físicos, hacer inversiones y protegerse, como todos lo hacemos, ante las eventualidades. Por mucho que estén dispuestos a cambiar el sistema en donde se desenvuelven.
La cuestión es que no siempre todo puede hacerse. La política tiene ciertos límites imposibles de trasgredir o sobrepasar. Tales límites no están determinados solamente por la capacidad económica del sujeto —o su posición de poder dentro de la sociedad—, sino por reglas consuetudinarias que han permitido al mismo elevarse por encima de los demás hasta colocarlo en una posición de privilegio. Se trata de principios que arrancan, a veces, de su propuesta programática (principios políticos) u, otras veces, de principios que impone la ética vigente en esa sociedad (principios morales). Cuando dichos principios se atropellan, el juicio social es lapidario y el trasgresor debe enfrentar a la comunidad.
Es lo que ha sucedido con el partido Socialista de Chile o, como también se autoproclama, ‘el partido de Allende’.
CONSIDERACIONES
No estimamos nosotros los hechos como algo intrascendente o que puedan pasar inadvertidos; por el contrario, nos parecen del más alto interés. Y es que existen conducen a formular consideraciones imposibles de soslayar.
1. La primera de esas consideraciones reviste un carácter exclusivamente teórico. Se refiere a la hegemonía que ejerce determinada fracción de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo al interior del Bloque en el Poder.
Como lo hemos indicado en otros de nuestros trabajos, al interior del Bloque en el Poder que existe en Chile, se encuentra la fracción bancaria, aliada a la comercial, dirigiendo dicha estructura en su conjunto. El hecho que sea la banca quien hegemonice aquel Bloque no es superfluo. La fracción bancaria nos enseña que es posible vivir sin necesidad de producir plusvalor sino, simplemente, transfiriéndolo de una fracción a otra y multiplicando sus efectos a través de la creación indiscriminada de títulos mobiliarios, títulos que se generan sobre otros títulos, es decir, especulando, acrecentando cifras que se elevan y elevan no representando relación alguna con la producción. Como lo hace George Soros, como lo hacen los demás especuladores de la Bolsa, es decir, viviendo de la multiplicación de los valores, como si eso representara, verdaderamente, un modo de vida racional. Invertir en valores que representan valores, representativos, a su vez, de otros valores que se multiplican al entrar en contacto con nuevos valores, no implica más que estar de acuerdo con un modo de vida no sólo por entero irracional sino al que, precisamente, se quiere poner fin por ser causante de las injusticias ejercidas sobre quienes venden diariamente su fuerza de trabajo como son los trabajadores. En ese caso, la organización política que realiza tales prácticas no necesita comprometerse con el oprimido o el explotado, ni decir que lucha por terminar con las desigualdades porque, en realidad, no está sino reafirmando la vigencia del sistema con sus propias acciones. Si se trata de un partido ‘socialista’ no podrá ver diferencia alguna entre su actuar y el que realiza lo que él mismo denomina ‘derecha’: ambos están hermanados en la defensa del sistema pasando a formar parte de una moneda que tiene la misma efigie en su anverso y reverso. En primer lugar.
2. Una segunda crítica que puede hacerse a semejante comportamiento es que las inversiones realizadas por el PS se hicieron precisamente en las empresas que se encuentran hoy investigadas por lo que ha dado en denominarse ‘financiamiento irregular de la política’, eufemismo con el que se pretende obviar la verdadera denominación de ese hecho que es el soborno o la coima; en suma, la corrupción.
Porque, dejémonos de delicadezas, lo que existe detrás del ‘financiamiento irregular de la política’ es la compra de parlamentarios y personas públicas por parte del empresariado chileno. Los casos del ex senador Jaime Orpis y de la ex diputada Marta Isasi no son los únicos sino los más conocidos; porque tampoco lo es el de Iván Fuentes, sobornado por las pesqueras merced a la gestión del diputado Patricio Walker. Fulvio Rossi, Iván Moreira y Felipe de Mussy son personajes sobornados. Aunque lo nieguen una y mil veces e, incluso, las sentencias que los deberían condenarlos los absuelvan, han sido comprados por los empresarios. Constituyen la muestra manifiesta de lo que sucede con gran parte de los personajes públicos. Por lo mismo, invertir en empresas que se dedican a comprar parlamentarios y personajes concidos no sólo constituye una aberración sino pasa a ser la forma de perpetuar esa manera de hacer política que no enaltece en modo alguno la existencia de un partido que se dice heredero de Allende.
