Para asombrar al pueblo, se asegura que Su Majestad Piraña I se levanta temprano y se acuesta tarde. Debe trabajar sin desmayo para cuidar su Imperio del Tahuantinsuyo. Desde luego el vasto litoral de sus pertenencias. Las horas del día, vistas en un Rolex de oro o en uno a pila, son las mismas.
De madrugada se levanta quien nos hace el pan; las niñeras que deben viajar dos o más horas en bus, en bote en la zona sur o caminan por senderos, casi borrados en el desierto de Atacama. Nuestra tía Sofanora se levanta a las tres de la madrugada. Sufre de insomnio. Igual se pone a bordar pañuelitos primorosos, que a cambio de una sonrisa, obsequia a sus sobrinas.
Se levanta temprano el carabinero, el conductor del tren, del bus; quienes recolectan la basura, recogen cartones y botellas vacías. Si usted Majestad se levanta al alba, es porque desconfía de sus empleados. Se desvela pensando que le pueden robar.
De seguro, usted se sirve desayuno como buen monarca. Huevos revueltos con tocino, lonjas de jamón serrano; jugo de pomelo, yogurt, tostadas con mermelada; una taza de café de Abisinia, un plato de frutas… Y pensar Ilustrísima Majestad, que quienes se levantan como usted, casi a la misma hora, apenas comen un trozo de pan con mantequilla.
Después, apreciada Señoría, usted viajará a su trabajo en una limusina, mientras junto a su vehículo de nueve metros y algunos centímetros de largo, se cruzan peatones bicicletas, buses atestados de trabajadores, rumbo al quehacer, en tanto mastican restos de pan.
Nuestra sociedad, distinguido Emperador, está constituida de personas de distintos estratos sociales. Lo dicen los capitalistas, los marxistas y los anarquistas. Dionisio Albarrán los define: “Quienes comen cuatro o más veces al día; una o dos veces, y los que ignoran lo que es comer”.
Los lacayos que escriben para usted Majestad, en los diarios El Tugurio y La Chapucera -no en los pasquines que lo atacan- carecen de imaginación. Deberían decir, en vez de exaltar sus costumbres prosaicas, que a usted le apasiona la lectura; escribir poesía; asistir a exposiciones de pintura. Ir al cine arte, al Municipal a escuchar el Concierto para piano El Emperador de Beethoven, o la obra de teatro “El rey se muere” de Ionesco.
Hay quienes trabajan hasta deslomarse, Señor Ilustrísimo, y apenas logran reunir el dinerillo estrujado, para subsistir. ¿Hay asalariados suyos en esta categoría?
Yo que usted, Excelentísima Majestad, Rey de Reyes, despediría sin tardanza a los amanuenses de pacotilla que lo asesoran. Apenas saben escribir y gimotean como bebés, aferrados a la teta de la oligarquía. Recurren a lugares comunes, frases hechas y abusan del adverbio terminado en mente. Si piensa con serenidad, Alteza Ilustrísima, descubrirá que son infiltrados.