Diciembre 26, 2024

Váyanse a la mierda (casi todos)” (Philippe Pascot)

En todas partes se cuecen habas: cada día que pasa cuesta más discernir cuál de las castas políticas feudales de los distintos países del mundo se harían acreedoras de medallas – oro, plata, plomo – en las olimpiadas de la corrupción. Nada más inútil que el grito “que se vayan todos”, pues se irán unos, pero vendrán otros, a veces mucho peores que los  que les precedieron. La guillotina o la cuchilla de Francia sólo sirvió para matar reyes, curas, nobles, Girondinos y Dantones, y traer al tirano, Napoleón Bonaparte y, luego, a Louis XVIII y Carlos X.

 

 

Moralizar a la casta política es algo imposible y, generalmente, el limado judicial termina con una sociedad mucho peor a la que se quiso depurar. Donde hay poder, hay corrupción y para terminar con esta lacra, habría que eliminar el poder político para que todos fuéramos iguales, pero el acertado J.J. Rousseau sabía bien que “los hombres nacen libres, pero están cubiertos de cadenas”.

Philippe Pascot, alcalde adjunto del ex Primer Ministro, Manuel Valls, en la comuna de Ivry, se ha convertido en un crítico tenaz de la casta política feudal francesa, que es más fina, pero mucho más depravada que la  chilena – no en vano Francia tiene historia y dinero -. Este político y ex funcionario público ha escrito varios libros sobre la corrupción de las autoridades que emanan de la soberanía popular, entre ellos Délits d´elus, (2014); Pillers d´État, (2015); Des Goudron et des Plumes, (2016); Allez (presque tous) vous faire foutre (Váyanse a la mierda).

Según Pascot, el 30% de los cargos de personas elegidas por el pueblo tiene su certificado de antecedentes con anotaciones judiciales, es decir, tienen sus papeles sucios – en Francia existen profesiones que exigen un certificado de antecedentes limpios -. La primera campaña de Pascot contra la corrupción se centró en reunir firmas para exigir que todo postulante a un cargo de elección popular contara con sus papeles vírgenes y la ciudadanía lo apoyó. La segunda campaña se refiere al voto obligatorio, y argumentos son  de peso: un consejero regional es elegido por uno de cada diez electores y los otros nueve se abstienen; un Presidente de la República – tanto en Francia como en Chile – es elegido por  cuatro de cada diez electores, es decir, el 25% del universo electoral. Con estas votaciones los mandatos son legales, pero no representativos; veamos: de 100% de lectores, 40% son válidos; 2% corresponde a nulo y blanco, es decir, para ser elegido queda 38%; para ocupar el cargo de consejero regional se exige el 10% de los votos válidos, lo que equivale al 3,8% del universo electoral (El diputado Andrade fue elegido con el 8% de los votos). En Chile se paga al candidato, aproximadamente, 1,50 dólares por voto obtenido y, como no se cuentan los nulos ni los blancos, al candidato le conviene que haya el máximo de abstención para obtener el cargo; algo parecido pasa en Francia que, por ejemplo, basta que voten por un candidato los familiares  y algún amigo a quien le consiguió un trabajo, para asegurar el cargo. Si se contaran los votos nulos y blancos y se descontara en consecuencia a los candidatos el número de bancos y nulos a su paga, se esforzarían para lograr mejores votaciones y así legitimarse personalmente  y, en consecuencia, el sistema democrático. Otra salida  sería que si los blancos y nulos fueran considerados como rechazo al sistema y, además, fueran más que los válidos emitidos, se anule y repita la elección. Si nuevamente se repite la situación, se sortea el cargo – así se procedía en la antigua Atenas -.

La abstención favorece al sistema, y está muy lejos de ser una protesta, pues mientras menos votan, tanto mejor para el  candidato: tiene seguro, la devolución don monto por votos y, sobre todo, el cargo – bastaría con regalar lentes o zapatos a los ancianos, como lo hacía el alcalde Joaquín Lavín, en Santiago –.

Los electores, en general, no son considerados ciudadanos por sus representantes, sino clientes, y como ocurre con los productos comerciales, lo más importante es que el comprador no lea la etiqueta, por ejemplo, ignore que la bebidas gaseosas lo convierten en candidato al cementerio. En política, el elector no debe leer el contenido del voto, ni siquiera, exigirle a su representante el cumplimiento de sus promesas de campaña. Tanto el comprador como el elector debe ser más oveja posible y así va al matadero con más docilidad y, generalmente, elige al más corrupto entre los corruptos.

Según Pascot, los miembros de la Asamblea Nacional, en los últimos diez años, han asistido al 20% de las sesiones en que se votan leyes importantes: En Chile ocurre lo mismo, pero nadie le da importancia, “sospechosa la weá”.

Cuando un diputado a Asamblea Nacional no presentarse o bien, pierde la elección, tiene un seguro de cesantía por tres años, con el mismo sueldo que ganaba en actividad; ¡cómo se les pasó a los diputados y senadores chilenos tan buena idea!

Los diputados y senadores franceses tienen 40 viajes en TGV, en primera clase – en el senado existe una agencia de turismo especial para los padres conscriptos -, así como una restaurant de primera línea donde, incluso, en cada menú hay langosta, caviar y foi gras; otras regalías son por ejemplo, para gastos de calefacción, que ascienden a 800 mil euros, que antes estaban adosados al fluctuación del precio del petróleo. Los senadores ganan el mismo salario que los diputados, 7 mil cien euros, más gastos de representación, viáticos y sueldos de asesores por el valor de 25 mil euros mensuales;  en Chile no hacen mal: ganan el equivalente  a cerca de 11 mil euros, suma igual a la de los italianos, más los gastos de representación y otros, que puede llegar a ser que el de los legisladores franceses.

El senado tiene su sede en el bello lugar del Parque de Luxemburgo, en un Palacio del siglo XVII. Nadie entiende por qué existe esta cámara cuando en un sistema parlamentario predomina la Asamblea Nacional. Los senadores son viejos políticos jubilados y, al igual que en Chile, se eternizan en sus cargos. Estos legisladores no son elegidos por el pueblo, sino por los notables – acaldes, consejeros regionales… y divididos por partidos políticos -, además de sus sueldos y  gastos de representación, el gobierno les  asigna un fondo a repartir entre las comunidades locales que los apoyan, pero a veces hay casos en que en vez de ayudar a la comunidad, los senadores llevan el dinero a su bolsillo y, cuando son descubiertos, las penas son leves, la multa es insignificante; si llegasen a ser graves, se postergan para ser pagadas en cómodas cuotas. Durante 169 años; si el deudor muere, se extingue la deuda.

En la próxima elección presidencial francesa, a realzarse en mayo de 2017, ya han sido detectados dos casos de corrupción: el primero, de Francois Fillon y su esposa Penélope y el  de la candidata  Marine Le Pen, quien usó dinero del Parlamento Europeo para mantener a su amante y a un guardaespaldas.

Si los bancos determinan la vida humana  y la sociedad, ningún otro valor tiene sentido. La democracia, la religión, el respeto al prójimo, la justicia, los derechos humanos, la solidaridad… sólo se convierten en lindas palabras para mantener tranquilo al rebaño, que seguirá votando por los  más pillos mientras no surja un líder, capaz de conducir la desobediencia civil, es decir un Gandhi y o un Luther King, por ejemplo solo queda que casi todos  se vaya  a la mierda 

Rafael Luis Gumucio (El Viejo)

03/03/2017

                            

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