Los diez años de revolución ciudadana, etapa conducida por el Partido Alianza País y su líder, Rafael Correa Delgado, han cambiado radicalmente a Ecuador: Correa es uno de los presidentes más prestigiosos que adscriben al socialismo del siglo XXI. Su gobierno logró superar un período negro de la democracia de ese país, en que los gobiernos y los golpes de Estado se sucedían en espacios de tiempo muy breves.
Ecuador contó entre sus mandatarios a sinvergüenzas, como Jamil Mahuad, que hundió la economía del país entregándola a los bancos arruinados y, luego de un feriado bancario, decretó que el dólar se convirtiera en la moneda nacional – sistema que rige hasta hoy -; antes ocuparon el cargo el “payaso” Abdalá Bucaram y sus vicepresidentes, Fabián Alarcón y Rosalía Arteaga – Alarcón actualmente en manos de la justicia por corrupción -. Después de estos desastrosos Presidentes le sucedió en el mando Lucio Gutiérrez quien, durante su campaña prometió reformas sociales, pero terminó siendo un títere, veleta corrupto – incluso, apoyó la guerra de Irak, iniciada por George W. Bush -, y que fue derrocado por el movimiento popular.
Rafael Correa es un líder carismático, de mucho carácter y que, a veces, tiene explosiones de ira, por ejemplo, cuando enfrentó al Presidente Álvaro Uribe, quien penetró ilegalmente en suelo ecuatoriano para perseguir a algunos líderes de las FARC; otra expresión de su coraje fue cuando descubrió su pecho para enfrentar un golpe de Estado, preparado por la derecha ecuatoriana con la complicidad de la policía y parte del ejército.
La primera etapa de los dos gobiernos de Correa fue muy exitosa económicamente, pues aprovechó los altos precios del petróleo para realizar un amplio programa de cambios sociales y de infraestructura. Es cierto que al final de su segundo período la economía ecuatoriana muestra índices de crecimiento negativo, y no se puede negar un cierto desgaste de la revolución ciudadana.
El Presidente electo, Lenin Moreno latinoamericano con capacidades diferentes – la palabra no me agrada por siútica, aunque es muy respetuosa – tiene una personalidad distinta a la del actual mandatario, Rafael Correa: carece de la pasión e impulsividad y fuerte personalidad de Correa, pero es reflexivo, tranquilo y dialogante, y sus discursos parecen más de catedrático que de un líder revolucionario – este Lenin tiene muy poco de aquel que hace cien años encabezó la revolución rusa -.
Guillermo Lasso, un banquero de Guayaquil, responsable del quiebre bancario en la época de Mahuad, representa en ese país la misma línea de los millonarios neoliberales que quieren acaparar el poder absoluto en América Latina, como es el caso de Sebastián Piñera, en Chile; Mauricio Macri, en Argentina; Michel Temer, en Brasil.
La derecha latinoamericana estaba convencida de que el triunfo de Lasso sería un nuevo paso para la “conquista de América”, en manos de estos piratas plutócratas, millonarios y corruptos, es decir, una confirmación de que las democracias locales están dominadas por los bancos y por las grandes empresas y, lo que es peor, terminan siendo avaladas en los comicios electorales por la estupidez de los pueblos, los pobres que votan por los ricos que piensan que, por arte de magia, también los convertirá en ricos.
Guillermo Lasso, como un millonario mañoso y acostumbrado al triunfo permanente, no puede soportar haber sido derrotado en la segunda vuelta, por 51.06% en favor de Lenin Moreno, contra el 48,98%, de Lasso. Es normal que en la segunda vuelta, al menos en América Latina, la diferencia entre el primero y el segundo no sea mayor al 2%; así ocurrió en Argentina en la última elección, y nadie se atrevió a cuestionar el triunfo del candidato Macri.
Los argumentos de Lasso para validad la existencia de un fraude son bastante débiles: hasta ahora, sólo ha mostrado incongruencias en algunas actas de la pequeña de San Francisco, y escrutado el 95,4% de las mesas, parece imposible que el resultado varié substancialmente. El recurso a los escrutinios a boca de urna tiene nula validez, pues la empresa a la cual Lasso hace alusión fue contratada por el Banco de Guayaquil. Por lo demás, todos los observadores internacionales coinciden en la transparencia de las elecciones y de los escrutinios, incluidos los de la OEA.
Lo más posible es que el derecho a reclamo por parte de la candidatura de Lasso no tenga éxito, incluso si el Tribunal Electoral decreta en nuevo conteo de votos. Un supuesto gobierno de la derecha tendría pocas posibilidades de mantenerse en el poder, pues tiene minoría en la Asamblea nacional, Cámara única en ese país: de 137 asambleístas, Alianza País tiene 74 miembros contra CREO, de Lazo y el Partido Social Cristiano, que sólo ti ene 15 escaños; el resto de asambleístas pertenecen a pequeñas agrupaciones, la mayoría contrarios a la revolución ciudadana.
Si bien Ecuador aún no ocupa un lugar fundamental dentro del panorama de los países latinoamericanos, Correa ha instalado la revolución ciudadana como un modelo que la izquierda debiera tener en cuenta para abrir un camino de progreso y de justicia social frente a la ofensiva de la ultraderecha.
Rafael Luis Gumucio Rivas (EL Viejo)
04/04/2017