Noviembre 18, 2024

La mentalidad oligárquica: “Poderoso caballero es don Dinero”

Carlos Marx, en su libro en su libro Manuscritos económico filosóficos, cita el siguiente texto de la comedia Timón de Atenas, de W. Shakespeare, donde se resalta el significado y el poder del dinero:

 

 

“¿Oro? ¿Oro precioso, rojo y fascinante?

Con él se torna blanco el negro  y el feo, hermoso:

Virtuoso el malvado; el anciano, mancebo

Valeroso el cobarde y noble el ruin.

El oro…desplaza al sacerdote del altar

Y retira la almohada a quien yace enfermo.

Este esclavo dorado ata y desata

Vínculos consagrados; bendice al maldito;

Hace amable la lepra;  honra al ladrón

Le da rango, poder y preeminencia

En el consejo de los senadores;

Conquista pretendientes

A la viuda anciana y corcovada;

Es como un bálsamo que rejuvenece

Y pinta con colores la primavera

A los pacientes de pútridas lacerías

Arrojados con asco a los hospitales

¡Oh, maldito metal

 Vil ramera de los hombres,

Que enloquece a los pueblos!”.

Estos versos, así como los de Francisco de Quevedo, “poderoso caballero es don dinero”, demuestran el poder del vil metal para cambiar defectos en cualidades de las personas, es decir, despojarlos de su realidad y enajenarlas, lo que equivale a quitarles lo que les es propio: su humanidad.

El dinero, que es una especie de deidad o fetiche, tiene poderes sobrenaturales: ha reemplazado a los dioses antiguos, al Dios judeo-cristiano, incluso, al mismo Jesús, que lo convierte en “banquero”, olvidando la propia esencia del Evangelio. Para Carlos Marx, los hombres en la sociedad están atrapados por el fetichismo de la mercancía, es decir, se cosifican, perdiendo su condición humana.

Los Agustines Edwards constituyen un prototipo de  familia muy representativo de la conversión del dinero, como una forma de enajenación del hombre, que tan bien describieron Shakespeare, Quevedo, Marx y muchos otros pensadores.

El presente trabajo es el primero de varios, dedicado al estudio de la mentalidad de la oligarquía chilena, que abarca desde el siglo XIX a la actualidad.

Juan Rafael Allende es uno de los poetas satíricos más importantes de Chile, quien se rió a su gusto de Agustín Edwards Ross. El historiador Maximiliano Salinas, en su artículo “¡Y no se rían de este leso porque es dueño de millones!: El Asedio cómico y popular de Juan Rafael Allende a la burguesía chilena del siglo XIX”. Juan Rafael. Allende escribía en diario El Padre Padilla, del 22.11.1888:

“Si el Redentor volviera al mundo y pasara por Chile,

No se entendería ni con los ricos ni con los clericales, que

Serían los primeros en  crucificarlo”.

A Agustín Edwards Ross lo define:

¿Y Cucho Edwards el banquero?

“Se llama hoy “don Agustín”.

Sin embargo, el borrachín

Es redondo como un cero.

A no ser rico, licor

Despachara u otra cosa.

En la popular, famosa

Damajuana Tricolor.

Pero hoy en las discusiones

Toma parte en   el Congreso,

¡Y no se rían de este leso!

Porque es dueño de millones!”.

En otra sátira Allende escribe:

“Su tela ya empezó

A tejer con el auxilio

De este gobierno traidor,

Que entregarnos maniatados

Pretende a un Edwards y a un Montt,

Tipos los más despreciables

Que vientre humano engendró”.

Agustín Edwards Ross se había convertido en el representante más característico del orgullo de la oligarquía chilena, cuyo poder venía de la posesión del dinero. Juan Rafael Allende decía: “verdaderamente que, si el pueblo chile tuviera un poquito más de hígado y un poquito más de vista, hoy levantaría horcas en las plazas de Valparaíso y Santiago para colgar a esos explotadores del pueblo que se llaman Edwards,  Matte y demás”.

Augusto Matte escribía: “los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital  y del suelo, lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”.

El escritor Víctor Herrero en su obra, Agustín Edwards Eastman. Una biografía desclasificada, define muy bien la actitud religiosa de los Edwards respecto al dinero, y citando la obra de Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, quien compara el desarrollo del capitalismo en los países protestantes y católicos sosteniendo que las virtudes que resaltan los primeros – trabajo, ahorro…se adecúan mejor al capitalismo que en el catolicismo. La riqueza, para los protestantes es un signo de salvación, de agradar a Dios por el deber cumplido; la pobreza significa la falta de dedicación al trabajo y al ahorro y, por consiguiente, ofender a Dios. Los descendientes de británicos, los Edwards, a pesar de haberse convertido al catolicismo, siempre alaban las virtudes capitalistas del protestantismo – con este modo de pensar, los pobres son pobres porque son flojos, pero como son  católicos, los ayuda por medio de obras de caridad -.

Hoy nos hemos referido solamente a Agustín Edwards, quien tuvo un papel fundamental en los comienzos de la Guerra del Pacífico, pues tenía 40% de las acciones de la Compañía Salitrera de Ferrocarriles que, en ese tiempo, se encontraba en territorio boliviano. El gobierno del altiplano, con todo derecho, intentó cobrar a las empresas un impuesto de 10 centavos por quintal de salitre explotado; Edwards presionó tanto al gobierno boliviano como al chileno para ponerle fin, pero la empresa se negó a pagar el impuesto, más bien se dedicó a “comprar” periodistas chilenos a fin de que expandieran una campaña chauvinista para agitar la guerra contra Bolivia. El Presidente Aníbal Pinto no resistió las presiones de Edwards y decidió ocupar Antofagasta. Un pacto peruano-boliviano fue el pretexto para iniciar la guerra del Pacífico. Siempre las guerras, incluso la de 1891, han sido muy útiles para acrecentar las riquezas de la familia Edwards.

Previo a la guerra civil de 1891, en que José Manuel Balmaceda era tratado de dictador,  y era muy desagradable a Agustín Edwards, pues pretendía fundar un Banco del Estado: Agustín Edwards decidió autoexiliarse, incluso con un salvoconducto otorgado  por el propio Presidente. En Europa Edwards se dedicó a reunir dinero de sus amigos banqueros para financiar el ejército congresista que, finalmente derrotó al ejército de Balmaceda.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

06/03/2017

          

 

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