Noviembre 16, 2024

¿Un caleidoscopio de candidaturas para derrotar al duopolio?

La discusión está sobre la mesa junto a los argumentos de unos y otros. Al revisar el listado de posibles candidatos (o pre candidatos en caso de haber primarias en ciertos bloques) surge la interrogante que empantana las decisiones. Son tantos y de tan variada índole que resulta difícil determinar cuál es la visión de país que cada uno de ellos pretende honrar y privilegiar.

 

 

Ricardo Lagos, Sebastián Piñera, Marco Enríquez, José Antonio Kast, Manuel José Ossandón, Alejandro Guillier, Sonia Canelo, Beatriz Sánchez, Alberto Mayol, Fernando Atria, José Miguel Insulza, Carolina Goic, Andrés Velasco, Nicolás Larraín… y faltan aquellos que están ‘pensando’ en unirse al trencito, como Franco Parisi, Marcel Claude y no sé quien más. Imagínese usted, amigo lector, que incluso Jorge Tarud había planteado en un momento su posible candidatura.

Nadie quiere lo que hay, y muy pocos desean lo que puede venir. Los candidatos de ChileVamos no quieren a los de la Nueva Mayoría ni estos a aquellos. Además, como si lo anterior no bastara para explicar el maremágnum existente en la política hoy día, dentro de los mismos bloques mencionados hay disidencias notorias y notables. Osandón y Kast  rechazan a Piñera; en la Nueva Mayoría Lagos rechaza a Guillier, a Goic, a Sánchez, a Mayol, etc., y casi todos los mencionados rechazan a Lagos.

Si un extranjero llegase a Chile en este momento y leyera en la prensa local los artículos y notas sobre política, concluiría que aquí  “nadie quiere votar por candidatos del duopolio, los cuales también combaten entre sí”. Y es más que probable que ese extranjero no yerre en su apreciación, pues a todas luces queda una figura principal: “no más duopolio”.

Es que hoy el asunto no se constriñe a aquella vieja lucha de izquierda versus derecha, ya que en el duopolio ambas cohabitan de tan sólida forma que, finalmente, se amalgamaron en un solo cuerpo donde la derecha lleva el pandero y pone la música. Sin duda, concertacionistas y aliancistas echaron por tierra el perenne argumento francés de mediados del siglo XX señalando que la riña entre “droit et gauche” era inacabable. Al parecer (al menos por estos rumbos) no era así. Milagros del neoliberalismo salvaje… o del capitalismo a la chilena.

Entonces,  en honor a la estricta verdad, en Chile no hay disputa ‘oficial’ entre izquierdistas y derechistas. Ni hablar de marxistas peleando cara a cara con los sectores del más rancio conservadurismo,  ya que es posible sospechar que se trata de un segmento político en franco proceso de extinción, pues lo que resta del viejo cuño que le dio vida y fuerza al materialismo dialéctico hoy se encuentra preferentemente en algunos niveles académicos y en las redes sociales.

Bueno, ¿y si no existe rivalidad entre esos sectores, qué se puede esperar de ellos? Obviamente, más de lo mismo. ¿O usted aguarda algo nuevo, distinto, procreado por algunos de esos  corruptos que se echaron Chile al bolsillo? Luchan entre si, se insultan, se ningunean… pero, ninguno ataca el fondo del problema, vale decir, las raíces de la maldad que tiene el actual entramado socioeconómico.

No se les  ha escuchado decir que desean dar término al sistema de AFP, ni a combatir con decisión la acción anti sindical del empresariado; regresarle al Estado las empresas birladas por la dictadura que esta regaló a sus compinches;  regresarle también al Estado los recursos estratégicos,  como el cobre, el agua, litio, energía eléctrica; prometer y comprometerse a reponer en toda su extensión la red y el servicio de ferrocarriles; establecer como prioridad la mejora significativa y permanente de una Educación Pública de calidad, gratuita y laica, etc., etc.

Muchos de aquellos viejos dirigentes políticos que durante los 17 años de dictadura dijeron estar dispuestos a luchar contra ella y procurar una democracia verdadera, no bien lograron hacerse del gobierno giraron en redondo y se abrazaron con quienes antes parecían ser sus enemigos. ¿Importa ello? Claro que sí, pues tamaña acción la ejecutaron luego de haberse agenciado la votación mayoritaria de un pueblo al que prometieron “justicia, reparación y democracia real”. El diccionario de la RAE consigna a ese hecho con el nombre  de “traición”.