3. Una tercera crítica que se puede hacer a la práctica en que incurrió el PS con esas inversiones es que éstas no se hicieron en cualquier parte sino, principalmente, en negocios con el ex yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou, personaje que no aparece inculpado en querella o denuncia alguna, personaje invisible protegido por el ‘staff’ político de la llamada Concertación.
Grave asunto éste pues no sólo implica la connivencia de la víctima con el verdugo sino su sostenimiento y perpetuación, situación que nos conduce a intentar explicarnos el por qué de esta anómala conducta, que se presenta tan similar al ‘síndrome de Estocolmo’. Esta situación no es nueva en la política chilena; no es distinta a la vinculación de fraternidad económica que establecieron algunos personajes públicos cuyos progenitores fueron asesinados por la dictadura con los herederos políticos (y carnales) de ésta, por interpósita persona: nos referimos a Marco Enríquez Ominami, a Carolina Tohá y a Michelle Bachelet que actuaron para conseguir el apoyo económico para las campañas electorales, políticamente, a través del militante de la Izquierda Cristiana (hoy Izquierda Ciudadana) Giorgio Martelli y, empresarialmente, Julio Contesse (gerente de SQM).
4. Una cuarta crítica que se puede hacer a la perversa práctica de la Comisión Patrimonial del PS dice relación con la violación a un principio político que siempre ha estado en la estela programática de esa organización política: el término de la privatización del agua.
Chile es, si no el único país del mundo en donde el agua se encuentra privatizada, al menos uno de los escasos donde ello sucede. La revelación del Canal Mega indica que el PS hizo, también inversiones en la empresa española ‘Aguas Andinas’, privatizada por el ‘socialista’ Ricardo Lagos. Señala, al respecto, un comentarista:
“Lo interesante es que en cada una de las inversiones hay un modo de pensar e interpretar el mundo: especular en Aguas Andinas es, por ejemplo, comprometerse con la privatización del agua. El PS, como cualquier otro partido político, es una entidad que interpreta el mundo y, por tanto, explica la realidad desde un determinado ángulo. La política es eso: una lucha por explicar la realidad. Ahí está el tema político de fondo”[1].
En efecto, inversiones pueden hacerse en muchas partes; pero es necesario respetar las fronteras de la moral y de las convicciones políticas.
5. Hay una quinta razón para repudiar lo hecho por el ‘partido de Salvador Allende’: invertir en las empresas investigadas por corrupción, hacerlo en las empresas que se dedican al agiotismo, no es simplemente reafirmar la vigencia del modelo que se pretende cambiar.
Implica, a la vez, propiciar la propia autoinmolación porque muchos de aquellos militantes que un día decidieron solidarizar con lo que había sido su partido y concurrieron a entregar su firma para ayudarlo en el difícil trance de superar el refichaje, han manifestado a través de las redes sociales su indignación ante tamaño dislate, del todo inexplicable para ellos, y se arrepienten de lo hecho. El partido Socialista, por la acción de esa Comisión Patrimonial, puede ver reducida su cantidad de militantes pues es difícil suponer que la base de esa organización política quiera hacerse cómplice de tales aberraciones.
6. Una sexta razón que hace del todo repudiable la acción de la Comisión Patrimonial del PS es que confirma una sospecha que, desde los inicios de la democracia post dictatorial, se venía generando: la convicción que gran parte de la dirección de ese movimiento era partidaria del modelo pinochetista de desarrollo.
