Diciembre 26, 2024

Beatriz Sánchez y la oportunidad del Frente Amplio

La agonía de la Concertación, como también de la Nueva Mayoría, no es un fenómeno sólo nacional, sino también a nivel mundial. En todos  los procesos electorales europeos, los socialistas están dejando de ser  una fuerza importante para hoy ser reducido al tercero o cuarto lugar.

Así ocurrió con el PSOE, con el Partido Socialista Francés, con  el griego y, antes, con el italiano. De la “tercera vía”, de Antony Giddens afortunadamente, ya no queda nada. De  traidores, como Tony Blair, Francois Mitterrand y otros líderes, sólo el mal recuerdo: en el primero, con su colaboración en la guerra de Irak y, el segundo, con su viraje a la derecha, después de haber colaborado con los comunistas.

 

En Chile nunca ha existido socialdemocracia como tal: los socialistas pasaron de ultra revolucionarios a ultra liberales. El eje democratacristiano-socialista, que también gestionó la herencia de Augusto Pinochet, hoy carece de todo sentido. Por su parte, los democratacristianos han fluctuado desde el camino propio a la colaboración con un socialismo rosado, lindando en la  traición a sus principios, hasta volver al camino propio. Hablar de alianza entre socialcristianos y socialdemócratas, en Chile es un absurdo, pues  los socialistas nunca han sido socialdemócratas, ni los democratacristianos tampoco han sido socialcristianos: ambos conglomerados son partidos oportunistas de patronazgo, cuyo interés reside en el reparto del Estado como botín.

Que al fin haya muerto la Concertación de Partidos por la Democracia es una excelente noticia, pues a partir de 2009 ya estaba dando señales de agonía y, en 2013, la salvó el carisma de Michelle  Bachelet y su indudable apoyo popular. Sin esta líder, este conglomerado hubiese muerto mucho antes.

El vacío que deja la Concertación, actualmente llamada Nueva Mayoría, está abriendo camino a nuevas fuerzas sociales y políticas, fenómeno que también está ocurriendo en otros países, como los Verdes, en Austria, Podemos y Ciudadanos, en España y, en Francia, En Marche, de Emmanuel Macron y la Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon. Cada uno de estos nacientes partidos tiene su propio ethos y, aún, es  pronto para encasillarlos en el clivaje izquierda o derecha.

Está claro que el modelo del bipartidismo, tan alabado por el cientista político francés, Maurice Duverger, está completamente fracasado en casi todos los países del mundo. El viejo debate entre parlamentarismo, presidencialismo y semipresidencialismo comienza a perder sentido cuando la “democracia” está dominada por los poderes económicos. El clivaje actual es entre democracia representativa y democracia participativa – o directa -, entre J.J. Rousseau y Edmund Burke.

El vacío provocado a raíz de la  crisis de representación, cuyo correlato no sólo se manifiesta en la desconfianza en la clase política y los partidos, sino también en las instituciones del Estado, nos ha conducido a una crisis de confianza en las élites que aún no se resuelve en el derrumbe de la hegemonía plutocrática.

Desde las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2009, ante la evidente incapacidad de la candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, empezó a surgir una importante fuerza social y política – que no sólo rechazaba lo que en esa época se denominaba la hegemonía del duopolio –  que fue capaz de plantear un nuevo proyecto país, en esa época, aún en ciernes. El mérito de Marco Enríquez-Ominami es el de haber sido lo suficientemente audaz para atreverse a desafiar el poder del duopolio reinante, con sólo un punto de apoyo en las  encuestas en sus inicios, hasta llegar a obtener el 20% en la primera vuelta en las elecciones presidenciales. Este líder no sólo diagnosticó, acertadamente, la gangrena que carcomía a la Concertación, sino también el agotamiento del Chile plutocrático.

Este fuerte movimiento de rechazo al Chile duopólico y oligárquico tuvo una importante respuesta social durante el gobierno de Sebastián Piñera: las masivas y continuas manifestaciones estudiantiles, sumado a las demandas de las provincias que, desde el siglo XIX, están aplastadas por la capital, Santiago, demostraron que la sociedad civil no estaba dormida, al contrario, que existían fuerzas sociales y políticas capaces de cuestionar, radicalmente, al modelo y a un mercado sin ningún tipo de regulación. El Chile del lucro, del reinado de “mamón”, del individualismo del “cuánto tienes, cuánto vales”, de convertir el país en un gran supermercado podría, al menos cuestionado por  la fuerza y convicción de estudiantes y demás ciudadanos pertenecientes a las distintas organizaciones sociales que ocupaban las calles, tanto en Santiago, como en muchas otras ciudades del país – Puerto Aysén Coyhaique, Punta Arenas, Freirina y otras -.

