Lo que debe tener en cuenta el valioso movimiento social “No más AFP” es que la lucha continúa y continuará.
Sería un gran avance el lograr los objetivos propuestos, de reformas sustantivas al sistema previsional actual. Pero a partir de ello se ha de buscar subir otros peldaños.
No habrá jubilaciones dignas sin sueldos y salarios dignos para los trabajadores, para los imponentes.
¿Dignos? Será difícil que, en las condiciones de un capitalismo neoliberal, como las que vivimos, los trabajadores perciban ingresos dignos.
Hay que seguir luchando para que las jubilaciones pasen de ser muy indignas a ser más o menos. Eso es lo que sucederá si el sistema de AFP se cambia por uno menos injusto.
Pero hay que ir a lo medular: hay que apuntar al alza necesaria en el ingreso de los trabajadores activos.
Los ingresos de los trabajadores chilenos hoy son muy bajos en relación al per cápita nacional. Ese es el nudo que mantiene la desigualdad económica de nuestra sociedad.
En los países capitalistas menos desarrollados de Europa los salarios mínimos están hoy en alrededor de $ 450.000 chilenos (Grecia) y de $ 500.000 (Portugal). En Portugal el salario medio es de $ 1 millón 50 mil pesos chilenos (1.500 euros).
En Chile el salario mínimo es de $ 264.000 pesos y será de $ 270.000 desde el 1 de enero de 2018. Y el salario medio es de $400.000 en hombres y poco más de $ 300.000 en mujeres.
El per cápita de Grecia es de 27.000 dólares.
El per cápita de Portugal es de 25.000 dólares.
EL PER CÁPITA DE CHILE es de entre 24 y 26.000 dólares.
Es decir, con muy parecidos ingresos per cápita, el salario mínimo chileno es la mitad ó el 60% de esos salarios europeos. ¿Por qué? Porque aquí el nivel de concentración de los ingresos es mucho mayor que el europeo bajo. La dictadura de derecha hizo su trabajo y los gobiernos posteriores no lo han modificado. Y el movimiento social y laboral se ha autolimitado.
No habrá mejores jubilaciones si no se lucha por reajustes claramente superiores al avance de la inflación, reajustes que influyan algo en la distribución del ingreso, en el combate real a la desigualdad actual.
Todavía los actuales movimientos sociales (el por la educación y el por el fin de las AFP) que han sido los más grandes del decenio, no disparan al centro del blanco, al corazón de la diana.
Se posibilita así, sin querer, que los ingenuos y los demagogos lleguen a sostener, por ejemplo, que “la educación es el fundamento de la igualdad” o que “una jubilación mejor a la que hoy día tenemos permitirá a las viejas y los viejos| enfrentar una vejez tranquila y (como se ha empeñado en proclamar el cura Montes) una muerte digna”.
Si no logramos, en el próximo tiempo, doblar el ingreso mínimo y, junto con ello, mejorar sustancialmente las imposiciones y el sistema de pensiones, el esfuerzo se irá como agua entre los dedos y lo de hoy no será más que otro veranito de San Juan.
No he visto a los candidatos y candidatas progresistas apuntar a este grave y decisivo problema nodal.