Desde hace un tiempo considerable, gran parte de la ciudadanía —la misma que un día creyó verdadero el slogan de ‘la alegría que viene’— tiene el convencimiento de haberseentregado, atada de pies y manos, a quienes ya comenzaban a ser conocidos como ‘socialistas de mercado’. Porque ‘el socialismo de mercado’ estuvo presente desde los primeros años de instauración de la democracia post dictatorial, en la ‘Alianza Democrática’, en la ‘Convergencia Socialista’, en el ‘Frente Socialista’, en las exculpaciones de todos aquellos que, olvidando su calidad de víctimas de la dictadura, hacían recaer sobre la UP toda la responsabilidad de lo sucedido. No olvidemos las palabras de Eugenio Tironi acusando a Allende de haberlo inducido a incorporarse a la UP, de Gonzalo Martner en Estocolmo señalando lo mismo, de Luis Guastavino celebrando la ‘caída de las catedrales’, en fin.
7. Una séptima razón es la espantosa falta de respeto a la memoria de quienes ya no están con nosotros, la falta de respeto por esos militantes que creyeron en una nueva sociedad y estuvieron dispuesto a dejarlo todo por la esperanza de ver un día aquella que no llegó de la mano de la Concertación y que hoy, luego de estos 27 años, se ve cada vez más distante. Esos militantes no están con nosotros.
El PS gusta de denominarse ‘partido de Allende’. Como si a la dirigencia que cometió esos actos reñidos con la ética y la política le bastase asimilar su labor a la obra del extinto presidente. Como si asociando el nombre suyo le bastase para justificar sus acciones.
Permítasenos recordar a la militancia del PS que entregó su vida por construir una sociedad mejor. Permítasenos recordar a José Tohá, ultimado en la sala de un hospital; a Arnoldo Camú, capturado y muerto en un operativo en el centro de la capital; a Eduardo Charme, ultimado en Avenida Perú, cuyo cadáver guardaba en uno de los bolsillos del pantalón aquella emotiva frase de Stefan Zweig:
“Me despido de todos mis amigos, que aun les sea dado ver la aurora después de la larga noche. Yo, demasiado impaciente, les tomo la delantera”.
Ninguno de ellos hubiere actuado como los amados secuaces de Camilo Escalona que conformaron la Comisión Patrimonial del PS.
No deja de conmoverme el relato que hace mi buen amigo Óscar Ortíz recordando aquel fin del año 1974, más exactamente el mes de diciembre, cuando, a la vuelta de su viaje a Perú, fue invitado a participar en una sugerente reunión de bienvenida en el restaurante ’Django’, de Alonso Ovalle:
“En el segundo piso —en un rincón de ese recinto, situado en calles Alonso Ovalle con Londres— nos esperaban como siempre Exequiel Ponce y sus colaboradores socialistas. Desde hacía meses concurríamos allí, con el fin de divertirnos un poco. Muchas veces rematábamos cantando rancheras que graciosamente entonaba Ernesto Miranda, subido a una silla. Algunas veces, el dueño —que era cliente de Eduardo Long— nos pedía que no insistiéramos en tararear canciones de la Revolución Mexicana, pues podíamos tener graves problemas con la ronda policial, que de vez en cuando visitaba el local. Usualmente, quienes pagaban las tres o cuatro corridas de empanadas o jarras de alcohol eran Eduardo Long y, preferentemente, Santiago Pereira, a quienes definíamos como ‘los palogruesos’”[2].