Con tal accionar, esos dirigentes (no todos, es cierto) permitieron una sobrevida política a los responsables civiles de la masacre, defraudaron completamente a quienes escucharon sus peroratas demagógicas, esculpieron la democracia según sus intereses coyunturales y siguen extendiendo sus manos para recibir pecuniariamente la gratitud de sus antiguos adversarios, asociados ahora en la misma empresa, así como alzan los brazos en respuesta a las ovaciones de otros ‘progresistas’, entre quienes se encuentran distinguidos miembros de partidos ex izquierdistas  –hoy renovados y convertidos a la fe neoliberal- que demuestran cuán poco les importaron los miles de muertos y millones de perseguidos….total, piensan ellos, pertenecían al pueblo, a ese mismo pueblo sumiso y abúlico que sobrevivió a otras masacres anteriores, pero que se manifiesta equivocadamente dispuesto a apoyar con su voto a los mismos hombres y mujeres que actuaron como verdugos morales.

Ese fue el duopolio en su aspecto dirigencial. Verdad innegable, irrefutable. Tales dirigentes –y su prensa- nunca dejaron de estar en dictadura, y si ahora no salen del círculo vicioso por propia decisión, corren el riesgo de que  la gente los saque de la actividad política en una salida sin retorno.  Es que a pesar de la acción canallesca de la prensa en manos suyas, mucha gente se percató de las triquiñuelas que los socios de ayer y de hoy usan para mantener con vida un sistema administrado por el mentado duopolio. Según ellos, llega entonces la hora de realizar algunos cambios internos, un maquillaje de buen nivel por aquí y por allá, para de ese modo perpetuar la dominación, arropada con otras vestimentas, claro está.

Pero, lo que de verdad esperan millones de chilenos es un soplo de aire fresco en el escenario de la política nacional. Rostros nuevos que traigan ideas nuevas, pero beneficiosas para las mayorías de la nación. Eso no está en el menú del duopolio. No puede estar porque lo actual –brecha económica, consumismo, apropiaciones indebidas, expoliación de recursos naturales, robos ‘legales’ amparados por legislaciones de piratas-  es la condición básica que durante décadas permitió su existencia como estructura de poder político asociada al mega empresariado transnacional.

Contradicciones severas marcan hoy día el descrédito de ciertos candidatos, por ello no les sirve continuar con el duopolio. Se les descubrió. Se sabe de las corruptelas, traiciones, asociaciones y engaños. ¿Qué hacer entonces –se preguntan los corruptos- para seguir al mando y que en el fondo nada cambie y todo siga igual?

Revolver el naipe, reordenar las alianzas, cada bicho a su agujero, cambiar los nombres de algunas tiendas, crear un archipiélago de referentes, un caleidoscopio de candidaturas que actúe como ‘renovación en la política contingente’, es decir, dejar en el ‘respetable’ la sensación de que un sismo de gran magnitud ha remecido al mundillo político y, como consecuencia de ello, el viejo duopolio se deshace, se desinfla. ¡Falso! Es una treta, nada más. Lo que viene de aquí en adelante será una recomposición del escenario, pero con los mismos actores y el mismo libreto, aunque diferente telón de fondo.

No olvide, querido lector, lo que leyó en el quinto párrafo de esta nota: “finalmente, se amalgamaron en un solo cuerpo donde la derecha lleva el pandero y pone la música”. Esa derecha logró que muchos ciudadanos rechacen a cualquier candidato opositor a ella, y lo hagan por razones variopintas, ridículas algunas, pero útiles para dividir. La idea es que la gente internalice algo insólito: solamente los mismos de siempre saben y pueden gobernar. Esos ‘mismos’ no son otros que los conocidos Lagos y Piñera. El resto es paisaje.

Por cierto, echar abajo el duopolio es parte de la estrategia del propio duopolio para tranquilizar al ‘perraje’, y la trampita está en que al derrumbarse esa asociación nefasta, los ‘mismos’ continuarán siendo los mismos, ergo, candidatos únicos a presidir y administrar el país.

Y están cerca de lograrlo. 

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *