Las elecciones, en general, debieran suprimirse: ninguna de ellas representa la soberanía popular, pues apenas vota menos de la mitad de los inscritos en los registros electorales, generalmente los más ricos, de mayor nivel de escolaridad y habitantes de las comunas donde las necesidades básicas y los servicios están garantizados. En estas comunas existen muy buenos consultorios, incluso para las empleadas domésticas de los más adinerados, que pueden contar con una hora fija y con excelente atención y, además, todo gratis.
Los censistas de estas comunas privilegiadas eran, por lo general, jóvenes estudiantes, muy simpáticos e instruidos: uno de ellos era alumno de un colegio particular subvencionado, el Instituto Presidente Errázuriz, colegio donde se garantiza un aprendizaje de mejor calidad que en muchos de los colegios privados, en que cobran más de 300 mil pesos mensuales, mientras que en la modalidad de colegio particular subvencionado, sólo cuesta cerca de 80 mil pesos, y la diferencia está en que en los colegios particulares pagados se compra estatus y no aprendizajes significativos, y por muy mal alumno que sea, en último caso podrá pedir a sus compañeros un trabajo, así sea de mensajero.
El censo fue un día de fiesta: la mayoría de los chilenos se les veía simpáticos y alegres y, aun cuando muchos no comprenden lo que leen, contestaban a la perfección las preguntas del censista. Claro que se descubrieron algunos puntos negros: las minúsculas piezas, arrendadas por inmigrantes, cuyos dueños cobraban cerca de $130.000, dueños tan estafadores como los ricos de comienzos del siglo XX, que arrendaban piezas redondas en las “cités”.
Se descubrió también una serie de edificios de varios pisos, con departamentos de 40 metros cuadrados, generalmente con ascensor en mal estado, en que los ancianos se ven impedidos de salir a la calle durante meses, por carencia de un acompañante.
Cuando sepamos los resultados – agosto, el informe parcial y diciembre el definitivo – todos estos aspectos de vivencias de los chilenos van a ser olvidados. Por lo demás, todos sabemos que en Chile el ser pobre es similar al trato que se da a una mascota que, en muchos casos, “pasa sus vacaciones” en hoteles dispuestos para los animales, como también cuenta con hospitales de alta calidad profesional.
Los chilenos olvidaron muy pronto la nefasta metodología, organización y planificación del censo anterior, llevado a cabo durante el gobierno de Sebastián Piñera, en que se botó a la basura millones de pesos, sacados de los contribuyentes. Como el elector padece, con frecuencia de demencia, casi senil, le sigue atribuyendo a este candidato a segundo mandato cualidades milagrosas que nunca ha tenido, a no ser la de multiplicar su rentabilidad durante el mandato. Si por desgracia, los electores tontos y desaprensivos lo reconducen a la presidencia del país, que después no lloren pues, de seguro, nos conducirá al desastre. Nada gano ahora con recordarles que Piñera terminó su mandato con un porcentaje un poco menor si comparamos con el de Michelle Bachelet hoy. Gobernar es siempre defraudar, y se elige un Presidente y al poco andar lo llevamos al tacho de la basura.
Los sistemas electorales están pensados para distorsionar la voluntad popular: los mayoritarios, en grado más alto que el proporcional, y nunca hay una equivalencia entre sufragios emitidos y escaños que se reparten: Por ejemplo, el sistema D´Hont (proporcional) – siempre favorece a los partidos mayoritarios y, al aplicarse las cifras repartidoras a cada lista, sales elegidos los candidatos que encabezan la papeleta, por consiguiente, quien lo eligió fue el que lo colocó en ese lugar – la directiva del partido respectivo, o ahora, en las primarias no sé cómo lo harán – en cualquier caso, el electo importa poco.
Llamar a la democracia “representativa” me parece una exageración, pues los elegidos sólo representan a la directiva de sus respectivos partidos políticos, así, la democracia de partidos, se reduce al reparto de poder entre las directivas feudales y los partidos políticos, y la democracia electoral sólo se define por las elecciones periódicas. El único sistema pasable es el de la democracia directa con revocación de mandato.
Como se están dando las cosas, sería mucho mejor “reemplazar las elecciones por los censos” que sí expresan con más trasparencia la voluntad popular. Veamos un ejemplo: la Presidenta Michelle Bachelet, que en la encuestas suma un poco más del 20%, al convertirse en voluntaria como censista, se descubrió que sigue mostrando que es una carismática y genial política, pues como lo observamos ayer, día del censo, produce un entusiasmo sin igual en el “hombre del pijama azul”. Nunca ha habido tanto júbilo en la comuna de Renca como este glorioso día de la visita personal a los hogares por parte de nuestra empática Presidenta. Si gobernar fuera censar, Bachelet le ganaría, de lejos, al rey Herodes – todos sabemos que el censo cuando la familia de José María y Jesús huyó a Egipto es una mentira, pues los historiadores han probado que en esa época no hubo censo alguno -.
Si la Presidenta Michelle Bachelet en los cuatro años de su segundo mandato se hubiera dedicado a visitar los hogares cotidianamente, tendría un cien por ciento de apoyo popular, y no sólo la reconduciríamos a la presidencia, sino que la nombraríamos “la virgen protectora de Chile”. Por desgracia, los milagros no existen en política, y la Presidenta ha pato de ser madre de un hijo tonto, una nuera ambiciosa, una alianza de partidos políticos desastrosos, ministros de Estado cuál de ellos más inútil y traidores de la Nueva Mayoría, entre ellos los Walker y otros grupos democratacristianos – le pasa lo mismo que a las mujeres bonitas, que terminan con hombres feos, tontos y jorobados -.
En Chile, lo sabemos, el país está lleno de malpensados, (yo no voté ni en la primera ni en la segunda vuelta por Bachelet y sigo considerando a los concertaciones unos traidores a los principios por los cuales se luchó contra la dictadura), pues yo no he recibido nada de este gobierno, pero reconozco que aunque tiene muy mal gusto para elegir a sus colaboradores, sintoniza bien con los hombres de “pijama azul”. En consecuencia, propongo reemplazar las elecciones por un sorteo que diera la oportunidad a cualquier chileno, así fuera por unos meses o bien, un censo permanente en que se tendría un constante diálogo entre censores y ciudadanos.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
20/04/2014