No debemos olvidar que apenas ganó el NO a Pinochet, en el plebiscito realizado el 5 de octubre de 1988, la misma Concertación pidió a los movimientos sociales que no se manifestaran, es decir, estos déspotas ilustrados nos dieron. “nosotros realizaremos las reformas necesarias por ustedes, y se quedan bien caladitos para que no despierte el león y las demás fieras militares”; siguiendo el ejemplo, la Nueva Mayoría con Bachelet a la cabeza, repitieron la misma hazaña, diciendo a los estudiantes, por ejemplo, que plantearían la reforma educacional sin ellos, lo mismo ocurrió con la reforma tributaria, en la cocina del DC Andrés Zaldívar. Ahora no era a los milicos a quienes había que calmar, sino a los democratacristianos – tigres sin dientes, pero muy buenos para comer papilla -. La Primera Mayoría, a fuerza de despreciar a los ciudadanos, terminó en la nada misma.

Uno de los nuevos movimientos que han  surgido en Chile es el Frente Amplio, que tiene el mérito de haber escogido a una candidata de alta categoría intelectual, moral y política, la periodista Beatriz Sánchez. En el corto mes de haber asumido la candidatura presidencial ya ha mostrado gran capacidad de comunicación directa con la ciudadanía: dice las cosas pan, pan, vino vino, por ejemplo, es partidaria del aborto sin apellido; es  rotunda en el rechazo al Chile clasista,  racista y desigual; carece del ego de nuestros tenores de la política, y su sencillez, espontaneidad y cercanía le permite llegar directamente a la gente. Cuesta verla como miembro del “club de los pelucones – la casta política -, de estos seres vacíos, megalómanos e hipócritas que ocupan las sillas del parlamento, en fin, es la antítesis  de la actual y despreciada plutocracia chilena.

Las cualidades de la candidata Beatriz Sánchez constituye una de las  claves para explicar el salto, desde el 2%  al 11% en las últimas encuestas de opinión, pues está claro que los ciudadanos buscan a una persona que no esté contaminada con la casta política, hoy por  hoy percibida como corrupta, codiciosa e incapaz – así ocurrió también con el llamado fenómeno Guillier, desde comienzos del presente año -.

El Frente Amplio, si bien se define como contrario al sistema imperante y como crítico del modelo neoliberal, no  pretende representar a la tradicional ultraizquierda, ni siquiera a la izquierda, contraria al sistema, que se manifestó en las elecciones presidenciales hasta el 2009, bajo la hegemonía del Partido Comunista. Aun  cuando tiene alguna filiación no es igual a la candidatura de Marco Enríquez-Ominami, en 2009. El Frente Amplio no pretende ser la  izquierda de la izquierda, como tampoco el Partido Podemos, de España, por otra parte no tiene nada que ver el movimiento En Marche, de Macron, en Francia, ni tampoco con los ecologistas austriacos.

En el Frente Amplio conviven distintas tendencias: desde los social-liberales, del diputado Vlado Milosevic, hasta los anarquistas libertarios. (Personalmente, tengo admiración especial por los sociales liberales, como herederos de Francisco Bilbao, Santiago Arcos, José Victorino Lastarria, Voltaire  Lois, y tantos otros, que eran los rojos del siglo XIX, que lucharon por la  libertad y la igualdad). El principal aporte del Frente Amplio es la importancia que se da a la participación de las bases  en todas las decisiones, especialmente las programáticas. (La única mancha gris que visualizo en el Frente Amplio es el exagerado purismo, que se ha manifestado en la condenación a Javiera Parada, como eventual candidata a diputado por ese bloque).

El purismo siempre ha sido funesto en la  historia, y los Savonarola terminan en la hoguera. Baste recordar a los niños que quemaban mujeres de “mal vivir”, en la Italia del Renacimiento, o el purismo de los jóvenes democratacristianos, seguidores de la idea del Partido de vanguardia, el DC, que terminaron en el camino propio, o bien, de lobistas; o el exagerado purismo de los italianos, que terminó en Silvio Berlusconi. El purismo siempre es la antesala de la hoguera.

Como nunca, se ha presentado una oportunidad para que Chile pueda enfrentar y superar la dictadura de la plutocracia.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

05/05/2017          

                

       

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