Los democratacristianos del camino propio son derechistas y no se atreven a decirlo abiertamente. A diferencia de sus aliados, tanto en Europa como en América Latina, en Chile es muy difícil aparecer como partidario de una derecha troglodita, que apoyó incondicionalmente una tiranía brutal, como la de Augusto Pinochet. Se podría decir que son derechistas de corazón, pero se esconden en el centro político, en el camino propio, en el “Vuelo del Cóndor” o bien, en el partido de la vanguardia que pretendía superar el dilema entre el ultra liberalismo y el colectivismo.
Dentro de los conservadores de ese conglomerado, al menos Mariana Aylwin muestra su derechismo recalcitrante en toda su desnudez cuando la lanza frases tan insensatas como la de que “los democratacristianos no van a votar en la segunda vuelta por Alejandro Guillier, sino por Sebastián Piñera”, candidato de la regresión respecto de las conquistas sociales. La idea de Aylwin es presionar a los miembros de la Junta Nacional para que adopte el camino propio, proclamando a su candidata, Carolina Goic, y con una lista parlamentaria del Partido.
Mariana Aylwin, en este plano de su inclinación a la derecha, no se diferencia mucho de su padre, don Patricio Aylwin, con respecto a sus expresiones radicales lanzadas contra Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular: al poco tiempo del bombardeo de La Moneda y de la muerte de Allende, don Patricio daba su incondicional apoyo a los golpistas militares, encabezados por Augusto Pinochet. Cada día es más evidente que sin el apoyo de Aylwin y la derecha de la Democracia Cristiana, los militares no se hubieran atrevido a tomarse el poder por la fuerza de las armas. (Remito al lector a profundizar sobre el tema en el libro de mi amigo Manuel Acuña, Rol de la Democracia Cristiana en la gestación, consumación y afianzamiento del golpe militar de 1973).
Cuatro décadas después, Aylwin repitió que Allende había hecho un mal gobierno y que no era buen político, agraviando a los militantes de los partidos políticos que lo habían conducido al primer gobierno de la transición a la democracia, luego 17 largos de dictadura; para rematar la provocación, tenía palabras de reconocimiento a Augusto Pinochet, en ese tiempo, comandante en jefe del ejército, sosteniendo que “el boinazo” y el posterior “ejercicio de enlace” eran sólo rabietas del general. Aylwin tiene una frase muy desafortunada: “si tuviera que elegir entre una dictadura militar y una marxista, me inclinaría por la primera”. ¡Padre e hija, “de tal palo tal astilla”!
Las Juntas Nacionales democratacristianas que antes estaban compuestas por más de 400 miembros, hoy la integran 700 dirigentes de la DC, y siempre se han caracterizado por una fuerte disputa entre quienes entendían la misión de este partido como un camino “para la promoción de la alianza social y política” del pueblo – como la definía el líder de la Democracia Cristiana, Radomiro Tomic – que, por lógica, llevaba a la alianza con los partidos de izquierda -, y quienes postulaban el camino propio que, finalmente, condujo a la alianza con la derecha, en la Confederación de Derecha (CODE) y, finalmente, convertirse en el puntal del golpe militar.
Hace muchos años, desde comienzos de la transición a la democracia, que la DC dejó de ser un partido ideológico para devenir en un partido de patronazgo, por consiguiente, la Juntas Nacionales, dejaron un apasionado debate de ideas – como ocurrió en la famosa Junta de Peñaflor cuando el Presidente, Eduardo Frei Montalva, tuvo que esconderse en la casa de un militante del Partido para que horas después volviera con un discurso lastimero y presionara a los funcionarios públicos, que pertenecían a la Junta Nacional, para lograr unos pocos votos necesarios a fin de forzar la renuncia de la directiva rebelde tercerista -.
En la Democracia Cristiana, a lo largo de la historia, ha sido muy difícil la cohabitación entre los sectores del camino propio que, a la larga, termina en la alianza con la derecha, y quienes aún creen que es posible el acercamiento a los partidos progresistas.(Partido de Vanguardia)
En la Concertación, la actual derecha de la Democracia Cristiana se sentía cómoda, pues habían logrado convertir a los antiguos revolucionarios socialistas en auxiliares del neoliberalismo. Cada día había menos diferencias entre los primeros y los segundos, incluso se hablaba de un partido transversal de la Concertación, sumando a un sector que luego se denominó “MAPU-Martínez”, por la cercanía de la derecha democratacristiana y los MAPU, convertidos en empresarios y lobistas.
En las casi dos décadas transcurridas del siglo XXI la Democracia Cristiana ha perdido más de un millón de militantes, pasando del 23% de la primera elección del siglo, al 14%, en las municipales de 2016. Nada queda del Partido que alcanzaba el 46% y 82 diputados durante el gobierno de Frei Montalva, (1965), ahora no cuenta con militantes, ni votos, ni ideas, pues sólo le queda el asalto al botín del Estado, con una muy buena maquinaria montada para dominar los cargos públicos.
La cómoda alianza entre democratacristianos y socialistas “rosados” les venía muy bien a ambos partidos que, pomposamente, definían como “la alianza entre socialdemócratas y socialcristianos”, pero la verdad es que actualmente ambos partidos no tienen nada que ver con sus matrices ideológicas: los socialistas no son socialdemócratas sino, simplemente, socialistas liberales, y los socialcristianos, que se autoproclaman humanistas cristianos, ya no son tal, sino neoliberales e individualistas de pelo en pecho.
En la Junta Nacional, a celebrarse el sábado 29 de abril, en comedia, se enfrentarán de nuevo los partidarios del camino propio que no se atreven, como lo hizo Mariana Aylwin, que sabiendo que favorecerán el eventual triunfo de Sebastián Piñera, se refugian en un conglomerado de centro Ciudadanos – ahora declarado disuelto por el SERVEL, por no contar con el número de militantes exigidos -, grupo opuesto a los antiguos “chascones” que aún creen que la Democracia Cristiana puede tener una vocación popular y progresista, unidos a quienes por pragmatismo les conviene la resurrección de la Nueva Mayoría para salvar sus curules (Mauricio Morales en una simulación en base a las elecciones de conejales 2016 prueba que los diputados DC se reducirán a la mitad de ir en lista aparte)
Sin la necesidad de ser profeta, pienso que la Junta Nacional de mañana va a tener poco del dramatismo de aquellos de gloría de ese Partido, y se hará todo lo posible para evitar una ruptura, como ocurriera con el MAPU, la Izquierda Cristina y, posteriormente, los “colorines”. El “conejo que el mago sacará del sombrero” será un híbrido y se ratificará a la candidata Carolina Coic para participar en la primera vuelta, en las elecciones presidenciales, además de buscar una lista parlamentaria con los demás partidos de la Nueva Mayoría. “la chicha y chancho”, como lo dijo muy bien un contertulio del “club radical”(desdramatizar es la palabra de moda)
De todas maneras, este decadente Partido Político no se puede dar el lujo de hacer lo mismo que el italiano: balcanizarse en tantas fracciones que ya no es posible distinguir unas de otras. Algunos recordarán la historia de los radicales, que ya llevan más de cien años de historia sobreviviendo con sopitas y apostando siempre a ganador, y ahora, con posibilidad de ser el eje del nuevo gobierno, con Alejandro Guillier.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)