German Westphal, por medio de un mail que me envió, cuantifica muy bien el poco peso que tienen los partidos políticos en el universo electoral: Chile cuenta con 14.121.316 electores, según el SERVEL. Hoy su representatividad con respecto al total de votantes habilitados es el siguiente:
Partido Socialista |
25.769 inscritos |
0,182% del padrón |
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Partido Progresista |
18.446 inscritos |
0,130% del padrón |
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PRI |
17.573 |
0,124% |
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Demócrata Cristiano |
13.971 |
0,098%
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RN |
9.203 |
0,065% |
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UDI |
7.001 |
0,049% |
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Partido Comunista |
6.000 |
0.042% |
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PRSD |
4.659 |
0,032%
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PPD |
5.860 |
0,041% |
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Cifra exigida por el Padrón electoral |
18.255 |
0,129% |
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El total de militantes de los partidos políticos es de 108.482, cifra equivalente al 0.768% del Padrón electoral, si siquiera llega al 1%, cifra que es inferior al voto nulo en cualquier elección chilena, suponiendo que el nulo representa un rechazo a todos los candidatos a elección popular, lo cual indica, en buen castellano, que los ciudadanos consideran a todos los candidatos como inútiles y corruptos.
El SERVEL exige un mínimo de 33.000 firmas para que un partido pueda presentar candidato presidencial y/o 500 inscritos en cada una de las regiones del país. En la Región de Aysén, por ejemplo, el 0,25% equivale a 90 inscritos, es decir, el diputado Iván Fuentes, el senador Patricio Walker, quienes con el apoyo de sus familias hacen un número superior al exigido, y sin necesidad de recurrir a las empresas pesqueras.
Hasta hoy, ningún partido cumple las exigencias para tener un candidato presidencial, por consiguiente, habría que recurrir a leguleyadas para que alguno de los posibles candidatos (as) pudiera serlo. Alejandro Guillier y Sebastián Piñera se encuentran en buenas condiciones, pues son independientes y, por lo tanto, pueden inscribirse como tales – ahora Guillier expresó que bajaría su candidatura si no se realizan primarias en la Nueva Mayoría -; Sebastián Piñera no tiene mayor problema, pues podría ser presentado por Evópolis, o bien, RN que, a lo mejor, completaría las firmas requeridas.
El caso de Ricardo Lagos es, francamente, miserable para un ex Presidente de la República y que, además, terminó su mandato con una aprobación de más del 60%, pues el Partido donde milita, el PPD, tiene apenas 5.000 inscritos, y sólo le queda un mes para triplicar la cifra necesaria para ser partido político (No podría ser candidato presidencial pues la ley exige un plazo para desafiliarse que ya caduco) es la ley anti discolos
La exigencia para inscribir un partido político es la de tener 0.25% de la votación en la última elección municipal en tres regiones contiguas, o cinco discontinuas.
Si en Chile existiera una democracia y el Estado de derecho, lo lógico sería que la ley se respetara, pero como el Estado de derecho es un chiste, los partidos políticos que no logren inscribirse no respetan la ley y, como buenos leguleyos para mantenerse en el poder, buscarán argucias para desviarla – por ejemplo, un acuerdo “exprés” por parte de los parlamentarios, pues “nosotros hacemos la ley a nuestro gusto, y los cargos y los dineros fiscales nos pertenecen, casi por derecho divino…, y los electores sólo nos son útiles para bolsearlos en el <puerta a puerta>, regalarles flores a la mujeres en su día <como lo hace el PPD>, y comprarlos con anteojos de sol y zapatos, como antes lo hacía Joaquín Lavín; por suerte hay “rotitos” entre nosotros para hacer la caridad y ganarnos el cielo -.
El presidente del PPD, Gonzalo Navarrete, no tiene una pisca de vergüenza y está a punto de ganar el concurso de rey de los “cara de raja” y, como su convertido en una excrecencia burocrática, nadie quiere militar en él: se lanza contra el director del SERVEL acusándolo de inmiscuirse en política y de ensañarse contra su Partido; cuando los dirigentes estaban muertos de miedo por el rechazo ciudadano debido a la mezcla entre la política y el dinero, se apresuraban a apresurar leyes de probidad en el Congreso, pero ahora, que se dieron cuenta de que el pueblo, “con muy mal criterio” puede elegir hasta a un imputado por la justicia como candidato y probable Presidente de la república, a Sebastián Piñera, los ciudadanos, en vez de castigar la corrupción, la aplauden – no es nuevo sólo en Chile, pues miren a Perú, con cuatro Presidentes ante la justicia, y un poco más lejos, la Italia de Berlusconi, la España de Rajoy, la Francia de Fillon… Al PPD se le pasó el miedo a los electores y siguió el proverbio “donde se hace la ley, se hace la trampa”.
Un mínimo de sentido común haría rechazar la definición como un país democrático al que tiene menos del 1% de personas inscritas en los partidos políticos. Francamente, constituye un sarcasmo el sostener que una democracia no podría funcionar sin partidos políticos y que si desaparecieran, se dejaría el espacio a los aventureros y populistas. Estas tonterías que repiten algunos periodistas, a veces como loros, sólo demuestran su ignorancia, que sólo conocen el diccionario de “los lugares comunes”.
Reflexionemos un poco: los mejores sociólogos han definido a los partidos políticos como oligarquías: en Max Weber, por ejemplo, son calificados como partidos de patronazgo; en Robert Michels, están sometidos a la ley del hierro de las oligarquías; en general, en la mayoría de los sociólogos, son mafias que se reparten el poder, y no canales de opinión pública, y muchos menos, representantes de los electores. Una democracia directa sin partidos es mejor calidad que la representativa con partidos corruptos.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
10/03/2017