Exequiel Ponce, a la fecha se desempeñaba como el máximo dirigente del PS en la clandestinidad y participaba, aunque no regularmente, en esa estructura tan sui generis creada por Clotario Blest denominada ‘Codes’, intentando unir lo que no era posible unir: al movimiento sindical. Los demócratacristianos no querían el retorno de una Central Única sino dirigir a todo el movimiento sindical. Porque tras el golpe, creían tener todo el mando del país en sus manos. Cuenta Ortiz que
“[…] en aquella oportunidad, un dejo de tristeza y preocupación rodeaba a Exequiel Ponce, secretario general en ejercicio del Partido Socialista en la clandestinidad. A pesar de nuestras humoradas dirigidas a él para que rompiera su inusual seriedad, mantenía un extraño mutismo. Se notaba que físicamente estaba cerca de la embriaguez. Súbitamente con voz enredada y tartamuda interrumpió nuestras risas. Mirando fijamente el rostro de un pascuero que acompañado de una rama de pino y de una inscripción ‘Felíz Año 1975’, que se encontraba en la pared cercana a la escalera, nos confesó:
—Creo, queridos compañeros, que esta será mi última navidad. Tengo el presentimiento que mi muerte se encuentra decretada. ¡Espero no sufrir gran dolor porque…!—
No pudo continuar, pues el llanto ahogó sus palabras”[3].
Exequiel Ponce Vicencio, obrero portuario, casado, ex dirigente de la Central Única de Trabajadores de Chile CUTCH, fue capturado seis meses después de ese encuentro en el ‘Django’ y hasta el día de hoy se encuentra desaparecido. Dejó una hija, y tenía solamente 39 años al momento de su detención; los agentes de la DINA, educados en la ideología del sistema capitalista que declara ‘viejos’ a quienes considera incapaces de vender la ‘fuerza de trabajo’ que exige el mercado, le apodaban ‘el Viejo’ en su prisión. Junto a él desapareció gran parte de la estructura partidaria del PS a la que pertenecían, entre otros, Carlos Gómez, Carlos Lorca Tobar, Modesta Carolina Wiff, Michelle Peña, Mireya Rodríguez, Rosa Solís Poveda, Sara Donoso Palacios, Ricardo Ernesto Lagos Salinas.
Por ello, permítasenos, finalmente, hacer aquí un recuerdo de lo que dijo, una vez, Erich Fromm:
“La muerte no es jamás dulce aún cuando se la enfrente en nombre del más alto de los ideales. Es atrozmente amarga y, sin embargo, puede constituir la afirmación extrema de nuestra individualidad”[4]
La muerte es cruel y tremendamente amarga. Porque, en el caso de los perseguidos, duele desde el momento en que se presiente; y es que existe la certeza que, de advenir, marcará irremediablemente la separación definitiva e irrevocable de nosotros con los que amamos y estimamos.
La muerte está siempre presente en nuestras vidas. Con mayor razón en la vida tanto de la militancia como de la dirigencia de las organizaciones populares. Es un acontecimiento que pende sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles. Está allí expectante, vigilante, presta a aparecer desde el cañón de un arma de fuego o de un puñal, o de la acción silenciosa y traicionera de los Servicios Policiales o de Seguridad de una dictadura. Es amarga porque pone fin a la ilusión de vivir. Destroza porque nos separa del amor. Porque representa una partida sin retorno. Un ir para no volver. Y porque no podemos dejar testimonio de ella ni de nuestra despedida. Porque puede ser espantosamente bárbara. Porque pone fin a todo nexo y altera la reproducción del individuo. Porque representa la espantosa autenticidad de ese ‘Nunca más’. Por eso es tremendamente dolorosa. Por eso arranca lágrimas, por eso produce una congoja infinita.
No puede decirse de todo el PS lo que han hecho unos pocos; tampoco puede acusarse de ello a la nueva directiva. Pero no está más recordar que los mártires del PS murieron ellos en la esperanza que sus vidas se ofrendaban en aras de un mundo mejor, la sociedad que todos anhelábamos y que gran parte de la base socialista quisiera instaurar, sin pedir dinero a sus verdugos, sin hacer inversiones en sus empresas, sin practicar el agiotismo para consolidar la economía social de mercado.
Santiago, mayo de 2017
[1]Torres Baeza, Aldo: “PS: ¿capitalistas progres?”, ‘El Mostrador’, 12 de mayo de 2017.
[2]Ortiz, Óscar: “El primer lustro en que vivimos en peligro”, borrador de sus memorias inéditas.
[3]Ortiz, Óscar: Id. (2).
[4]Fromm, Erich: “El miedo a la libertad”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1982, pág.256.